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El caminante verde
El caminante verde es una planta de Pangea similar a las palmeras en su estructura aunque recuerda mucho a las higueras o a los ficus por sus raíces. Estas, en gran número y no más grande de un puño, sujetan un tronco que alcanza las cuatro manos de varas de altura y en cuya copa están las hojas que parecen planas y grandes, como las de los ficus, pero que en realidad están formadas por muchas hojas más pequeñas. También parece tener hojas en el tallo, pero, en realidad, se trata de otras plantas que requieren poca tierra y que crecen en las oquedades formadas por las raíces aéreas. A estas plantas se las conoce como pasajeras y tienen las hojas alargadas y estrechas.
La característica más notable del caminante verde es que camina, de ahí su nombre. La planta tiene la capacidad de cambiar de lugar lanzando raíces aéreas hacia delante y liberando (o abandonando) las que quedan detrás. No es algo que haga a gran velocidad, pero si es visible de un día para otro. Se calcula que pueden moverse una vara cada día o más. Su movimiento es siempre en respuesta al viento, el agua, la luz solar o a alguna condición climática que les afecte.
A los caminantes verdes también se les conoce como pastores del bosque porque allá donde habitan los bosques son frondosos y crecen muchas plantas a su alrededor. Esto es consecuencia del propio movimiento del caminante que va removiendo la tierra por la que pasa y crea condiciones optimas para que otras semillas germinen. Para las supersticiosas gentes de Pangea, el verdor y la exuberancia vegetal que les acompaña es consecuencia de los árboles a los que creen unidos íntimamente a Taga, razón por la cual son muy respetados: Se les considera unas criaturas sagradas y utilizar sus maderas o sus hojas está prohibido (y castigado con severidad).
El mayor peligro de los caminantes verdes es que se mueven y no son buenas referencias para orientarse. Andar por un bosque o una jungla con estos palmerales viajeros hace que sea más fácil perderse en ellos, sobre todo para los viajeros ajenos a la zona que no conozcan esta planta.
Los chamanes recogen las plantas pasajeras que los caminantes llevan en sus regazos para llevarlas a sus chozas o cuevas y colocarlas en la entrada en un pequeño recipiente o agujero en la piedra. Son muy fáciles de cuidar y sobrevivirán con un poco de agua, incluso con la humedad ambiental. Las hojas alargadas desprenden una sustancia parecida a la resina suyo olor es un fantástico repelente de insectos. No se puede aprovechar para preparar ungüentos porque pierde sus propiedades al separarse de la planta, pero si la planta está viva, ningún insecto cruzará la puerta. Las plantas pasajeras viven en simbiosis con los caminantes. Estos las mueven a lugares húmedos y las protegen del sol y el viento y, a cambio, mantienen alejados a los insectos y arácnidos.