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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

Benito Ramón Hermida Maldonado

Benito Ramón Hermida Maldonado

Nació el 1 de Octubre de 1736 en Santiago de Compostela en una familia acaudalada, hijo de un notario, pudo cursar estudios en la Universidad de Santiago de Compostela y licenciarse y doctorarse en Leyes y Cánones. Más tarde sería catedrático de Decretales en dicha universidad, puesto que ocuparía hasta 1760 que se le nombró Juez de Imprentas y Librerías en el Reino de Galicia. Se convertiría en oidor de la Chancillería de Granada en 1768 y, ese mismo año, se convirtió en Regente de la Audiencia de Sevilla.

En Octubre de 1974 se le nombra Juez Visitador general de todas las Iglesias y Fundaciones del Obispado dedicando cinco años a visitar y detallar los problemas a los que se enfrentaban las diferentes iglesias del obispado almeriense. El informe de su trabajo, entregado a la Cámara en marzo de 1779 es detallado y profundo y hoy día es un documento de consulta sobre el estado socioeconómico de Almería de la época (Nota: su informe fue publicado en 1791 con el nombre de Providencias). Se indicaban en dicho trabajo diversas actuaciones que debían realizarse (como la ampliación del hospital) y algunas de estas le fueron encargadas a él mismo (como la ampliación del hospital).

Fue nombrado fiscal de la Cámara de Castilla en 1792 y es en esa época cuando traba amistad con algunos ilustrados como Floridablanca o Jovellanos. Su animadversión hacia Godoy provocó que fuera jubilado de su cargo y desterrado en 1802. La causa de su destierro fue el excesivo celo en defensa de los privilegios e inmunidades eclesiásticas, pero la verdadera razón fue su simpatía por Jovellanos y el movimiento ilustrado (es decir, motivos políticos). Dicen que en esta época era un hombre muy enérgico, con fuerte personalidad y sensible ante los problemas sociales, aunque siempre desde posiciones de defensa de la iglesia. Fue un ilustrado reformista, pero dentro de esta corriente estaba entre los más conservadores y firme defensor de las prerrogativas de la iglesia frente al Estado.

Se refugió en Zaragoza donde acabarían sorprendiéndole los franceses y la guerra. La Junta Central le rehabilitó, junto a Jovellanos, y le nombró Consejero del Rey y Secretario de Estado (el equivalente a ministro) de Gracia y Justicia. Finalmente sería diputado por Galicia en la cortes de 1810 y sería el primer presidente de las Cortes de Cádiz, aunque sólo estuvo un día, el 24 de septiembre, en el puesto. Fue elegido de forma provisional para la primera sesión en la que se elegiría de forma definitiva el presidente. Perdería esta votación por solo cinco votos (sobre un total de 95) frente a Ramón Lázaro de Dou y de Bassols (diputado por Cataluña que se convirtió así en el primer presidente electo de las Cortes de Cádiz y diputado por Cataluña). Benito Ramón Hermida permaneció en las Cortes y realizarían una intensa labor entre la que siempre se destaca su defensa de la libertad de impresión y la eliminación de la censura previa. Sin embargo, fue un firme defensor de la validez judicial de la tortura como prueba y se opuso a la supresión de la Inquisición. Ello no le impidió, sin embargo, votar a favor de la Constitución de 1812.

En los últimos años compaginó su carrera política con la escritura. Sus obras, sin embargo, son bastante políticas, como por ejemplo: Pensamientos militares de un paisano publicada en Sevilla en 1808, Observaciones encaminadas a desengañar e instruir a los diputados en las Cortes Extraordinarias publicada en 1812, Último recurso de la nación española para conservar su existencia, deducido de la historia de nuestras regencias publicado en Santiago en 1813. Sin embargo, en el último año de su vida publicaría en Madrid una traducción en verso de El paraíso perdido de John Milton, un clásico de la literatura inglesa con un fuerte contenido religioso (trata de la expulsión de Adán y Eva del paraíso).

Moriría en Madrid en 1814 a la edad de 78 años. Según las fuentes consultadas, murió casi en la indigencia, sin apenas recursos.

 

 

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Cita

«Sí, hemos desertado, pero no hemos abandonado nuestras creencias. La República es nuestro hogar y siempre lo defenderemos.»

Furis de la Rosa