Llego hasta aquí
3x02 - El Caminante
Viajar solo por Pangea es una temeridad. Lo más fácil es que algún depredador acabe con tu vida mientras duermes o mientras transitas por algún lugar peligroso, también puedes ser víctima de un accidente y que nadie te socorra o que algún grupo desaprensivo acabe con tu vida. Un viajero solitario se esconde, se esconde por su vida. Es muy raro verlos por los caminos y las caravanas, cuando esto ocurre, se ponen inmediatamente en guardia: quizás sea una añagaza para atacarlos cuando se confíen o, peor aún, quizás sea un engendro del Wukran dispuesto a devorarlos.
La caravana del Lobo se detuvo cuando descubrieron a aquel mendwan haciéndoles señales en mitad del camino. Todos adoptaron posiciones defensivas en torno a las bestias de carga, incluso los esclavos agarraron palos para defenderse y defender la carga. El último ataque, nada más salir del refugio de invierno, había sido realmente duro. El líder de la caravana se adelantó unos pasos y, sabiéndose cubierto por Aarthalas, hizo señal al viajero para que se acercara.
Y así lo hizo, jovial y tranquilo, con un andar confiado de quién no teme qué pudiera pasarle. Al llegar a la altura de Lobo, este comprobó que el extraño no era ni joven ni confiado. En su cara había arrugas y cicatrices y llevaba interesantes armas atadas a diversas partes de su cuerpo, el cual parecía fortalecido por una larga vida a la intemperie.
—¿Viajáis solo? —preguntó con brusquedad Lobo.
—Es la única forma de hacerlo rápido —respondió con sinceridad el extraño.
—¿Y dónde vais tan rápido?
—A todas partes.
—¿Con qué objetivo?
Lobo le escrutó sin estar seguro de si confiar o no en él. Si le molestó el interrogatorio, no dio muestras de ello y contestó:
—Contar mis viajes.
Slissu se había deslizado hasta ellos por la espalda del viajero y con su extraña voz añadió a la explicación:
—He oído hablar de ellos —El hombre se asustó y descompuso un instante el gesto. No había advertido la llegada de h`sar y aquello agradó a Lobo. Parecía un mendwan, un simple mendwan. Slissu continuó su explicación—: Viajan de grakin en grakin y ofrecen su conocimiento sobre las tierras que han explorado. Son como guías que te informan de los lugares a evitar, de los caminos peligrosos y de las personas que encontrarás más allá.
—Nos llamamos caminantes —apuntó el extraño.
—Bien caminante —concluyó Lobo—, ¿qué deseas de nosotros?
—Veo que os dirigís al desierto —les sorprendió—. Puedo acompañaros algunas jornadas y a cambio de comida y agua contaros las cosas que os encontraréis en vuestro viaje.
Era un trato justo y lo aceptaron y en torno al fuego nocturno del campamento, la caravana oyó hablar de los escorpiones de fuego, de los durk, de los pueblos engullidos por la arena, del paso de Malacas, de los oasis del mediodía. Algunas cosas ya las conocían, pero otras les sorprendieron y tomaron buena nota de ellas.
Sí, un trato justo.