Llego hasta aquí
La Cadena está hueca
Xâlin, Solario 1547
Lo primero que les indicó que aquella no era una cadena normal, aunque aumentada de tamaño, fueron las estructuras metálicas que sobresalían de ella. No quedaba claro su uso, pero había cierta regularidad en su disposición. Además, aquello les hizo darse cuenta de algo que deberían haber adivinado: los eslabones eran más grandes. ¿Cuánto llevaban descendiendo? Sentían que los flotadores de tillium tiraban de ellos hacia arriba, pero nadie estaba dispuesto a quitárselos todavía. La cadena oscilaba con peligro movida por las corrientes de aire, un mal paso y acabarían perdidos en el Vacío.
De repente, dos de esas estructuras metálicas custodiaban un agujero con forma de arco de medio punto. Había herrajes en uno de sus laterales, pero sí sostenían una puerta, hacía tiempo que había desaparecido. A pesar de que la oscuridad no invitaba a pasar, descender por el interior de la cadena siempre era mejor que seguir haciéndolo por el exterior. Además, aquello era algo que esperaban. Siguro les había contado las historias de un asentamiento que vivía dentro de las cadenas.
El interior estaba Vacío y tuvieron que seguir descendiendo con cuerdas para continuar. Utilizaron las vigas metálicas de la entrada para sujetar la cuerda y, por fin se decidieron a quitarse los chalecos. En el interior de la cadena no daban seguridad y sus intentos de volver a la altura de los continentes dificultaban cada vez más sus esfuerzos. En teoría, ahora, si se caían, solo caerían un eslabón de altura y no eternamente.
En la parte inferior del eslabón encontraron restos podridos de maderas y objetos que no supieron identificar, pero, también, la forma de continuar. Un agujero en lo que ahora era su techo, permitía el paso al siguiente eslabón. La unión no era perfecta y la luz del exterior parpadeaba con el balanceo de la estructura.
Subir hasta allí les costó un poco más de lo esperado. En el siguiente eslabón descubrieron estancias, pero como la cadena estaba caída, las paredes se habían convertido en suelo y este en paredes. Saltando de puerta en puerta podían descender, pero no dejaban de curiosear las habitaciones. Si había habido algo, otros se habían encargado de llevárselo. De hecho, encontraron uno de esos otros en uno de los cuartos. Una flecha le había clavado a una mesa (o puerta) y el dardo aún retenía sus huesos en el lugar.
Acceder al siguiente eslabón fue más sencillo. No solo porque había ventanas que iluminaban el camino, sino porque parte de la vieja estructura se mantenía en pie y pudieron utilizarla para encaramarse. La estructura de los eslabones hacía que para poder bajar tuvieras que subir. En su vieja posición debía haber sido igual de extraño porque para poder avanzar, tenías que retroceder.
-Extraño sí -apuntó Roba -, pero forma un excelente sistema de defensa.
Y justo al decir aquellas palabras, una flecha se clavó encima de su cabeza mientras unos sonidos guturales ascendían desde el fondo…