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El mazo de Boros
El mazo de Boros es una portentosa arma que, según las historias que cuentan los brontos a la luz de la hoguera, perteneció a Boros, el gigante más grande y malvado de todos cuantos han hollado Pangea. Se cuenta que el propio Boros lo fabricó empleando un árbol sobre el que cayó un rayo, el cual tornó el tronco de color oscuro, dotándolo de una extremada dureza. Otras versiones de la historia afirman que, en realidad, no se trata del tronco de un árbol, sino del hueso de una descomunal criatura wukránica a la que Boros dio muerte en lo más profundo del Bosque del Invierno Eterno. Por último, también hay quienes aseguran que el mango del mazo era completamente ordinario, pero que la roca atada a su extremo habría caído del cielo, estando formada por un único bloque de hierro.
Sea cual sea la realidad, se cuenta que tras la muerte de Boros (ver ), su mazo fue entregado a la hermosa Asna como resarcimiento por las penurias por las que había pasado a manos del villano.
Lo que el relato no cuenta es que cuando Asna regresó al clan de su madre para recuperarse de la experiencia, estaba encinta. En efecto, Asna quedó preñada durante su cautiverio a manos de Boros y, aunque hubiera podido haber abortado, escogió seguir adelante con su embarazo. A su debido tiempo alumbró una niña, un bebé de enorme tamaño, cuyo parto fue extremadamente largo y complicado. Asna murió pocas horas después de dar a luz, a consecuencia de un desangramiento provocado por tan penoso parto. Tan solo la madre de Asna supo con certeza quién era el verdadero padre de la niña, un hecho que ocultó a los demás brontos del clan. De hecho, si el fruto de la semilla de Boros no hubiera sido una preciada hembra, la anciana probablemente hubiera ahogado al bebé en el río esa misma noche, tal era su odio hacia el monstruo que había osado mancillar a su hija. Sin embargo, finalmente respetó los postreros deseos de su hija con respecto a la niña y la crio como si fuera suya, llamándola Nora.
Cuando Nora se sometió a su rágaba (ceremonia de mayoría de edad), su abuela le hizo entrega del mazo de Boros como parte del ajuar con el que fundar su propia familia. Nora tenía pensado entregárselo a su primer hijo varón cuando éste cumpliera la mayoría de edad. Cuando era pequeña, un chamán le había profetizado que de su linaje nacería un gigante con el tamaño de su padre y la inteligencia de su madre; un mesías que, con la fuerza de su brazo, unificaría a todos los clanes brontos y cambiaría para siempre la faz del mundo.
Sin embargo, la estirpe de Asna parece estar condenada a sufrir un aciago destino, como si la maldad del vil Boros siguiera atormentando a las descendientes de la mujer que provocó su muerte: casi dos manos de generaciones se han sucedido desde la muerte de Nora y el primer alumbramiento siempre ha traído consigo la muerte de la madre, debido al gran tamaño del bebé. Además, los vástagos nacidos siempre han sido hembras, perpetuando de este modo la maldición. De hecho, tanto tiempo ha pasado que incluso la última descendiente de Asna ha olvidado quién es y la sangre de quién corre por sus venas…
Durante todo este tiempo, el mazo de Boros ha permanecido escondido y olvidado al fondo de una u otra cueva, enterrado entre los enseres destinados a ser entregados a alguna joven bronto como ajuar durante su rágaba. Por supuesto, un arma tan magnífica llama la atención de cualquier guerrero, así que, en ocasiones, el mazo ha sido usado por un varón bronto que lo ha cogido sin permiso de la matriarca del clan. Sin embargo, todos los brontos que lo han blandido han caído en batalla frente a sus enemigos (aunque el mazo siempre ha podido ser recuperado). Al parecer la maldición de Boros incluye el hecho de que nadie excepto él puede blandirlo…