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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

La Navidad en 1808

Como podrás imaginar, ya se celebraba la Navidad a principio del siglo XIX, aunque las costumbres eran un poco diferentes y hemos querido publicar este artículo por si quieres incluir esta festividad en alguna de tus partidas.

Lo primero a señalar es que celebrar la Navidad con una fiesta era algo más de los países católicos y que en los protestantes, aunque era festivo, les chocaba que se celebrara de forma especial. En algunos llegaron a prohibirlo a finales del XVIII. Por ello, si en tu grupo de juego hay personajes de varias nacionalidades, su reacción a la fiesta será diferente. Los ingleses lo verán raro (incluso herético) mientras que a los franceses les extrañará lo parco de los engalanamientos. En Francia, por aquella época, empezaban a proliferar los adornos y las guirnaldas en Navidad e, incluso, se empezaba a colocar árboles en Alemania. Sin embargo, nada de eso había llegado a España aún y las celebraciones eran más mundanas.

Antes del siglo XIX, existía la costumbre de pasear, saludar a vecinos y amigos y compartir con ellos bebidas. Fiesta que se alargaba hasta la misa y que continuaba dentro de ella. El papa prohibió estas celebraciones porque estas fiestas no parecían apropiadas para un centro religioso, sobre todo las numerosas chanzas de los borrachos a costa de San José.

Se celebraban varias misas en los días de Navidad y la asistencia a ellas era bastante numerosa. Aunque se faltara a misa todo el año, asistir a la misa de Navidad era casi obligatorio. De todas, la más popular era la misa del gallo y los españoles acudían a ella antes de cenar (la explicación era que así podían comulgar en ayunas). En la iglesia podía haber una representación del Nacimiento. Aún no era un belén como hoy los conocemos (con cientos de figuras y modelos), pero sí se representaba al niño y a los padres, incluso un pesebre, pero poco más.

Los villancicos son canciones populares de las que la iglesia se "apropió" para la Navidad (esto ocurrió en los siglos XVI y XVII) y es habitual que como parte de la liturgia se canten durante la misa. También se puede escuchar a la gente cantándolos en las calles, pero no para pedir el aguinaldo (eso fue después) sino para llamar a la gente a la iglesia. En algunas zonas (Andalucía y Extremadura en especial) era habitual que grupos de coros, con o sin religiosos rezando el rosario, recorrieran las calles cantando canciones con unos pocos instrumentos de percusión, entre los que destacaban las campanillas, razón por las que se les conocía como campanilleros (que da nombre a un villancico aunque este fue posterior); también llevaban zambombas. Los villancicos variaban por regiones y aunque ahora muchos son internacionales (o casi) en 1808 era más habitual que solo se cantaran en su región. Así Bo Nadal y Alá Polá se cantaban en Galicia; Gabonak Gabon o Autxo Porito en el norte vasco; Ay del chiquirritín en la zona de Navarra; Santa Nit o el Rabadá en la zona de Cataluña; Corre, corre al portalico o ¡Alepun! en Andalucía; La Marimorena es de Madrid; Los Pastorets i Pastoretes en Valencia; A Belén tocan a fuego en la zona norte de Castilla y el hacia Belén va una burra en la zona sur de Castilla; los pastores en Extremadura; Dime Niño en Murcia y alrededores; o Una sobre el mismo mar en las Canarias. Muchos de estos villancicos, con algunos cambios en las letras, se siguen cantando a día de hoy.

Tras la misa y los saludos a todos los vecinos, volvían a sus casas a cenar. Las calles estaban a oscuras (no había alumbrado público), pero como era de noche, no era raro ver a la gente con velas o lámparas. En este trayecto (o quizás en el de la ida) la gente aprovechaba para ver otros nacimientos. Algunos hogares pudientes o edificios oficiales como el ayuntamiento podía haber figuras colocadas, pero era algo de ciudades grandes o de grandes terratenientes dueños de pueblos enteros. Era ya una forma de ostentación más que una representación religiosa.

En la casa podía haber una representación del nacimiento algo más modesta, pero en muchas de ellas se conformaban con una figura que representara al niño Jesús que se colocaba en un lugar principal (sobre la chimenea, por ejemplo). La mayoría no podía permitírselo y quizás se conformaban con algo tallado por ellos mismos. Como hemos dicho, no había árboles ni adornos (quizás en casa de algún rico afrancesado haya algunos adornos, pero sin exagerar).

Sí se realizaba una cena algo más opípara que la del resto del año y los platos fuertes solían ser cordero (en las casas pudientes) o pavo (en las menos pudientes). Por otro lado, los acompañamientos de estos platos no se diferenciaban mucho de los actuales (parece que la tradición es persistente), pero, al igual que los villancicos, la cosa cambiaba en función de las regiones. Eso sí, no había marisco (posiblemente les habría dado mucho asco) ni bebidas alcohólicas de alta graduación (ni siquiera había champán o cava). Lo normal era vino y se daba vino aguado a los niños (era un día especial). Lo que sí había eran postres (de nuevo, dependiendo de la región) y en cada casa se prepara alguna variante de mazapanes, de postres con miel e, incluso, turrón. Este, el turrón, ya se elaboraba en Jijona y se vendía en toda España. Era más parecido a lo que hoy conocemos como turrón de guirlache. El turrón "blando" empezó a fabricarse y distribuirse después de la Guerra de la Independencia, pero es probable que ya se fabricara en algunos sitios como postre casero.

Las celebraciones se realizaban el día 24 por la noche, en algunos sitios se prolongaban hasta el día 25 (sobre todo en zonas urbanas) y en estas se aprovechaba estos días para compartir comidas con familias y vecinos, salir por la noche a fiestas bulliciosas. En Bilbao las fiestas se alargaban hasta el día 26, un día al que denominaban la pascuita y que era una excusa para estar un día más de celebraciones.

Por último, no existían los Reyes Magos (y menos Papá Noel) y la tradición de hacer regalos no la habrían entendido. La Navidad era una fiesta religiosa en la que se celebraba el nacimiento del Salvador, todo el mercantilismo llegó después, con los grandes almacenes y Charles Dickens.

Todo lo anterior es un retrato de brocha gorda de las Navidades en España a principios del siglo XIX, pero debes tener en cuenta que había una guerra y que muchos de los ciudadanos no tendría ganas ni medios de celebrar nada, como mucho, misa y cena.

 

 

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