Editorial

He comentado en alguna ocasión que si hubiera sabido dónde me estaba metiendo, nunca habría fundado la editorial. Cuando digo estas cosas, quién habla, es el escritor que hay en mí y lo hace con disgusto por el tiempo que la labor editorial le quita a la escritura. Sin embargo, he de ser justo. Ser editor es satisfactorio y es un trabajo interesante que cambiaría por muy pocos y, de esos, la mayoría nunca han estado a mi alcance (como ser astronauta). Siempre me quejo de la parte administrativa y burocrática de la profesión, pero tiene otras facetas que son más creativas, más personales, más intelectuales. Me gustan esas partes, me gusta compartir las ilusiones de los autores, me gusta aportar ideas a sus creaciones, me gusta aconsejar, me gusta ser su compañero de viaje. Cuando vendo un libro, me alegro, pero la verdadera alegría es cuando lo publico porque es el final de un camino que ha podido durar meses y años y el principio de otro que siempre espero que dure toda la vida.