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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

2x09 - El encargo de Ursus (primera parte)

Dos figuras parten un puño antes del amanecer, uno es un lobo, la otra un pantera, y si a esas horas de la noche hay guardias en las entradas de Aguaclara, ninguno comete la insensatez de intentar detenerlos. Se alejan hacia el este, pero cuando la ciudad se ha perdido tras las colinas, giran al norte en silencio. A la espalda de él, un objeto pesado golpetea contra sus caderas a cada paso.

Mientras tanto, en Aguaclara, se queda el resto de la caravana y empieza a comerciar con los productos, numerosos y buenos, que transportan. Kel lleva la voz cantante y es bueno con los trueques y las conversaciones y, poco a poco, su voz se va imponiendo a otros comerciantes. Eso llama la atención de algunos rufianes, los que vienen a robar descubren que Motaas es joven, pero fiero; y los que vienen a cobrar supuestos impuestos de comercio, descubren que Slissu hace algo más que serpentear y que sus sibilantes maldiciones pueden hacer que la sangre huya del rostro de los guerreros más audaces. Adebbi aún no interviene y lo observa todo con una ligera sonrisa de satisfacción. Su mirada de ojos oscuros aleja más de un problema antes de que se fragüe en la mente del incauto.

La pareja de viajeros se adentra en una zona de quebradas y túmulos y sus pasos resuenan entre las piedras como una presencia intrusa. Les observan, lo saben, pero no hacen nada por ocultarse. La lanza de Lobo es un salvoconducto, solo un loco se internaría en este lugar portando un arma de hierro a la que no tuviera derecho.

Durante la cena, Adebbi les cuenta a los demás lo que ha podido descubrir durante el día. Ursus está enfermo (eso ya lo sospechaban) y hay varios pretendientes al trono de Ursus. Si aún no le han retado es porque el chamán de Aguaclara ha prohibido las visitas, pero no podrá mantener esa prohibición mucho tiempo y, mientras tanto, cada pretendiente se está encargando de encontrar prosélitos para su causa. Aguaclara sin Ursus no sobrevivirá razonan los miembros de la caravana y, sin darse cuenta, acaban de apuntarse a un bando, al perdedor, salvo que lo remedien.

Tras varias jornadas de fatigoso viaje sin descanso, ¿cuánto puede caminar una dwandir sin dormir? , llegan a una enorme puerta tallada en la roza. No tiene hojas, ni nada que trabe el paso. Es solo una entrada cuyo dintel ha sido tallado antes de que el mundo fuera uno. El musgo puebla sus hendiduras, y una higuera cuelga cercana arraigada en un hueco imposible. El breve rumor del agua se escucha en el interior.

-Huele a promesa de sangre -confiesa Lobo y entran.

 

 

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Cita

«Borrad Belgrado de la faz de la tierra.»

Hitler