Llego hasta aquí
El Éxodo de Kust
Por fin amaneció y se pusieron rápidamente en marcha. Estaban bastante animados y durante el camino Kust habló con Ruk y decidieron que irían juntos hasta el poblado de este. Desde allí, y después de conocer a la mujer de Ruk, el cazador ya decidiría sus próximos pasos. Recordó que el líder de Siempreverde, Sirvan el Justo, le dijo que la caravana de hombres serpiente había seguido hacia el Oeste y el poblado del comerciante era un punto tan bueno como cualquier otro para seguir su búsqueda.
Ruk le hizo muchas preguntas todo el tiempo: De donde venía, que buscaba, donde estaba su familia, porque tenía la piel tan oscura, para que eran los adornos que tenía en el cuello, si sabía arrojar la lanza que llevaba, si había matado a alguien alguna vez y muchas, muchas más. El padre tuvo que amenazarle con meterlo en el río más cercano y dejarlo allí si no se callaba y dejaba de molestar, pero al rato volvía a la carga. Estaba claro que Kust era la cosa más importante que le había pasado en mucho tiempo y no iba a darse por vencido tan fácilmente.
Kust aguantó estoicamente la avalancha de preguntas y las respondió con paciencia. Le explicó que venía de muy lejos, de un gran bosque llamado Madre Jungla, donde era cazador y guerrero y donde un día su familia fue capturada por un grupo de hombres serpiente que los habían hecho esclavos y querían venderlos en los grakin y poblados que cruzaban en su camino. Le dijo que sí sabía arrojar la lanza y que nunca había matado a nadie que hablara y que esperaba no tener que hacerlo nunca. En cuanto a los talismanes de su cuello le dijo que algunos eran suyos, fabricados por él mismo para tener guía de los espíritus de su tribu y otros fueron regalo de unos amigos que le salvaron la vida muy, muy lejos del lugar por donde ahora caminaban.
Parece que esto le sirvió al pequeño Ruk, porque estuvo reflexionando un rato hasta que algo llamó su atención y se fue a jugar con una gran mariposa.
Las largas explicaciones habían ocupado gran parte de la mañana, así que Kust decidió cumplir su palabra y se dispuso a cazar la comida.
- No es necesario Kust, tenemos comida de sobra. No íbamos a ponernos en marcha sin estar preparado para las jornadas de viaje, ¿eh?
-Te di mi palabra de que os conseguiría la comida. Además, ahora sois más que cuando vinisteis y puede que la comida no alcance a todos. Tampoco he visto carne más allá de esas tiras secas ni pescado alguno.- Dicho esto decidió que estaba todo dicho y se adelantó hacia un pequeño bosque que estaba a la derecha de su camino.
Ruk le dejó marchar con una sonrisa y un gesto de la mano.
Kust se adentró en la espesura y con el conocimiento que da la experiencia, comenzó a buscar rastros. Le resultó algo difícil acostumbrarse a esta jungla. Los árboles eran muy diferentes de los que conocía. En su largo viaje desde el grakin de Buenforraje solo había visto llanuras y más llanuras hasta llegar a Siempreverde, y allí no se había parado a contemplar lo distinta que resultaba la vegetación. Esto árboles eran grandes, pero no tanto como los de Madre Jungla. Sus hojas resultaban muy diferentes, más pequeñas y parece que el suelo estaba cubierto por una capa de hojas muertas, algo que en Madre Jungla no ocurría. Sin embargo, aquí era más fácil avanzar y los árboles no estaban tan juntos ni cubiertos por lianas, aunque si por musgos y líquenes que subían por los troncos.
Como no lograba encontrar un rastro claro en ese entorno extraño decidió intentarlo de otra forma: cerró los ojos y escuchó, dejando que esta extraña jungla le rodease y le mostrara a sus habitantes.
Permaneció así: de pie, sujetando la lanza y con la cabeza algo ladeada, escuchando. Los sonidos le rodearon y pronto comenzó a notar la vida que bullía allí. Escuchó los diálogos de los pájaros, el susurro de los árboles, el crujir de las ramas…aquella jungla le daba la bienvenida y le aceptaba. Pronto encontró lo que buscaba: lejos, apenas audible, escuchó el sonido inconfundible de un mamífero olfateando el terreno.
Abrió los ojos y se internó en la dirección que sus oídos le indicaban, pero aquí el suelo era muy crujiente y Kust no estaba acostumbrado a andar por un terreno así. Comenzó a pisar pequeñas ramas y hojas secas, haciendo el ruido suficiente para que su presa le detectara cuando estaba cerca de ella y se pusiera en guardia. Se escuchó un crujir de hojas y un bramido. Kust notó por el bramido, que se trataba de algo grande y se detuvo en seco, pero era demasiado tarde; ahora su presa le había detectado a él.
El oso lanzó un bramido más fuerte y comenzó a avanzar. Cuando Kust distinguió al fin la imponente mole que se movía hacia él, abrió los ojos completamente y lanzó un grito de sorpresa. Nunca había visto a un animal así y no parecía que aquel gigante estuviera contento siendo la presa, así que en un momento cambiaron las cosas. El oso, que aparecía ante él a cuatro patas, se alzó en sus patas traseras y volvió a lanzar un bramido de desafío que hizo que Kust sintiera el cálido aliento de la bestia en su rostro y se moviera su cabello.
Estando tan cerca, el cazador no se atrevía ni a moverse. El golpe que le había producido encontrarse con aquella mole de pelo marrón le había paralizado y ni siquiera era capaz de tratar de mover su lanza ante él como defensa. Se encontraba cara a cara con una criatura que le podía matar de un manotazo y no podía reaccionar.
El oso bajó de nuevo a cuatro patas y olfateó al intruso, pero no se movió. Bramó dos veces más y dio un paso en su dirección y luego otro hacia atrás. Kust seguía sin atreverse ni a respirar y notó como el sudor caía por su frente.
La bestia dio otro paso hacia atrás y se alzó de nuevo. Volvió a lanzar otro fuerte bramido y regresó a su posición inicial. Parecía desconcertado y dio unos cuantos pasos hacia atrás sin dejar de vigilar al mendwan. Si ahora cargaba, Kust no tendría nada que hacer, así que se encomendó a los espíritus para que le dejaran ver otro amanecer. El oso finalmente no embistió, si no que siguió retrocediendo mientras emitía pequeños bramidos y finalmente se internó en la espesura hasta que se confundió entre la vegetación.
Pasó bastante tiempo hasta que Kust salió del bosque1 con algo de caza. Ruk y Tuk le esperaban algo preocupados por la tardanza y le abordaron en cuanto le vieron salir con unos cuantos peces clavados en la lanza. Algo pálido, Kust les explicó el encuentro con la bestia parda y como milagrosamente esta no le atacó. Luego de su encuentro, se alejó bastante de aquella zona hasta que se encontró con un río donde pudo capturar los peces que traía.
Padre e hijo se miraron durante el relato, y luego le explicaron que se había encontrado con un oso de los bosques. Le dijeron que el mejor método para evitar su ataque era quedarse inmóvil ante él y que si Kust no lo sabía, había sido realmente inspirado por los espíritus al no moverse ante el animal.
Ese día Kust comprendió lo grande que era el mundo exterior y lo mucho que tenía que aprender todavía.
Comieron los peces alrededor de una hoguera improvisada y continuaron el viaje. Kust no se mostró muy hablador, al contrario, estuvo reflexivo y meditabundo hasta la puesta del Sol.
Al anochecer se comenzó a levantar un viento frío del Norte que agitó las llamas de la hoguera y estremeció los cuerpos. Se cubrieron con las pieles del comerciante y se tumbaron alrededor de la hoguera. Kust no podía conciliar el sueño, se sentía muy estúpido por no saber enfrentarse al oso y ser tan arrogante de invadir el territorio de otra criatura sin saber siquiera como era. Se despojó de la piel y se alejó algo de la hoguera, mirando hacia el norte, intentando distinguir las luces de la Druma, pero no lo consiguió, algo las tapaba. Un rato después, Ruk se acercó hasta él, cubierto por la pesada piel que llevaba. Le puso una mano en el hombro e intentó animar al muchacho.
- Kust, no te he agradecido la comida de hoy. Has arriesgado tu vida por nosotros y eso te honra mucho más de lo que puedas imaginar. Has cumplido tu promesa y has honrado a tus ancestros, no tienes nada de lo que avergonzarte.
El joven cazador se giró hacia él y fijó sus ojos en los suyos.
- No se que decir, la verdad. Siento como si hubiera fallado en algo importante. Creo que mi deber era enfrentarme al oso y derrotarlo, y en vez de eso, me quede parado como un árbol que deja que le empape la lluvia.
- No digas eso, nadie te obligaba a morir ante el oso. No habías visto uno antes y no hubieras durado ni un suspiro ante él. Me has dicho que era mucho más grande que tú. Debes sentirte bendecido al sobrevivir ante algo así. Es una experiencia única. ¡Seguro que te hará muy popular entre las mujeres!- Y se rió.
Kust sonrió también- Creo que sería más popular si relatara mi victoria ante el oso y no mi parálisis, pero no importa; agradezco tu ayuda, ahora me encuentro mejor. Regresemos a la hoguera, este frío viento esta comenzando a erizarme hasta el pelo de la cabeza.
Regresaron juntos hasta la hoguera y se acomodaron de nuevo. Ruk se tumbó y dijo: - Kust el cazador valiente, ¡que abandona una caliente piel y una ardiente hoguera para sentirse desdichado en mitad de la noche!- Y volvió a reír.
Kust, el cazador valiente, se durmió al fin.
1 Obviamente, Kust estaba en un bosque todo el tiempo, solo que él no ha aprendido todavía la diferencia y toda superficie arbolada es una jungla.