Llego hasta aquí
La flota perdida
Es un cuento que los viejos marineros utilizan para asustar a los novatos. Una amenaza de una fantástica flota formada por una decena de barcos de la época del Emperador y las grandes exploraciones. Con el tiempo y siempre según la narración de estos viejos lobos del Vacío, la flota ha ido creciendo porque cada aeronave que se pierde es atrapada y unida al colectivo donde sus marineros, desesperados por no poder tocar tierra, se vuelven criaturas muertas en vida y sus llantos se oyen como crujidos en la lejanía.
Lo que esos narradores de cuentos no saben es que la Flota Perdida existe de verdad y tiene su origen en una expedición financiada por el Emperador para descubrir el fin del mundo. Los eruditos de la época creían que alrededor de Eriloe existía una tierra que rodeaba a todas las tierras conocidas y hacía de borde o contención de toda la bruma del Vacío. Era la explicación más que toda la bruma que se ve al navegar no se dispersara, como ocurre con las nieblas matinales o con las nubes tras la tormenta.
La flota estaba formada por una gran nave capitana y cuatro barcos de acompañamiento de menor tonelaje y mayor velocidad que, podían, en caso de necesidad, aproar otras direcciones y realizar búsquedas concretas mientras las naves realizaban su camino. Comandaba la flota el almirante Corlero, un elfo de noble cuna que si bien era un gran administrador en temas navales, le faltaba cierta experiencia en la navegación misma. Su segundo, Asario, un humano de Falîn, sin embargo, tenía esa experiencia, pero le faltaba la noble cuna para comandar las naves. La relación entre Asario y Corlero no era buena incluso antes de partir y la cosa se fue complicando según navegaban.
Fue esta diferencia de criterios, este dar órdenes a las tripulaciones a dos voces, las responsables del día más amargo. La flota estaba circunnavegando la costa norte cuando encontró una zona de rocas a la deriva. Corlero pensó que había suficiente espacio para continuar y evitarse un rodeo que podría llevarles días, pero Asario pensó que era una locura y uno y otro dieron órdenes contradictorias al timonel y al velamen. La consecuencia es que los bajíos de la nave quedaron destrozados y gran parte de la tripulación cayó al vacío. Tres de las otras naves sufrió la misma suerte al intentar rescatar a los supervivientes, pero la cuarta sí consiguió sortear el peligro bajo las órdenes de Asario (Corlero había caído al Vacío al trasbordar de una nave a otra). Esta nave volvió a puerto tras varios meses navegando escasos de alimentos y agua y con casi todos los supervivientes enfermos, muchos no llegarían a recuperarse.
En aquellos días, muchos creyeron que el fin del mundo no quería ser encontrado y que el destino de las naves había sido una advertencia. Los marineros, de espíritu supersticioso, se negaron a formar parte de cualquier nueva expedición al fin del mundo. Sin embargo, el emperador no se dejó engañar y realizó un proceso sobre lo sucedido. Asario fue condenado a muerte por motín (y por arrojar al comandante al Vacío según algunos testigos).
El capricho de las corrientes del Vacío hizo que los barcos se separaran de las rocas y volvieran al mundo conocido. Sus aparejos estaban enredados por los intentos de abordaje y juntos, como una isla flotante de madera, empezaron a aparecer y desaparecer de la vista de los navegantes, dando lugar a la leyenda.
Es probable que las corrientes inferiores del Vacío empujen a los pecios hundidos hacia el mismo lugar y que, por eso, con cada nuevo avistamiento la Flota Perdida, parezca más y más grande. Aunque quizás, también sea cierto que hay supervivientes que se alimentan de los cadáveres de los pecios perdidos.