Llego hasta aquí
Las pieles de Espíritus
El conocimiento que voy a desvelar no está preparado para los débiles de alma. Más allá del frío norte habitan horrores sin nombre que se entregan a ritos prohibidos de adoración wukránica. Seres deformes, antaño fuertes ogros que han sido consumidos por los rasgos que El Oscuro les regaló. Su ansia era consumir la carne aún palpitante de las otras razas mortales, su destino entregar todo su espíritu para mayor gloria del Oscuro. En sus viles moradas, en la mayor oscuridad gélida que han hollado los pies de un mortal, estas horribles criaturas innominadas curtieron las pieles de sus víctimas confeccionando unas largas hojas de un material traslucido de siniestro aspecto. En ellas grabaron con su propia sangre wukránica oscuros símbolos fruto de la demencia infundida por la sempiterna esencia del Wukran. Así se dio vida a una de las más abyectas creaciones que jamás existieron en Pangea. Y sí, digo vida porque ese legajo de pieles pulsaba con un frío malsano, y congelaba el corazón de aquellas criaturas que lo tocasen.
En un principio las pieles fueron creadas con el objeto de aprisionar en ellas las almas de los pobres infortunados que habían dado sus pieles para la confección de tal oscuro pergamino. Sin embargo estas almas eran poco poderosas, y los oscuros brujos que confeccionaron las pieles ansiaron dotarlas de mayor potencia. Así buscaron a los espíritus de la Taga para ligarlos, pero éstos eran escasos en sus tierras y no podían arriesgarse a viajar muy al sur porque su horrible apariencia los delataría y les darían caza al instante. En un gesto de torpe ineptitud decidieron ligar en él espíritus del Wukran, atrayendo las iras de un poderoso morkiva que no podría tolerar que tan magna obra se volviese contra su propia esencia. Este morkiva castigó a los brujos diezmándolos y haciéndose con las pieles. Como no podía existir en el mundo físico consiguió poseer a un solitario viajero de las tierras norteñas y lo condujo hasta la cueva donde yacían los pérfidos brujos y su aberrante obra. Con ella el mortal viajó al sur, donde el poder de las pieles se debilitó al tiempo que el morkiva descubría que los ogros, en un último alarde de previsión, habían hecho que las pieles no pudieran ser usadas por un espíritu que tomase posesión de un cuerpo. Así se vio obligado de abandonar a su huésped, el cual murió al instante consumido por la prolongada influencia del espíritu y de las pieles.
Aún así las pieles llegaron a tierras más habitadas y allí fueron pasando de mano en mano mientras sus poderes se expandían, encerrando en su interior a las más diversas variedades de espíritus. Y allá donde iban el morkiva las seguía, asegurándose que eran empleadas para hacer el mal y extender el caos. Ahora las pieles aparecen siempre como un envenenado regalo para aquellos a los que el morkiva quiere tentar y someter a su servicio, aunque sus peleles no suelen durar mucho, cayendo sin remedio en una espiral de locura y violencia.
El poder de las pieles varía según la cercanía a las frías tierras del Wukran. En el norte tiene su máximo poder, siendo capaz de ligar entre sus páginas a cualquier espíritu que en esas zonas se encuentre, excepto a los morkiva. Más al sur, no obstante, su poder se debilita, pudiendo alojar tan solo a los espíritus de los muertos y algunos ibu y arbian poco poderosos. Es en las tierras intermedias, en las faldas de las Montañas Grises, donde más se deja notar su capacidad, ya que puede ligar a cualquier espíritu de aura 12 o menos, siendo estos abundantes en cantidad y variedad. Para usarlo hay que haber sido debidamente instruido y realizar una larga investigación sobre sus capacidades. Sólo los chamanes y los brujos pueden usar sus poderes, que en esencia otorgan al poseedor la capacidad de forzar un combate espiritual con el espíritu que deseen atrapar. Si lo logran éste quedará ligado al libro, y podrá ser liberado más tarde para cumplir una tarea encomendada por el poseedor, tras la cual se alejarán sin peligro inmediato para este. Si el poseedor pierde el combate, el poder de las pieles de protege de la posesión, dándole hasta tres intentos antes de que esta protección caiga.
Cuando se encuentran las pieles suelen tener en su interior uno o dos espíritus, siendo su máxima capacidad desconocida, pero rondando la mano en total. Si se introducen más espíritus por encima de esa capacidad, uno de los ya atrapados será liberado, sin estar obligado a obedecer al portador y pudiendo atacarle sin que este reciba protección alguna y sin peligro a volver a ser atrapado.