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Fusiles en las guerras napoleónicas
Los fusiles con que se armaron los ejércitos napoleónicos, con llave de chispa o sílex, eran muy parecidos en todos los ejércitos y con apenas evoluciones desde principios del siglo XVIII. La calidad de fabricación variaba en función del país y sus recursos. Así los fusiles rusos tenía fama de estar mal fabricados, los españoles de ser muy resistentes y los ingleses de ser los más fiables, dadas las exigencias impuestas a los armeros por parte de los ingenieros británicos.
El fusil de infantería medía unos 150 cm. sin bayoneta, y pesaba unos 4,5 kilos. La secuencia de carga y disparo era compleja, y requería una instrucción concienzuda de los reclutas. La repetición de los movimientos de recarga eran ensayados hasta la saciedad para que pudieran ser realizados instintivamente en medio de las batallas.
La secuencia de carga era la siguiente:
Muchas cosas podían ir mal en este proceso, sobre todo en medio de una batalla.
Los fallos más comunes por parte de los soldados eran derramar la pólvora de la cazoleta (con lo que las chispas del pedernal no tendrían donde prender), introducir dos o más cartuchos en el cañón y reventarlo (sucedía en situaciones de estrés de combate) u olvidarse de sacar la baqueta y dispararla junto con la bala con lo que se quedaban sin una herramienta clave para volver a cargar el fusil.
También existían fallos debidos al clima o a problemas mecánicos. Si el tiempo era lluvioso, el pedernal podía no inflamar la pólvora húmeda; si el sílex no estaba adecuadamente tallado o colocado no saltarían chispas; si el oído era muy estrecho, podía obstruirse; e incluso los restos de combustión de la pólvora negra y el papel de los cartuchos acababan por obstruir el cañón.
Un soldado bien entrenado podía disparar cinco veces por minuto pero en combate lo normal era una cadencia de dos o tres disparos por minuto en el mejor de los casos. Pero en medio de un combate la disciplina también era importante, ya que eran frecuentes los casos de descoordinación a la hora de realizar los disparos, saltándose las órdenes de los superiores, haciendo poco efectivas las distintas descargas.
Los fusiles tenían un gran retroceso que podía llegar incluso a dislocar un hombre. Para remediarlo los soldados tiraban apara te la pólvora del cartucho pero se acortaba la distancia de alcance.
La precisión en el combate era muy baja ya que al no tener rayado en el ánima, la trayectoria era imprecisa. Aunque el alcance teórico efectivo era de unos 200 metros, a más de 75 metros se perdía gran parte de la efectividad. Por lo tanto eran clave la primera descarga, con fusiles limpios, poco humo que limitara la visibilidad, carga correcta y con la posibilidad de hacer las descargas masivas al completo. La clave para garantizar su eficacia era el disparar una gran cantidad de fusiles de manera concentrada y a muy poca distancia.