Número: 211. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Entre 1941 y 1944, más del 10 por ciento de los soldados examinados por médicos militares fueron excluidos del servicio; el 37 por ciento de estos fueron dados de baja por motivos neuropsiquiátricos.
Ya desde la Primera Guerra Mundial se sabía que el método más eficaz de los que se disponían para reducir la "fatiga de guerra" era precisamente alejar a los soldados del entorno de batalla durante un tiempo. Pero dado el alto número de personas que sufrían este trastorno, se hacía necesario recurrir a métodos que permitieran tratar a los pacientes rápido, cerca de la batalla y con buenas expectativas de recuperación, al menos temporal. Aunque esta forma de trabajar llegó a generar un 70 por ciento de retornos al frente, lo cierto es que muchos de estos recaían pronto, incluso ante el sonido del primer disparo.
Este no era el único problema al que el tratamiento de síntomas psiquiátricos específicos de la exposición a la guerra. Otro de ellos era la ausencia de medicación específica para tratar problemas psiquiátricos. La investigación de productos químicos con efectos neurológicos estaba en pañales. La verdadera explosión de la farmacopea psiquiátrica se produciría, de hecho, justo después de la Segunda Guerra Mundial.
Un último problema era que los soldados afectados por neurosis de guerra eran atendidos en las trincheras por médicos no especialistas en psiquiatría y que no tenían por qué estar al tanto del estado de la investigación científica. En consecuencia, no es descabellado pensar que probasen cualquier método que tuviesen a mano para devolver a un soldado a la batalla rápidamente, tal y como se les pedía.
En esto, como en todo, había ejércitos más compasivos que otros. El alemán por ejemplo fue conocido por el bajo número de soldados que se diagnosticaban con problemas psiquiátricos en la batalla. Ahora se sabe que esto no era debido a ninguna superioridad de la nacionalidad alemana sino la propaganda nazi actuando sobre las decisiones de los oficiales que debían dar la baja a sus soldados.
A continuación, describimos varios de los métodos disponibles durante Segunda Guerra Mundial para el tratamiento de síntomas, más que enfermedades mentales. Algunos de ellos se los podrían proporcionar médicos y otros podrían escamotearlos los propios soldados, dado que los médicos no suelen tener a mano todos los métodos para probar el que más le apetezca al personaje.
«Shelf Old Antique Medicine Bottles.» Fotografía licenciada por Max Pixel. Licencia CC0 Public Domain.
Ninguna de las sustancias que listamos a continuación llega a tener un efecto duradero en la salud de los personajes, pero se tratan como acciones que pueden hacer perder o ganar moral.
Perteneciente a la primera generación de antiestamínicos, actúa en receptores del cerebro y del resto del cuerpo. Además de su efecto contra las alergias, produce somnolencia y sedación, pudiéndose usar para proporcionar noches de sueño reparador a personas con exceso de estrés. En cantidades excesivas es alucinógena.
Si se usa para tener una noche de sueño reparador (un grado de dificultad a despertarse en caso de ruido y un grado de dificultad a todas las acciones físicas durante esa noche) el mismo día en que se haya perdido moral, se trata como una acción que hace ganar moral de tipo I.
Esta droga estimulante del sistema nervioso se popularizó a través de su recomendación por parte de algunos psiquiatras poco apegados al método científico. Se supone que levanta el ánimo y estimula la inteligencia, centrando a las personas con trastornos. Su uso real en medicina es anestésico y antihemorrágico local. En cuanto a su consumo para tratar problemas psiquiátricos, principalmente inyectada, produce una clara agudización del estado de alerta, una intensa sensación de felicidad y agitación psicomotriz. También puede producir pérdida de contacto con la realidad, agresividad, y manía persecutoria.
Nada más administrarla se trata como una acción que hace ganar moral de tipo II. Tras pasar sus efectos una hora después, se trata como una acción que hace perder moral, de tipo II. Si se usa con frecuencia, la acción que hace ganar moral pasará a ser de tipo I.
Otro estimulante del sistema nervioso central que en dosis menores aumenta el estado de atención y alerta, así como para contrarrestar los efectos depresores. Sin embargo, su uso más común en esta época es como convulsionante en mayores dosis. Recordemos que las convulsiones calmaban temporalmente a los pacientes ansiosos o con ataques de irracionalidad.
Usado como convulsionante, tras el periodo convulsivo el personaje recibe el equivalente a una acción de ganar moral de tipo II y tendrá un grado más de dificultad a todas las acciones durante un día entero. Al finalizar ese día recibirá una acción de perder moral de tipo I y sus síntomas empezarán a regresar.
Aquí tenemos un supuesto tratamiento (más adelante se desestimó que fuera eficaz) de la esquizofrenia. Básicamente, consiste en inyectar la hormona insulina en el paciente hasta llevarle a un coma hipoglucémico del cual luego era rescatado con infusiones de glucosa. En teoría, esta interrupción del pensamiento, como las convulsiones, debía reiniciar la mente y producir una mejora en el paciente.
El personaje deberá pasar tres días lejos del frente tras el coma, con dos grados de dificultad a todas las acciones. Pasados esos días, se despertará con una acción de ganar moral de tipo I. Sin embargo, durante el coma deberá hacer una TA de Resistencia x3. En caso de fallarla, los dos grados de penalización durarán cinco días. En caso de pifia, el personaje morirá durante el coma.