Número: 245. 4ª época. Año XXII ISSN: 1989-6289
En el mercadillo del puerto de Cunia, entre baratijas y recuerdos de playa, se dice que a veces aparece un objeto extraño: un brazalete hecho de conchas marinas, abigarrado hasta lo imposible, como si alguien hubiera querido encajar más piezas de las que el objeto puede soportar. Las conchas crujen cuando se mueven, producen un sonido irregular, a ratos casi musical, a ratos insoportable.
A simple vista parece un souvenir barato, un adorno que alguien llevaría tras unas vacaciones cutres. Pero los que lo han tenido en la mano coinciden en lo mismo: pesa demasiado para lo que aparenta. Y las conchas, por más que estén golpeadas o sucias, nunca llegan a romperse del todo.
El brazalete no se activa por casualidad. Requiere un portador instruido en la magia, alguien que sepa lo que hace. El procedimiento es siempre el mismo: el portador agita la mano donde lo lleva, primero con suavidad, después con un ritmo creciente. Las conchas comienzan a sonar, un tintineo leve que se transforma en estruendo, como si el mar entero resonara en el objeto.
El portador debe entonar cánticos en una lengua desconocida. Quien ha presenciado el ritual asegura que esas palabras no se parecen a ningún idioma actual, aunque algunos las identifican con rezos antiguos de pueblos costeros ya desaparecidos.
El detalle inquietante es que el ritual no depende solo del portador. Cuanta más gente lo observe, y más crea en lo que está pasando, más rápido y poderoso será el efecto. En soledad, el ritual puede llevar horas y desgastar terriblemente al ejecutor. Ante un público crédulo, basta un cuarto de hora para que algo suceda.
¿Cuál es el poder del brazalete? Aquí empiezan las especulaciones. No hay una única versión sobre qué provoca el brazalete cuando se desata su poder. Tal vez todas sean ciertas y dependa de la voluntad (o el delirio) del portador. Estas son las más extendidas en orden creciente de poder y voluntad para invocar el efecto:
A nivel de reglas, cuando se quiera realizar el ritual, se deberá determinar el grado de dificultad según el resultado que se pretenda. Este GD puede variar dependiendo de los turnos que el practicante esté realizándolo (a más turnos, menos dificultad) y de si existe un cierto número mínimo de personas que lo estén presenciando, y sepan que le están viendo. A mayor cantidad menos GD.
El grado de conocimiento de Cunia oscura que tenga el portador también será determinante en rebajar el GD, siempre y cuando este conocimiento sea, como mínimo, bastante importante.
La diferencia de puntos entre el valor a sacar y la tirada serán puntos que se restarán momentáneamente de sus Puntos de Mente, representando el desgaste que conlleva. Se pase la tirada o no, se disminuirán los PdM.
Si el resultado fuera un crítico solo restará 1 punto y si fuera una pifia, automáticamente el personaje queda a 0 PdM y se desmayará. Los puntos perdidos para pasar de los PdM actuales a 0 serán los asaltos que el personaje necesita para despertarse.
El Brazalete de las mareas no es un arma ni un amuleto de protección. Es una llave. Y como toda llave, abre y cierra lo que quizá era mejor dejar intacto.