Número: 110. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Gino Bartali fue un ciclista italiano nacido en la Toscana en 1914. Su familia era humilde y se dedicaba a trabajar en el campo; Su padre le encontró un trabajo en un taller de reparación de bicicletas y gracias a este trabajo comenzó su carrera como ciclista, ya que el dueño de la tienda, contento por su trabajo, le regaló una y le animó a que se entrenase.
Gino Bartali comenzó su carrera profesional con 22 años en el Giro de Italia de 1936. Corría con el invencible equipo Legnano y sorprendió a todos imponiéndose en la clasificación general final al veterano Giovanni Valetti. Cerca estuvo, sin embargo, de dejar la bicicleta tras la traumática muerte de su hermano Giulio Bartali un mes después de la victoria en la ronda italiana, pero fue convencido de continuar con su carrera. Se recuperará y al año siguiente Bartali se consagra. Con 23 se enfunda de nuevo el rosa en Milán, esta vez con amplio margen y llevando todo el peso de la carrera, erigiéndose sin discusión como la figura ciclista del país.
En 1938 Bartali redobla el reto y renuncia al Giro para correr el Tour de Francia, la enigmática ronda gala. Sólo un italiano la había ganado hasta entonces, Ottavio Bottecchia. Correr en casa era algo familiar, un ejercicio de gran dureza doméstica al sol de la propia patria. Correr fuera era algo más cercano al excursionismo y la aventura, una misión más hostil en la que tantos uomini habían fracaso anteriormente. Pero Gino Bartali fue y volvió vestido de amarillo. Se impuso con creces sacándole más de quince minutos al segundo y al tercero, completando un Tour fantástico que ganó, sobre todo, tras una gran cabalgada en solitario en la decimocuarta etapa entre Digne y Briançon. Todo el país se había enamorado de su ciclismo inmaculado, fiable, de una forma de correr armónica y graciosa.
Su carrera deportiva se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, pero en 1948 se tomaría la revancha, consiguiendo su segundo Tour de una forma espectacular, con siete victorias de etapa. Con estas dos victorias, se convierte en el único ciclista hasta la fecha, vencedor de dos Tours en un intervalo de 10 años. Circunstancia que también logro en el giro con sus victorias en 1936 y 1946
Bartali fue un excepcional escalador, vencedor del gran premio de la montaña del Giro de Italia en siete ocasiones y del Tour de Francia en dos. Fue pionero en utilizar el cambio de marchas Campagnolo. Anteriormente, las bicicletas incorporaban dos piñones y el cambio entre ellos significaba tener que parar y realizar el cambio, quitando la rueda trasera y volviéndola a poner dándole la vuelta, de forma manual. Con este nuevo sistema, el ciclista podía realizar el cambio de piñón sin necesidad de bajarse de la bicicleta. Esta operación se convirtió rápidamente en una señal de que Bartali estaba dispuesto a lanzar un ataque. [En la imagen se puede ver a Bartali accionando las varillas de su cambio]
Acabada la contienda, Bartali tenía 31 años, y cuando algunos vaticinaban ya el final de su carrera, consiguió ganar su segundo Tour en 1948. El 15 de noviembre de 1952 sufrió un accidente en el que estuvo a punto de perder la vida: un coche se cruzó en su camino cuando circulaba en bicicleta. Con heridas graves en su rodilla y con 40 años de edad, se retiró del ciclismo en 1954, después de veinte años de competición y 124 carreras ganadas.
En su palmarés cuenta con dos Tour de Francia (1938, 1948), tres Giro de Italia (1936, 1937 y 1946), dos Vueltas a Suiza (1946 y 1947), doce etapas del Tour de Francia, diecisiete etapas del Giro de Italia, seis etapas de la Vuelta a Suiza, cuatro Campeonatos de Italia (1935, 1937, 1940 y 1952), una Vuelta a los Países Bajos (1935), un Giro a la Romandía (1949), cuatro Milán-San Remo (1939, 1949, 1947 y 1950), tres Vueltas a la Lombardía (1936, 1939 y 1940) y cinco Vueltas a la Toscana (1939, 1940, 1948, 1950 y 1953).
Es difícil encontrar enfrentamientos más bellos en el mundo del deporte que lo que ofrecieron los Bartali y Fausto Coppi. Entre Coppi y Bartali ganaron 8 Giros de Italia y 4 Tours de Francia entre 1936 y 1953. El botín de victorias hay repartirlo entre 11 ediciones de ambas competiciones, ya que hay que tener en cuenta las carreras no disputadas debido al baño sangriento que fue la II Guerra Mundial, las que había entre los años 1940 y 1946. Entre estos dos corredores, que tenían un excelente trato entre ellos, eran a la vez las dos caras de una moneda. Bartali era católico, conservador, era fiable en la carretera, tradicional, elegante. Coppi, por su parte, era ateo reconocido, casi comunista (si estuviera permitido en la Italia del Duce), impredecible sobre la bicicleta, su estilo de pedaleo era impulsivo, a golpe de inspiración. Además era enjuto, tímido y huidizo. Bartali enamoraba, Coppi caía bien, eran muy diferentes y representaron durante años las dos religiones de los tifosi del ciclismo italiano, que eran legión.
A pesar de todo Coppi y Bartali compartían también una gran amistad; compartieron equipo durante años y, en muchas ocasiones, el uno actuó de gregario del otro y viceversa. El Tour de Francia 1949, que ganaría Coppi por delante de Bartali, podría ser la mejor muestra de esto. Ambos italianos destrozaron la carrera en los Alpes, pero siempre "de la mano".
Bartalli vivió en unos tiempos en los que Europa era un hervidero, una época en la que a los heroes populares se les pagaba su peso en oro para que se afiliaran a una u otra causa, Mussolini hizo los propio con Bartali, y él se dejó querer por los fascistas.
Bartali era el ciclista preferido del Duce, era uno de los abanderados del régimen y esta fue la fama que le acompañó hasta su muerte en el año 2000.
Sin embargo, sus acciones han revocado esta etiqueta que siempre lo persiguió y que él nunca se molestó en desmentir. Quizá fuera su fe católica que le impregnaba de cabeza a pies, o quizá la búsqueda de una buena acción en el momento más perverso, crudo y salvaje de toda la historia de la humanidad. El caso es que Bartali formó parte de un plan. Un plan perfecto que se acabó descubriendo 60 años después de ser ejecutado.
Un judío de la Toscana, llamado Giorgio Nissim, organizó una red de pasaportes falsos para que los judíos amenazados de exterminio pudieran huir del país. La organización contaba con la complicidad de la Iglesia Católica, que en los sótanos de sus parroquias, abadías y conventos instaló maquinarias de imprenta para materializar los pasaportes que salvarían la vida a los judíos.
Según las palabras del propio Nissim: "Organicé una oficina completa de documentos falsos en una estancia de monjitas de clausura, con frecuencia eran los mismos sacerdotes quienes ponían las firmas falsas" que permitirían salvar a judíos escondiéndoles en algún convento o permitiéndoles llegar a zonas liberadas de Italia. "Iba a Génova como podía para retirar el dinero que me daba el padre Repetto, secretario del arzobispo, y después entregaba estas cantidades al padre Paoli" para sufragar los gastos de estas operaciones, añade. En un testimonio ofrecido en 1969, custodiado en los archivos del Centro de Documentación Contemporánea Judía de Milán, Nissin escribió que la red de asistencia católica "había recibido el encargo de mantener relaciones [con el movimiento clandestino judío, n.d.r.] por el mismo Papa de entonces, Pío XII".
Había un problema: hacían falta fotografías y datos básicos para rellenar los documentos de forma creíble. Y ahí fue donde entró en escena Bartali.
Escondidos en los tubos de su bicicleta, el ciclista llevaba datos y fotografías que acabaron salvando la vida a más de 800 judíos italianos. Ataviado con ropa deportiva, con su nombre bien grande para que se pudiese leer desde lejos, recorría Italia aparentemente entrenando, con la imagen del mito que refugiado en su soledad esperaba tiempos mejores para volver al Olimpo de los títulos. "Sigo trabajando para las carreras que vengan después", decía cuando una patrulla militar le daba el alto, entonces, los guardias militares le dejaban continuar, ufanos de haberse encontrado uno de los héroes nacionales, que tantas tardes de gloria les había dado escalando montañas imposibles, y no pensaban en registrarlo ni hacer una inspección minuciosa de su bicicleta. En ocasiones el ciclista variaba las rutas alegando que debía entrenar sobre distintos terrenos para adaptar su cuerpo a cualquiera de las condiciones que se le pudieran presentar, pero lo cierto es que ejercía de guía para algunos judíos que no podían acceder a los pasaportes mostrándoles el camino más fácil y seguro para huir del país. Y así fue como Bartali fue por toda Italia salvando vidas sobre dos ruedas, burlando las autoridades y aprovechándose de su condición de estrella nacional.
La muerte le arropó en el año 2000 con los labios sellados, ya que las buenas acciones no hay que decirlas, hay que hacerlas y punto. En el año 2003 los hijos de Giorgio Nissim sacaron a la luz los documentos de su padre en los que explicaba la operación en la que había participado Bartali limpiando para siempre la imagen de esta gran figura del deporte, que triunfó en las carreteras y en la vida.
Bustos de Bartali y Coppi en la pequeña iglesia Madonna del Ghisallo, proclamada en 1948 por el papa Pío XII como la Patrona universal de los ciclistas, representándose el acto a través de una comitiva que portó una antorcha hasta el templo, siendo sus dos últimos relevistas fueron Gino Bartali y Fausto Coppi.
http://es.wikipedia.org/wiki/Gino_Bartali