Llego hasta aquí
El Cazador de Dragones
Xalîn, Lluvio 1547
El secreto de la Tumba de los Susurros quedó al descubierto y el triste destino del hijo del anciano de Xâlinsu quedó desvelado. Nunca más volvería a verle, pero, al menos, ya podría descansar tranquilo. El hijo llevaba un anillo en uno de sus índices y entregárselo fue la prueba que necesitaba para creer lo que le contaron. Con lágrimas en los ojos y agradeciéndoles la cortesía, les habló de un misterio aún más grande que el de la Torre de los Susurros.
A su padre se la había contado su padre y a este el padre de este y así desde una época que todos parecían haber olvidado a conveniencia. En esos años, las grandes criaturas del Vacío aún rondaban las islas como esperando que se fueran a precipitar y así devorar a quién en ellas habitaba mientras caían. Pero también fue en esa época cuando llegó del norte Curansu de quién se decía que era hijo de un hombre y una gigante y que había heredado la fuerza bruta de ella y la astucia de él. Curansu se ganó cierto renombre como cazador de bestias y aún solo era capaz de enfrentarse a los osos y a los lobos en solitario. Algunas criaturas salvajes se extinguieron en esos años gracias a su hacha barbada de largo mango, pero que manejaba con una sola mano como si fuera tan ligera como una pluma.
Sus hazañas llegaron a oídos del gobernante de las islas y le hizo llamar a una audiencia para proponerle que acabara con aquellas criaturas del Vacío que ponían en peligro el reino y, y esto lo dijo el anciano en un susurro, sus negocios porque ningún barco se atrevía a acercarse a la isla. Y Curansu aceptó el reto y se dirigió a Pel y, desde allí, descendió por las cadenas y se enfrentó a las bestias.
Nada se sabe de la batalla, pero Curansu salió victorioso y las bestias desaparecieron. Él nunca regresó. Hay quién piensa que murió en la batalla, otros dicen que, cobrada la recompensa, se llevó a sus criaturas y partió con ellas al norte, y quién cree que allá abajo encontró un mundo de criaturas y pasó el resto de su vida combatiéndolas…
-¿Y tú qué crees, anciano? -interrumpió
-Yo creo que la respuesta está bajando por la cadena.