Llego hasta aquí
Lobo va hacia el sur
Con las reservas repuestas después de la Gran Cacería y habiendo devuelto algunas afrentas del pasado, la caravana de Lobo emprende el camino hacia el sur. El frío va desapareciendo según avanzan y los caminos están rebosantes de hierba. Patas, Bigotazos y Perezoso ramonean a discreción con las tiernas hojas que asoman al borde del camino. Esta tranquilidad se extiende a toda la caravana e incluso los esclavos parecen contentos de viajar hacia tierras más amistosas y cálidas. A lo lejos, en los prados, se ven algunos grandes herbívoros, pero Lobo decide dejarles en paz. No podrían cargar con ellos si les dieran caza.
Aarthalas es la única del grupo que no sonríe, aunque en ella no es tan extraño. En esta ocasión, sin embargo, su rostro es más sombrío que de costumbre. Lobo, para quién estos detalles no pasan desapercibidos, ajusta su paso para acercarse a ella y camina en silencio esperando que sea la dwandir quién se decida a hablar. No lo hace, pero cuando el camino asciende ligeramente y se impone sobre el paisaje, sus ojos le señalan a Lobo hacia el este. El veterano comerciante mira sin hacer preguntas y, entonces, lo ve. Una pequeña roca, no más alta que una vara, con una calavera sobre ella y a unos cientos de pasos del camino. "¿Qué es?" interroga con la mirada.
- Antes esta fue una tierra de bosques - responde la dwandir. Algo o alguien desforestó toda la zona. Quizás un incendio o una manada de animales gigantes. Esas señales se utilizan entre mi gente para marcar la zona de los clanes. Si aquí vivió un clan, quizás estemos rodeados de difuntos suyos cuerpos no volvieron a la tierra.
Y la dwandir no dijo nada más. Por la noche acamparon a unos pasos del camino, encendieron una hoguera y Kel recitó algunas canciones picantes que había aprendido con los amigos de Lobo, pero ni siquiera el animoso tikki consiguió desgarrar la fría atmósfera de la noche.
Una ligera niebla empezó a crecer en los pastizales y poco a poco, se fue transformando en una barrera. Sólo se apreciaba su blanquecina transparencia. Un sonido, como si una garganta gritará más allá de lo posible, calló al campamento. Lup y Fron se acercaron más al fuego y Bim, Birco y Sim sacaron sus armas. Lobo les imitó, aunque despacio, sin quitar la vista de las sombras danzarinas que se adivinaban tras la niebla.
- El clan fantasma - murmuró Aarthalas - no dejéis de mirarles y no se acercarán.