Número: 81. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Los españoles en grupo se comportaron como hombres de honor. No tengo nada que decir al respecto, salvo que han triunfado, que han sido cruelmente castigados, ellos merecieron algo mejor. Napoleón
Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido.. Napoleón en Santa Helena, Prólogo de "La maldita guerra de España. Historia social de la guerra de la Independencia, 1808-1814", Ronald Fraser.
León 1808: La escalera y el Dragón, los huesos de los antiguos reyes, el Corral de San Guisando.
A principios del siglo XIX, León capital cuenta con 10.000 habitantes aproximadamente. Es una población apegada a las tradiciones que depende de la producción agrícola con numerosos comerciantes en la zona amurallada. Su historias de gloria del antiguo reino hace tiempo que perdieron su lustre.
La historia de León en la Guerra de Independencia es la de una ciudad fronteriza, que una y otra vez cambia de manos y en la población civil sufre la rapiña tanto de invasores como de aliados.
No se dieron grandes batallas en León capital, si bien hay algunos enfrentamientos, que normalmente terminaron con la derrota española. La gloria y la resistencia corresponden a otras partes de la provincia, como la heroica Astorga o las batallas ocurridas en el Bierzo.
La provincia en sí, es un punto estratégico en el Norte, puerta hacia los puertos gallegos, por sus tierras pasan ejércitos franceses, batallones asturianos, gallegos, …
Durante la mayor parte de la Guerra del Francés, la ciudad de León puede servir como escenario para aventuras de espionaje o infiltración, así como paso de combatientes hacia o desde numerosas contiendas. Caso diferente, como apuntaba, el de la ciudad de Astorga que soporto varios asedios valientemente o de la batallas en el norte de la provincia.
Tras el motín contra Godoy en Aranjuez, los leoneses protestan por lo que les duele: el vino; en concreto el impuesto de cuatro maravedíes sobre el cuartillo de vino. Varios exaltados reclaman a Fernando Sierra Pambley (administrador nombrado por Godoy) la rebaja de dicho impuesto, aprovechando a la proclamación de Fernando VII. Hábilmente Sierra Pambley afirma que corresponde al rey, al que dará traslado de la petición.
Tras conocerse la carta de Fernando VII (fuera de España desde el 19 de abril) en que indica que se acate el gobierno francés, se suceden las demostraciones de adhesión al monarca, incluyendo una procesión con un retrato, y una carta del Ayuntamiento.
"En tal supuesto, agitados, Señor, todos los ánimos de estos fieles ciudadanos que no ceden en su amor y lealtad acendrada hacia Vuestra Real Persona, a los antiguos leoneses que tantos trofeos alcanzaron bajo los Gloriosos estandartes de los Predecesores Ilustres de Vuestra Señoría, juntándose en numerosos corrillos a cotejar sus pálidos semblantes, a la primera insinuación de un compatriota fiel repitieron millones de ecos: ¡Viva Nuestro amado Rey Fernando VII, mueran los conspiradores!"
Algunos han querido ver el primer alzamiento en esta fecha, pero no hay franceses en León. Están lejos, y no hay gritos contra los franceses, si no de apoyo a Fernando VII y contra los conspiradores.
Los instigadores de esta manifestación, fueron coronel Luis de Sosa (hombre clave en la resistencia posterior) que exaltó al pueblo para que acudiera a la Plaza Mayor y vitorease a Fernando VII, y autor del parte que le encargó el Ayuntamiento narrando los hechos, así como Valentín González Mérida.
Se celebran misas en la catedral durante tres días por los caídos el dos mayo. El ambiente de tristeza y pesimismo inunda la ciudad, mientras algunos proponen armarse contra los franceses.
La Chancillería de Valladolid, (a la que pertenece León), solicita no se vea alterada la buena armonía con las tropas francesas y que se tengan en cuenta las órdenes del monarca.
Se pide al Ayuntamiento que elija y reúna diputados para las cortes que se iban a celebrar en Bayona en junio.
Se tienen noticias de la renuncia de la monarquía española a favor de Bonaparte.
Llegan noticias de la declaración de guerra del Principado de Asturias contra los franceses. La agitación crece: se busca información y apoyos en Galicia, los vecinos solicitan armas y se empieza a fraguar la junta del Reino de León (organismo que se responsabilizaría de las acciones militares).
Carta del Ayuntamiento de León consultando a la Chancillería de Valladolid su postura respecto a la situación actual.
Gregorio de la Cuesta, capitán general de Castilla la Vieja y presidente de la Real Chancillería de Valladolid manifiesta por carta dirigida al Ayuntamiento de León una posición común a muchas autoridades en los días iniciales del alzamiento: la cautela, y el reconocimiento de la inutilidad de oponerse a un ejército superior.
Se constituye la Junta Superior del Reino de León, con apoyo de las autoridades eclesiásticas que veían claramente en las acciones francesas una amenaza al viejo sistema de "Dios y vieja Ley". Entre su miembros: Felipe de Sierra Pambley, el vizconde de Quintanilla, Josef Azcárate (regidor), Luis de Sosa, Manuel Castañón, Fausto Escaja -tesorero de la Casa de Luna-y Rafael Daniel, de Valderas.
Con la presencia del Coronel Cuesta (Presidente de Chancillería de Valladolid), la Junta aumenta su composición en un diputado por cada una de las provincias de Castilla la Vieja, y amplia su jurisdicción sobre todas ellas en los aspectos de armamento y subsistencia para el ejército. Participan Lorenzo Bonifaz (Zamora), José Morales (Valladolid), o José Jiménez de la Morena (Ávila).
Se reparan puertas y murallas, se establecen centinelas y rondas, requisando todo tipo de armas (se reúnen 2000 escopetas y 8000 pistolas). Se enviaron vigías a Sahagún, Mansilla y otras carreteras contando con el apoyo de los conventos de frailes. En San Francisco se estableció un hospital y en San Marcos y San Isidoro, cuarteles.
Llegan desde Asturias 800 infantes armados para reforzar la ciudad, que empieza a alistar varones de la provincia.
En las instrucciones para el alistamiento, se indicaba que el padre que tuviera dos hijos útiles podría reservar uno para el hogar familiar, aunque se admitirían voluntarios como prueba de su celo y patriotismo; asimismo, los justicias debían requisar todos los caballos (salvo los de arrieros y los de Paradas de Postas).
Se alistan unos 8000 hombres divididos en 10 divisiones. El adiestramiento fue dirigido por los militares Tomás Sánchez, Josef Antonio Zappino, Josef Baca e Isidoro Casado. Al parecer mal empieza este ejército, alistándose por la fuerza mozos jóvenes y colocando como oficiales a amigos y recomendados sin preparación.
Se reciben desde Asturias municiones, pero no coinciden con el calibre de las armas. El desanimo por falta de recursos bélicos es evidente en la población.
Manuel Castañón es nombrado comandante general y gobernador militar, organiza la guardia de la Junta (120 hombres).
Corre el falso rumor de que 6.000 franceses se acercaban desde Palencia. La moral de la ciudad se hunde.
Entra en León D. Antonio Valdés, antiguo secretario de Marina, que acompañando a Fernando VII hasta Burgos decide no continuar con el monarca hasta Bayona. Corren rumores dudando de su lealtad.
Antonio Valdés se presenta ante la Junta para que se le juzgue si es menester. Las autoridades quedan impresionadas y deciden nombrarlo presidente de la Junta por su actitud y experiencia.
Asaltada nuevamente la vivienda de Felipe Sierra Pambley, secretario de la Junta sin fatales consecuencias.
Dos centenares de hombres de caballería del Regimiento de la Reina se asientan en la ciudad.
Siguiendo el ejemplo asturiano se establecen negociaciones con Gran Bretaña.
Tuvieron lugar en la Catedral nuevas rogativas por el éxito de los ejércitos españoles y se reiteró el juramento de fidelidad a Fernando VII
En Astorga se crea el Batallón Clavijo. Su enseña era una antigua bandera de origen medieval perteneciente a los marqueses de Astorga que según la tradición, había ondeado durante la legendaria batalla de la Reconquista.
Dura derrota cosechada por los ejércitos españoles en la nefasta batalla de Medina de Rioseco (Valladolid), acontecida el 14 de julio de 1808. Las novatas tropas españolas estaban comandadas por los generales Blake y Cuesta, que sufrieron un grave revés en la primera batalla importante. El desconcierto hizo mella en los españoles frente a la eficacia gala.
Blake se retira a Galicia y Cuesta vuelve con sus tropas exhaustas y hambrientas hacia León, donde las autoridades se plantean resistir si es posible y si no rendir la ciudad para evitar los horrores del saqueo.
Medina de Rioseco, que empezó festejando los primeros avances españoles sufrió toda la ira del ejército francés, con las órdenes de "Ravagez, brulez, pillez, et tuez tout le monde" ("Destrozad, quemad, saquead y matad a todo el mundo"). El saqueo, el pillaje y la barbarie duran más de 24 horas.
Ante la inminente llegada francesa, parten de León tanto la Junta, a excepción de cuatro de sus miembros, como el ejército de Cuesta
Las tropas galas se encuentran en Valencia de Don Juan, a cuatro leguas de la indefensa capital. El obispo, Pedro Luis Blanco, solicita la capitulación a los franceses.
Acepta el mariscal Besseries diciendo respetar la ciudad a excepción de la Junta a condición de que se destruyan las armas incautadas.
Los franceses entran pacíficamente en León.
Nombran entre los afrancesados un nuevo gobierno de la ciudad. Establecen su cuartel en San Isidoro.
Se producen algunas refriegas con grupos de soldados venidos desde Santander o pertenecientes al Ejército de Galicia., buscando capturar armamento.
Los franceses abandonan León saliendo hacia Burgos. (Tras la derrota de Bailén).
Entra el Ejército de Galicia en León, recibido entre vítores. Se eliminan los emblemas y escritos franceses.
Llega el general Blake con 23.000 hombres. Llegaba desde Astorga y se dirigía a Reinosa, para establecer su cuartel general.
Con Napoleón en España, el ejército francés derrotó con contundencia en Reinosa a Joaquín Blake, que perdió a sus mejores jefes y debió emprender una accidentada huída por zonas montañosas que le trajo finalmente hasta León, donde pasó los 16.000 hombres supervivientes a manos del marqués de la Romana, hecho acaecido el 24 de noviembre. 16.000 hombres que presentaban un grado deplorable de armamento y equipación.
Napoleón persigue al ejército del general Moore, que huye desesperadamente, a través del frío invierno, hacia los puertos de La Coruña.
El ejército inglés, comete algunos actos infames en su retirada.
James Gunn, 42º Regimiento de Infantería de Escocia "Black Watch":
"Reanudamos la marcha de madrugada por una mala y nevada carretera para nuestra comodidad. Llegamos a un río todavía más formidable que el que habíamos cruzado - el Esla, en Valencia de Don Juan -. Cuando llegamos a la orilla, se nos ordenó quitarnos nuestras faldas y cartucheras y doblarlas y colocarlas encima de nuestras mochilas sobre nuestras cabezas, no se podía dudar a la hora de mantener seca nuestra pólvora. Esta precaución probó ser necesaria. No disponiendo ahora sino de un solo par de botas, resolví cuidarlas, por lo que me las quité para tenerlas secas cuando alcanzara la orilla. Sin embargo, mi celo estuvo a punto de resultarme fatal. Flotaban trozos de hielo corriente abajo y el agua estaba tan fría que de no haber sido por un generoso dragón que vadeaba el río con nosotros, seguramente hubiera sido arrastrado por la corriente. Pero pude llegar a tierra a salvo y disfruté del premio de mis cuidados, sintiéndome muy cómodo al calzarme mis botas secas. La diplomacia del dolor no afectaba tan sólo a la tropa, pues también las mujeres y los niños que la acompañaban se vieron atrapados en una ratonera de odio y sangre: Un rumor extendido, acerca de que los franceses masacraban a todos los prisioneros que caían en sus manos, ocasionó un terror adicional y gran confusión entre los enfermos: las mujeres y los niños, para muchos de los cuales no había transporte, siéndoles imposibles seguir el paso de las tropas, fueron abandonados a su destino. Los lamentos y gritos de estos desafortunados, implorando ayuda, que era imposible prestarles, eran verdaderamente dolorosos, quizás nunca presencié una situación tan a propósito para excitar compasión y ternura, como la que aconteció; una pobre mujer, esposa de un soldado perteneciente a un regimiento escocés, exhausta por el hambre y la fatiga, había caído sin vida en la carretera con dos niños en sus brazos; y allí permanecían; cuando llegué a su altura, uno de los inocentes pequeños todavía se esforzaba por extraer el alimento del pecho de su madre que la naturaleza ya no le podía aportar."
Luis de Sousa publica un panfleto para mantener la moral de los leoneses "El Manifiesto de León". Sólo será tendrá un número.
El general galo Franceschi, comandante de la vanguardia de Soult, había aparecido de improviso en Mansilla.
El marqués de la Romana, jefe del Ejército de la Izquierda, salió de la capital para "evitar las violencias del enemigo" y cubrir la entrada del Reino de Galicia. Muchos de los vecinos huyeron a los montes vecinos
Los franceses Franceschi entra en León el encontrándose con gran número de enfermos y heridos abandonados a su suerte por el marqués de la Romana, y detrás llegó el general Soult con el grueso de las tropas, más de veinte mil hombres.
Las tropas inglesas, de manera indisciplinada, saquen y queman casa y pueblos. Los civiles se vengan en los rezagados. No distinguen entre extranjeros aliados y enemigos, dado que los saquean por igual.
Capitán Gordon, del 15º de Húsares:
"Uno de los muleros (imagino que hace referencia a un oriundo de Mansilla de las Mulas) fue traído a presencia del coronel Grant, y nos proporcionó un buen rato. Creyendo que había caído en manos francesas, mostró signos de gran terror, cayó sobre sus rodillas e imploró nuestra misericordia por la salvaguarda de su mujer y sus tres hijos; luego besó la tierra y gritó: "¡Viva el señor Napoleón!". Cuando nos cansamos de reír, lo pusimos en libertad sin sacarle de su error."
Las divisiones inglesas de Fraser, Hope y Baird se encontraban en Bembibre, donde el alcohol corrió generosamente. Cuando el grueso de la tropa marcho hacia Villafranca, quedaron abandonados en calles y bodegas alrededor de 200 borrachos y 500 rezagados. En Villafranca del Bierzo los borrachos establecían su propia leía bárbara. Al entrar las tropas galas en el desolado Bembibre, se cebaron en los descontrolados. Más tarde se incendió el Ayuntamiento con el archivo, la iglesia parroquial y el santuario del Ecce-Homo, acabando por quemar la totalidad de la villa. Las gentes huyeron a la carrera en busca de la seguridad de los montes vecinos, en un intento de poner a salvo su pobres enseres personales
En León ciudad, las tropas gabachas de Soult presumiblemente quemaron el convento de Santo Domingo, San Marcos fue ocupado y saqueado y San Isidoro sufrió todo tipo de afrentas. En la iglesia se deshizo el cuerpo del santo, además de revolverse todos los sepulcros de los reyes leoneses.
Las tropas francesas abandonan León ciudad, para perseguir al ejército inglés.
Una dura marcha según el barón de Marbot, oficial de órdenes del mariscal Lannes:
"No recuerdo ninguna marcha tan penosa; una lluvia glacial empapaba nuestros vestidos, hombres y caballos se hundían en el lodazal, no se adelantaba, sino a costa de inauditos esfuerzos, y como quiera que los ingleses habían destruido todos los puentes, los soldados de infantería tuvieron que desnudarse cinco o seis veces, ponerse las armas y efectos sobre las cabezas, y pasar enteramente desnudos los riachuelos que cortan aquel camino. ¡Yo vi a tres granaderos de la Guardia que en la imposibilidad absoluta de seguir adelante, y temerosos sin duda de ser atormentados y sacrificados por los paisanos, si se quedaban rezagados, se saltaron la tapa de los sesos con sus mismos fusiles! Una de las noches más sombrías, y lloviendo siempre, vino a subir de punto los sufrimientos de las tropas. Los soldados extenuados se tumbaron a entrambos lados del camino, sobre el cieno. Un gran número se guareció en La Bañeza, y únicamente llegaron a Astorga las cabezas de los regimientos; el resto se quedó en el camino."
Napoleón entra en Astorga y concentra 60000 hombres. Se apiada de la suerte de mil mujeres inglesas con sus hijos, que no habían podido seguir a sus hombres, acordando alimentarlas y devolverlas a sus familias.
En el Bierzo, Moore agrupa a sus tropas en Cacabelos para arengarlas duramente, abochornado por la conducta de sus hombres.
El ejército de Moore se prepara para la defensa, colocando en el castro de Bergidum 2.500 fusileros y una batería de 6 cañones. Esa tarde combaten por el dominio de un puente llegan a combatir cuerpo a cuerpo. Caen entre 200 y 300 de cada bando.
Cacabelos cae en manos francesas, pero los ingleses lograr cubrir su retirada.
Antes de partir fuera de España, Napoleón manda una carta a su hermano: "Los ingleses se lo han llevado todo: bueyes, colchones, mantas, y además han maltratado y apaleado a todo el mundo. No cabe aplicar mejor calmante a España que el auxilio de un ejército inglés".
El viejo conde de Montarlo, representante de la autoridad francesa, amonesta a los líderes descontentos con cierta tibieza
Las tropas del general Chalot abandonaron León, advirtiendo que volverán a por avituallamiento. En cuanto salen, media docena de guerrilleros del grupo de Acevedo entra en la ciudad, recabando información. Parece existir movimiento guerrillero en las montañas leonesas.
El ejército francés vuelve, marchando el día 26 de julio de 1809.
150 hombres armados del bando español entran en la ciudad ese día.
Entran por Puerta Obispo alrededor de 200 españoles a caballo con espadas y clarines, comandados por Porlier, el Marquesito, abandonando la ciudad el mismo día.
Se abastecen 6 ó 7 carros cargados con pan, carne e incluso leña. También llega otra partida con 70 hombres de caballería y 300 de infantería. Esa tarde, entra en la ciudad Luis de Sosa, comandante general español del Reino de León y de las Divisiones de Voluntarios.
Los franceses continuaban teniendo importantes contingentes en Mansilla, Valencia de Don Juan, Mayorga y Valderas.
Enfrentamiento entre ambos ejércitos, choque armado en el entonces arrabal de origen judío de Puente Castro con muertos y heridos en ambos bandos. El cerco galo se estrechaba y Porlier y Luis de Sosa abandonan León a su suerte ante la falta de refuerzos. La guerrilla y la población civil esos días mantienen una tensa relación.
Las tropas galas del general Kellermann toman la capital
León es tomado y abandonado consecutivamente por unos y otros.
Las tropas francesas roban la plata de San Isidoro y hermosos ornamentos sagrados de otros conventos.
Los invasores, a las órdenes del general Ferry, nuevo gobernador de la Provincia, se instalan de forma más estable y continuada, nombrando autoridades afines. El siguiente objetivo de los militares napoleónicos sería Astorga, víctima de un asedio que pasó a los anales militares españoles.
La ciudad de León, tomada por los franceses da una engañosa sensación de calma. La toma de Astorga en abril y la legislación impuesta por los invasores caldean los ánimos
El Regimiento de Castilla y el Batallón de Rivero mandado por Francisco de Hevia intentan tomar la ciudad de León entrando por el puente de San Marcos. En León, el general Lauburdiel, contaba con un poderoso contingente militar, principalmente del Regimiento Suizo. Siendo superiores los franceses en número a lo estimado, y entregándose al pillaje los españoles, estos últimos se vieron forzados a replegarse hacia el centro de la ciudad, presentando resistencia en la Plaza Mayor hasta que finalmente se refugiaron muy cerca de la Basílica de San Isidoro (lugar donde había acuartelados mil soldados de la 8ª división de dragones), en el Corral de San Guisán, donde finalmente fueron masacrados junto a los pocos habitantes que se unieron. Se calculan las bajas francesas en unas 30, incluyendo a un oficial hermano de Lauburdiel. Se calculan las bajas españolas en unas setenta. Se entierra en una fosa común en el Corral de San Guisán a gran parte de los caídos.
Se cuenta que en la refriega de la Plaza Mayor uno de los dragones a caballo, borracho se cayó con su montura por las escaleras que dan a la calle Puerta del Sol, muriendo en la caída.
En los días siguientes los franceses refuerzan su control y defensas de la ciudad.
Se eligen a los diputados para las Cortes de Cádiz: Antonio Valcarce, abogado de Ponferrada; Luis González Colombres, canónigo de Astorga; y Joaquín Díaz Caneja, el célebre letrado natural de Sajambre.
El general Bessières es jefe de la zona norte, que Vascongadas y gran parte del Reino de León. Los españoles seguían al mando del general Mahy, asentados en El Bierzo y otras tierras provinciales. Mahy fue sustituido por José María de Santocildes, defensor del sitio de Astorga, que se había fugado de Francia, y era nombrado el 11 de marzo de 1811, comandante interino del sexto cuerpo del ejército.
Santocildes retoma Astorga.
El general Dorsenne tomaba nueva posesión de Astorga. Los franceses llegan hasta El Bierzo, aunque no pasaron de Villafranca, bravamente defendida. El ejército invasor saquea los pueblos ocupados, llevándose rehenes consigo.
Para distraer las fuerzas enemigas de cara a la batalla de Arapiles (Salamanca), a mediados de junio se iniciaba un nuevo sitio a Astorga, pero ahora llevado a cabo por los españoles.
León jura el acta constitucional de Cádiz.
Los habitantes, cansados se muestran reticentes a colaborar con las tropas españolas.
El general Castaños ofrece una capitulación honrosa a las tropas francesas que ocupan Astorga, entregando estos la ciudad.
El ejército enemigo ocupa por última vez la capital leonesa
Orden de retirada francesa, José I establece su residencia en Valladolid.
Las tropas invasoras abandonan León.
Algunas tropas francesas en Mayorga y Valderas comandadas por el general Boyer y sus correrías se acercan a León, defendido por el Regimiento de Caballería de Húsares de la Rioja, al mando del coronel Francisco Salazar.
Los franceses entran en León y cogen varios rehenes, para cambiar por compatriotas e incluso pedir 50 bueyes de 300 libras cada uno, 20 camas completas, 24 sábanas finas y una multa de 500.000 reales. Dicho rescata no se paga.
Las tropas de Boyer abandonan León. El final de la guerra está próximo.
Varios sacerdotes, viendo que los franceses atacan directamente a la Iglesia se hacen guerrilleros llegando a comandar algún grupo. Algunos ejemplos son
Guerrillero fray Juan de Deliva, el Capuchino , y clérigos de la diócesis como Orallo en León, el maragato Salvadores en Astorga, y decenas más.
Otros guerrilleros de reconocido prestigio que batallaron en León, fueron:
- Porlier, que hacía sus incursiones en León desde Asturias.
- Atanasio el Manco, cuya base de operaciones estaba situada en los altos de Oteruelo, y fue capaz de encabezar una partida de treinta jinetes que aparecía por San Francisco o el Parque (donde actualmente está el cuartel de la Guardia Civil).
- Julián Sánchez el Charro , intervino en el sitio de Astorga.
Amalia Alonso, conocida por la Dama de la Cándana, admiradora de su heroína, la Dama de Arintero. Amalia nació en un lugar del valle del Curueño allá por el año 1770, posiblemente en la Cándana. Era buhonera de profesión y en un pequeño y destartalado carromato, tirado por una mula flaca, recorría todos los pueblos del valle. Tendría unos 40 años cuando se enroló como cantinera al servicio de la guerrilla que luchaba contra el ejército galo. Se alistó al lado del famoso guerrillero fray Juan de Deliva, de sobrenombre el Capuchino, que actuaba por León y era correligionario del Empecinado.
Las cantineras empleaban como arma la navaja, objeto familiar y popular fácil de camuflar y esconder. Esta arma fue una de las más usadas. Cortaban las cinchas de las cabalgaduras de los caballos, y una ver derribados eran degollados. Se cuenta que en la hoja de la navaja de estas valientes mujeres aparecía la inscripción: "Sirvo a una dama, la defenderé con la ayuda de Dios."
Cantineras leonesas (maragatas) que destacaron fueron: Trinidad Botas, de Castrillo de los Polvazares, Manuela Salvadores, de Santa Colomba, o Juana Calvo, de Rabanal.
José María Francisco Silvestre Santocildes y de Llanos (Barcelona, 29 de junio de 1771 - Barcelona, 6 de marzo de 1847) Participó en las batallas de Medina de Rioseco, Zorzona, Espinosa de los Monteros, Lugo y Astorga. Tras la guerra, fue Jefe del Estado Mayor General del Ejército de la Derecha, hasta 1828.
El Marqués de la Romana lo asciende a Coronel por su valentía en los enfrentamientos de Lugo donde resultó herido en un brazo.
En el año 1810 se encuentra al mando de la ciudad de Astorga resistiendo los dos sitios de Astorga. Es necesario recordar cómo no rindió la ciudad hasta que ya no cabía más posibilidad de defensa. Fue trasladado prisionero a Francia y escapó, siendo nombrado Mariscal de Campo, además de concederle el mando interino del Sexto Ejército que operaba en Galicia, Asturias y la Castilla de la cuenca derecha del Duero. Recuperó Astorga en 1811. Al año siguiente con mando definitivo sobre el Sexto Ejército comenzó el asedio sobre Astorga que había vuelto a caer en manos de los franceses. Colabora con el ejército hispano-británico en diversas acciones y a finales de 1812 una enfermedad está a punto de costarle la vida y tiene que ser evacuado a Asturias para su curación.
En 1813 algo recuperado, pero no del todo, se le otorga el mando interino del Ejército de Reserva que habría de constituirse en Galicia. Cuando él se hizo cargo contaba dicho ejército con 2000 hombres, trascurridos cinco meses había conseguido aumentarlo a 12000.
Alberto López Argüello
En 1809, la milenaria ciudad de Astorga, se convierte en objetivo de los ejércitos invasores. Hostilizada desde septiembre, José María de Santocildes fue nombrado gobernador de una plaza apenas defendida por un millar de soldados inexpertos y mal armados.
El general francés Carrier inició un ataque con sabor a éxito fácil. Al mando de 3.000 hombres apoyados por dos piezas de artillería se lanzó sobre los arrabales y cercó la Puerta del Obispo, defendida por paisanos, mujeres y la guarnición de Voluntarios de León dirigida por Félix Álvarez Acebedo. La lucha durante cuatro épicas horas. Al final Carrier se retira. Se cuenta que uno de los caídos en el bando español fue sustituido por su padre, al grito de "¡Si mi hijo ha muerto, aquí estoy yo para vengarle!"
Comienza el asedio de Astorga, a cargo del impresionante contingente comandado por el general Clousel, un brillante y experimentado oficial. Unos 2.000 jinetes rodean la ciudad por completo, reforzando el cerco con otros 4.000 efectivos. Los franceses establecen su cuartel general en una casa denominada "del Cortijo", ocupando los pueblos vecinos de San Justo y San Román.
Se cruza importante fuego de fusilería entre sitiadores y sitiados, con los enemigos realizando distintas incursiones por la zona de Rectivía.
En torno a Astorga apareció una red de trincheras entrelazadas, dibujando un muro concéntrico en torno a la plaza. Para elevar la moral de los sitiados, se efectuó una salida hasta muy cerca de las trincheras enemigas, llevada a cabo por mil infantes y una docena de jinetes.
Fecha clave en la que el general Boyer da orden de ocupar por sorpresa el arrabal de Rectivía. Una columna de granaderos se acercó a las defensas por la noche, efectuando una descarga a quemarropa por sorpresa. Entraron a la carga en la barriada, apoderándose de algunas viviendas. El Regimiento de Lugo, responsable de la defensa, se repuso, respondiendo con tiros y cargas de bayoneta en un combate que duró unas dos horas, consiguiendo la retirada de los franceses, a costa de numerosas pérdidas entre los defensores. Esa misma tarde repitieron intentona en otro punto, siendo nuevamente rechazados. Si consiguieron cortar el suministro de agua.
Sobre una loma cercana, los franceses lograron colocar dos cañones que podían suponer el fin de la ciudad. Se decidió que una fuerza mandada por el coronel Félix Álvarez Acebedo cargase contra la posición. Al frente de trescientos hombres, logró desalojaran la trinchera, dejando tras de sí armas, mochilas y herramientas de ingeniero.
A cambio los franceses ocuparon el convento de Santo Domingo.
Se pierde la Fuente Encalada; el suministro de agua sólo depende ya de los pozos de la propia ciudad. Santocildes ordena evacuar y destruir el convento de Santa Clara a las afueras, al resultar imposible de defender. La muralla peligraba, reforzándose con sacos y espuertas de tierra. Tres soldados logran entrar desde el exterior con la promesa del auxilio de 4.000 mil soldados. La moral se eleva. Los franceses asaltan el arrabal de Puerta del Rey en una lucha incluso con armas blancas, colocando una nueva batería colocando piezas de artillería.
Santocildes emite un bando sobre el ahorro de víveres, donde se muerta la importante carestía a la que se enfrenta la ciudad,
Desde el exterior logra entrar un confidente, con noticias de José Meneses, comandante general de la vanguardia del ejército de Galicia, prometiendo ayuda (ayuda que al parecer era inviable, ya que el regimiento de 3.000 o 4.000 hombres se encontraba en Villafranca, no podía enfrentarse a los casi 50.000 efectivos del 8º Cuerpo del ejército galo que sitiaban Astorga). Tampoco el ejército aliado de Wellington, situado en los alrededores de Ciudad Rodrigo, acudiría en ayuda de los 2.000 españoles encerrados en Astorga. La plaza estaba condenada.
Llega desde Valladolid el general Junot para supervisar el asedio.
A las cinco en punto de la mañana, todas las baterías galas dispararon al unísono, escuchándose el estruendo en 50 km a la redonda (desde la capital, León, pudo escucharse). La muralla se abrió y fue reparada costales y barricas.
Unas granadas caídas sobre la Catedral prendieron fuego a la sacristía, incendio que pudo ser atajado. Mientras, numerosas viviendas fueron arrasadas por las bombas enemigas. A las once de la mañana se aproximó un soldado con bandera blanca y, una vez adentrado en la plaza, se identificó como español y cabo del Batallón de Voluntarios de Ribadeo, capturado en Foncebadón. Traía un recado de Junot para el gobernador de Astorga, diciendo que si no se rendía en el plazo improrrogable de dos horas, sus tropas entrarían en la ciudad a sangre y fuego, pasando a cuchillo a todos los que estaban dentro, sin respetar edad ni sexo. El rehén añadió que los franceses ocupaban todos los puertos exteriores, sin que se pudiera esperar socorro español. Celebró entonces Santocildes una conferencia con los jefes militares, manifestando todos ellos que no procedía rendirse sin haber sufrido un ataque general. Es más, el soldado que trajo la misiva de Junot se negó a volver con la respuesta, pidiendo un fusil para seguir luchando por la patria. A las dos y media, 2.000 franceses se lanzaron a la carga sobre el arrabal de Rectivía, defendida por apenas medio centenar de voluntarios. Cuando el arrabal parecía a punto de caer, salieron por la Puerta del Obispo el resto de voluntarios de León y varias compañías de Lugo y de Santiago, iniciándose un cruel combate a bayoneta calada y arma blanca. Los galos hubieron de retirarse. Tras este ataque, 1.000 granaderos veteranos se lanzaron sobre la brecha abierta en la muralla, equipados con escalas y asaltos. Lograron entrar en la ciudad y llegar hasta la Catedral, pero la violenta respuesta de los defensores les hace retroceder, pero si abandonar las murallas. Allí pasan la noche, preparados para reanudar el combate. En las calles de Astorga se encendieron fogatas, desde las que se oían perfectamente los golpes de piqueta con que los franceses colocaban minas en la Muralla. Pese a la proeza de rechazar a los granaderos, Santocildes ve que la plaza está perdida al hacer recuento de las municiones existentes, apenas treinta disparos de fusil por hombre, veinte tiros de cañón, una bomba y una granada. Con los torreones de la muralla a punto de derrumbarse, lo que dejaría indefensos a los ciudadanos ante la última y despiadada carga francesa. La junta de jefes se reunió a la una de la madrugada, manifestando su sorpresa ante la sugerencia de capitular que presentó el brigadier catalán. Pero al conocer las escasas municiones restantes, y sobre todo con la intención de salvaguardar al desguarnecido vecindario, se acordó enarbolar bandera blanca al amanecer. Y si el enemigo se negaba a pactar una capitulación honrosa, lucharían todos hasta la muerte.
Al amanecer se colocó una bandera blanca en la Puerta del Obispo, mientras que un oficial Guerrero cabalgaba hasta las líneas francesas para entregar la capitulación, que Junot firmó sin apenas leerla. A eso de las once entró en Astorga el general Boyer para tomar posesión oficial de la plaza, seguido poco después por Junot, que no quiso aceptar el sable que le tendía Santocildes en señal de rendición. Según el acuerdo firmado en el protocolo de capitulación, la tropa española superviviente, exhausta, formó en columna y comenzó a desfilar por el camino real hacia La Bañeza, escoltada por 10.000 soldados franceses. Entre los soldados vencidos se encontraba el húsar Tiburcio Álvarez, nacido en Villafrades, un pueblecito de Valladolid, allá por 1785. Había destacado sobremanera durante las aciagas jornadas del sitio. Tiburcio Álvarez iba a la vanguardia de la columna que salía de la capital maragata con destino a La Bañeza. Se dice que en ese momento, disparó su carabina apuntando al general Boyer, mientras gritaba: Si todos se rinden, yo no me rindo . Otros sugieren que, arrojando el fusil al suelo, Tiburcio se lanzó sobre el enemigo y mató unos cuantos franceses con su sable antes de ser reducido. Según Santocildes, Tiburcio al conocer que se había firmado la rendición, y ver entrar al enemigo gritó en forma desaforada ¡yo no capitulo! y se lanzó sable en mano contra los gabachos, salvando uno de ellos la vida al refugiarse en un portal. Llevado a presencia de Junot y juzgado, fue ejecutado.
Tras escaparse de los franceses, Santocildes retoma Astorga.
Decreto de las Cortes de Cádiz, expedido para premiar la resistencia de Astorga y haciéndose mención al heroico húsar Tiburcio.
El general Dorsenne tomaba nueva posesión de Astorga. Los franceses llegan hasta El Bierzo, aunque no pasaron de Villafranca, bravamente defendida. El ejército invasor saquea los pueblos ocupados, llevándose rehenes consigo.
Para distraer las fuerzas enemigas de cara a la batalla de Arapiles (Salamanca), a mediados de junio se iniciaba un nuevo sitio a Astorga, pero ahora llevado a cabo por los españoles. Santocildes está decidido a recuperar la capital. Se colocó una batería frente a Puerta de Rey, a la que se añadiría más tarde otra pieza situada entre el castillo y Puerta Obispo. Las huestes enemigas del general Remond habían pertrechado perfectamente la plaza, al derribar el arrabal de Rectivía y cubrir con fosos y empalizadas las puertas del Obispo y del Rey. Además, no era posible lanzar bombas y granadas contra compatriotas. Santocildes marchó a mediados de julio, participando en la toma de Valladolid. Astorga permanecía sitiada y amenazada por una batería de tres cañones, aunque el ritmo de operaciones disminuyó.
El general Castaños ofreció a Remond una capitulación honrosa que el francés aceptó con alivio
Principalmente los textos publicados en Diario de León en 2008 bajo el título "León en la Guerra de Independencia", obra de Javier Tomé y José María Muñiz. De hecho, básicamente estos artículos son resúmenes / reorganizaciones de la información allí aportada.