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Caravanas ogras
Los ogros son una raza pendenciera, belicosa y cobarde que infesta la superficie del continente. Eso lo sabe incluso el habitante más humilde y menos viajado de Pangea, aunque no haya visto un ogro en su vida. Lo que muy pocos habitantes de Pangea saben, incluyendo a aquellos que están más que acostumbrados a viajar, es que los ogros son un pueblo culturalmente avanzado y que una de las formas de expresar esa cultura es a través del comercio entre poblados.
Las caravanas ogro están por lo general compuestas únicamente por ogros. Esto se debe a dos razones: la existencia de perjuicios asentados a lo largo de los inviernos contra ellos y la especificidad geográfica en la que se mueven (únicamente por regiones donde las concentraciones de gente de su raza sea elevada). Teniendo esto presente, en ocasiones se ven otras razas cooperando con estos grupos. Laceros y tramperos tikki, guardianes gardan o cocineros, curanderos o escribanos humanos son hasta cierto punto comunes en una caravana ogro. Esto contribuye (sobre todo en el caso de humanos) a suavizar la hostilidad a la que hacen frente estos grupos de comercio, pero no la elimina de ninguna de las maneras. En ocasiones, esa hostilidad es merecida: los ogros, por encima de cualquier otra raza (incluyendo aquí a los fríos e industriosos h'sar) destacan en el comercio de esclavos y de hecho, una de cada tres caravanas suele dedicarse a esta actividad.
El capataz no es el ogro que pueda abrir más cráneos. A pesar de esta opinión popular, es el que, con ardides y artimañas dialécticas, puede hacer que el ogro que más cráneos abre acepte trabajar para él. Un ogro con esas capacidades puede convertirse en uno de los miembros más exitosos de su raza y el hecho es que muchos de los caudillos tribales proceden de este trasfondo comercial, no guerrero.
Los ogros comercian habitualmente de manera exclusiva con ogros, ya que es entre los suyos donde puede hacer negocio con tranquilidad. Comercian con muchas cosas: desde artículos básicos hasta armas u objetos de lujo, como ámbar, hierro o pedazos de rabia de las montañas, un mineral de color rojizo que se produce tras la escoria lanzada por los volcanes en erupción sobre la tierra. Son muy abundantes en la Tierra de los Volcanes y muy difíciles de conseguir, por lo tanto muy apreciados. Se suele utilizar para multitud de cosas: decorar una casa, joyas para las esposas, armas de caudillos, rituales de adivinación, etc.
Cuando los ogros comercian con otras razas, lo hacen en los poblados de la periferia de sus territorios y en muchas ocasiones a través de miembros de la caravana de otra raza, al menos el primer contacto, para suavizar las relaciones que de otro modo serían tirantes cuanto menos. Comerciar con ogros por lo general, es muy beneficioso, para sorpresa de aquellos que aceptan hacerlo: Tienden a ofrecer material extra como regalo (fidelización del cliente, diríamos ahora) en cada transacción, como muestra de buena voluntad y honradez. Así, por algo de frutas y pescado están más que dispuestos a entregar armas o pieles de calidad, por ejemplo. Sorprendentemente, este truco (generar confianza y asaltar luego el poblado para venderlos como esclavos, por ejemplo) no es utilizado por caravanas menos honradas… por el momento.
Los ogros tienden a adquirir también sustancias alucinógenas o alcohólicas con sorprendente regularidad. Sea por los chamanes, sea por la vida disoluta de los ogros, el tráfico de estas sustancias entre ellos está a la orden del día. Otro artículo que consideran un lujo es la carne de caballo. Parece ser que la carne de este animal les es de agrado a su paladar y que combinado con ciertas especias que ellos conocen, la hacen aún mejor. Los cocineros ogros son muy reputados debido a esto.