Llego hasta aquí
Demonio en el abismo
Xalîn, Lluvio 1547
Y como habían imaginado, algo oscuro y retorcido se escondía en las tinieblas de aquellos pasadizos bajo la biblioteca. Un ser de odio que impregnaba los abovedados pasadizos y el alma de la gente que cometía el error de internarse en ellos. Encontraron un primer cadáver tras bajar por unas escaleras que no invitaban al tránsito, tras descender un poco más animados por el "solo estamos mirando".
Valtar y Tempesta no estaban solo mirando y en la biblioteca quedaban Gorusa y Roba, ignorantes de la aventura que corrían sus compañeros por cuenta propia. ¿Se enterarían alguna vez de su destino si les pasaba algo? Ambos creían que sí, que harían algo por encontrarles, que la muchacha que les había señalado el camino, también se lo señalaría a ellos. A pesar de esta pequeña duda, siguieron adelante.
—La energía mágica fluye por este lugar —afirmó Tempesta que podía verla como si fueran corrientes de agua aún más negra que donde estaban— y parecen hundirse aún más y más en el interior de la ciudad. La última vez que vi algo parecido estábamos en Ôs, pero no es el origen de ese cadáver, su muerte es mundana, animal.
—¿Seguimos? —preguntó Valtar quién ya no estaba tan seguro de si aquello era buena idea sin los demás. Echaba de menos los firmes y ruidosos pasos de Gorusa.
—Seguimos —afirmó Tempesta, más para sí mismo que para su compañero.
Un nuevo descenso, más profundo y complicado, a través de una escalera de madera y el olor a putrefacción era más intenso. Seguir el rastro del demonio no sería complicado. Había múltiples arañazos en paredes y techos y varios amenazaban con derrumbarse por el maltrato sufrido.
En su viaje encontraron algunas ratas y acabaron con ellas; y algunas arañas y también dieron cuenta de ellas. No parecían criaturas capaces de provocar aquellas marcas en las paredes, ni les supusieron un reto que acabara con sus ganas de exploración.
Tras varias salas y desilusionantes encuentros, sin nada que mostrar a los de arriba, alcanzaron una sala circular, sujeta por ocho columnas de liso fuste y cuyos capiteles en formas de hojas. Entre las columnas y las paredes se creaba un pasillo circular de unos cinco pasos y en el interior, con tres pequeños escalones que seguía el perímetro circular se formaba un hueco por debajo del suelo. Estaba cubierto de ramas y restos y era el origen de aquel olor tan nauseabundo.
En su interior dormitaba enroscada una criatura de piel negra y brillante con la cabeza triangulas y que sacaba en ocasiones una fina lengua para olisquear los alrededores. Habían encontrado al demonio