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Medicina en el campo de batalla en la época napoleónica
Los servicios médicos durante la época napoleónica eran muy básicos. Apenas había conocimientos sobre la higiene, los antibióticos no existían y el tratamiento más usado para las heridas graves sufridas en la batalla era la amputación.
La posibilidad de que un soldado herido durante una batalla acabara muerto por una infección era muy alta debido a las circunstancias que rodeaban el conflicto como la sed, la falta de alimentación, el dolor, la pérdida de sangre y/o los insectos.
Condiciones de trabajo
En la época napoleónica la higiene como la conocemos hoy en día no existía. Los hospitales de campaña estaban masificados, con poca ventilación y mucha suciedad. Los soldados apenas cuidaban su higiene personal.
Además la esterilización de las herramientas de los cirujanos era inexistente. Usaban los mismos bisturís y agujas para todos los heridos, y los limpiaban en el mismo recipiente de agua una y otra vez, en el que la mayoría de las veces además lavaban sus propias manos.
Todas estas condiciones eran el caldo de cultivo para gérmenes e infecciones que llevaron a morir a los heridos en las batallas de distintas enfermedades que poco tenían que ver con el conflicto como fiebres, tifus, gangrena, neumonía, tuberculosis, diarrea…
En la crudeza de las batallas, con gran acumulación de heridos y con un exceso de trabajo se improvisaron los primeros pasos de la cirugía. Para este trabajo no existían analgésicos ni anestesias y el alcohol o un simple trozo de madera para morder era lo único que servía para distraerse del dolor.
Traslado de heridos
La evacuación de los hombres heridos en la batalla fue una preocupación para todos los ejércitos de la época napoleónica. La mayoría de las veces los heridos eran dejados en el campo de batalla hasta que esta había terminado pero su traslado y evacuación era muy lento.
Los heridos que no podían valerse por sí mismos podían pasarse días en estado de shock esperando a ser trasladados rodeados de cadáveres y otros heridos. Abandonados a su suerte, esperaban no ser degollados por los carroñeros de los campos de batalla que aparecían en busca de pequeñas fortunas.
Los heridos menos graves se podían acercar a pie al lugar de atención sanitario y los que no podían caminar eran trasladados en improvisadas camillas o incluso por mulas y burros.
Los carros sanitarios, precursores de las ambulancias, se movían lentamente por caminos en mal estado en viajes difíciles aumentando muchas veces la agonía de los heridos.
Tratamiento de las heridas
Las heridas normalmente se trataban mediante una combinación de esparadrapo y vendaje, que cubrían la herida, manteniéndolo todo en su sitio y esperando a que la herida se curase sola. Los puntos para cerrar las heridas estaban hechos de hilo de algodón o tendón.
Las armas blancas dejaban casi siempre heridas punzantes y normalmente eran mortales si eran en pecho o abdomen ya que el personal médico no sabía cómo tratarlas. A estas heridas se les permitía sangrar durante un tiempo para limpiarla de suciedad y otros elementos, incluso agrandándolas para facilitar esa limpieza.
Las heridas leves provocadas por las balas de rifles y mosquetes tenían un alto potencial de infectarse debido a los pedazos de tela de los uniformes que se podrían incrustar en el cuerpo así como la suciedad. Si la penetración de las bolas de plomo en un cuerpo era más allá de lo que un cirujano podía alcanzar no se extraían, quedando incrustadas en el cuerpo.
La amputación
La amputación era la única opción real y eficaz en aquella época para los soldados que habían sufrido heridas con huesos rotos, en las que no había esperanza de salvar la extremidad lesionada.
Algunos cirujanos preferían ver cómo evolucionaba la herida antes de tomar la decisión de amputar pero había un gran número de cirujanos que prefería amputar con la mayor rapidez, debido al adormecimiento de la herida y la menor presión arterial al estar el herido en estado de shock.
Para realizar las amputaciones se le hacía al herido un torniquete de cuero unos 8 cm. por encima del lugar donde se realizaría el corte. Se usaba un cuchillo para cortar hasta el hueso y luego el cirujano usaba un serrucho. A continuación se cosían las arterias y se aplicaban vendajes de lino, cubriendo finalmente el mucho con una tapa de lana.
No obstante las estadísticas de la época muestran que de todos los hombres que se sometieron una amputación, sólo un tercio de ellos sobrevivieron.