Número: 160. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Etimología: BRONTO (Grande) CORNO (Cuerno)
Los primeros rayos del sol acariciaban el inalcanzable horizonte de la sabana naraviense. Las altas hierbas se mecían al son de la suave brisa del este, trayendo el frescor del río y el aroma de las extensas praderas. Y allí, recostado bajo la sombra de una solitaria acacia, un brontocorno se despereza estudiando los alrededores con sus pequeños ojillos oscuros. Aquel era su territorio y el de su familia, y no toleraría, bajo circunstancia alguna, que ninguna amenaza entrara en el.
El brontocorno levantó su pesado cuerpo de más de cuatro varas de longitud, ramoneó algunos arbustos cercanos y comenzó a patrullar la zona, atento a cualquier visita inesperada. En uno de sus costados tenía una vieja cicatriz. En su juventud una partida de cazadoras gardan habían intentado acabar con el. No solo no lo consiguieron, si no que una de ellas quedó rota para siempre a causa de la brutal embestida del brontocorno.
Pero ahora los días de gloria de este viejo animal habían pasado. A sus cuarenta años la vida se le escapaba poco a poco. Y aun así continuaba siendo un contrincante formidable. Cuando veía a un intruso resoplaba con fuerza y golpeaba amenazante el suelo con sus patas delanteras, mostrando el cuerno de su hocico.
Una forma más pequeña pasó a su lado trotando. Aunque sobresaltado en un principio, no tardó en darse cuenta de que no era más que un jovencísimo brontocorno de su grupo que jugueteaba persiguiendo a un insecto. Todo estaba tranquilo y vaticinaba un buen día de paz para ellos.
He elegido al Ceratotherium simum cottoni (más conocido como rinoceronte blanco del norte) como representante para el brontocorno, a modo de homenaje para esta especie que hoy en día, en nuestro planeta, está apunto de desaparecer.
Actualmente tan solo existen tres rinocerontes blancos del norte en todo el mundo (un macho y una hembra). Sudán, el único macho, tiene la avanzada edad de 43 años (esta especie no suele vivir más de 45). Actualmente se está llevando a cabo un proyecto de fecundación asistida (ya que, la reproducción natural ya es totalmente inviable). Sin embargo las esperanzas de supervivencia de esta especie son casi nulas.
Esa es una de las cosas que adoro al escribir Pangea, tener la oportunidad de imaginar un mundo en el que la mano del hombre no ha arrastrado a ninguna especia hasta su casi total extinción. Esperemos que todo salga bien, y mientras tanto imaginemos las extensas llanuras de Pangea, donde cientos de rinocerontes blancos del norte campan a sus anchas.