Número: 222. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Me persigno; yaces desamparado. Arañado y escoriado por el viento, golpeado por los neumáticos y arrojado al asfalto. -Suede (2018). Roadkill The Blue Hour.-
Si recordáis cómo terminó el capítulo anterior, los personajes podrían estar ante un vehículo humeante y ante un accidentado, seguramente herido, quizás fallecido, Samuel Espaulella.
Samuel es un hombre nervioso y temeroso. Parece estar seguro de que los personajes vienen a matarle y durante el interrogatorio les mira muy fijo, como un animal a punto de ser atropellado.
Empecemos por ver qué información se le puede sacar a Samuel en caso de que esté vivo y consciente, en ese momento o más tarde. El taxista se va a resistir, obviamente, por lo que sucesivas TAs enfrentadas de Dialéctica o Intimidar contra la Voluntad x 3 de Espaulella. Son posibles varias tiradas para obtener información pero cada personaje solo puede usar una de las dos habilidades. Además, cada TA tendrá un grado menos de dificultad o un grado menos dependiendo de si la anterior TA del mismo tipo fue un éxito o un fracaso, respectivamente. Tres fracasos en total durante el interrogatorio y Samuel se cerrará en banda. Si alguien comienza a golpearle o torturarle, un único fallo hará que Samuel empiece a mentir como un condenado.
Las informaciones que puede aportar a regañadientes Samuel son:
Ha venido a Noruega enviado por Alberto Buendía. Le mantiene al tanto de cada paso que da.
Su misión es encontrar a su hija, recuperar cualquier copia de la información que robaron a Buendía e insistir a Nieves que contacte con su padre. Los personajes podrían notar que miente, pero nunca sería tan bobo como para confesar que mató él a Ana intencionadamente. Como mucho que sí, él provocó el accidente pero que fue accidental. Según dirá, intentaba hacerla parar para interrogarla.
No, no sabe nada del intento de homicidio (quizás con éxito) de Ferrán, y esto es cierto. De hecho, pueden comprobar que las huellas que vieron en Tre Fresnoene no coinciden con las del vehículo de Ferrán. Esto debería preocupar a los personajes.
Después de la muerte de Ana, Buendía le llamó para decirle que ni se le ocurriera mover un dedo más hasta que él le avise. Al ver a los personajes allí, pensó que Buendía les había enviado a encargarse también de él. Los intentó atropellar para ahuyentarlos, más que nada, dirá con poca convicción. Buendía no le advirtió de que estaban ellos allí. Ah, ¿que no debería saberlo? Pues tampoco sabe si está al tanto, él desde luego no le ha avisado.
No sabe exactamente qué relación tiene Iren Danielsen con Buendía ni por qué están ellos allí. Solo sabe que Buendía le animó a presentarse en casa de Danielsen a pedirle, incluso exigirle, un vehículo para moverse por el país sin tener que alquilarlo.
Es fácil que esta escena termine con los personajes encargándose de alguna manera de Samuel, entregándolo a la policía noruega o haciéndole desaparecer, dependiendo de lo hartos que estén de todo y del carácter que tengan. También es posible que le hagan intentar contactar con Buendía pero será imposible. El teléfono dará señal de estar sin cobertura. Samuel no lo sabe, pero su jefe está en un estado mental tan alterado que se le ha olvidado activar la itinerancia y no se le ocurre conectarse a un wifi que le permita recibir llamadas de whatsapp. Por otro lado, está furioso con Samuel y tampoco tendrá muchas ganas de atenderle.
Otra de las cosas que los personajes sin duda quieren hacer pronto es contactar con Nieves, tan pronto esta esté disponible a su vuelta de la plataforma petrolífera. El contacto puede ser en muchos sitios interesantes, desde el helipuerto donde la dejen a ella y otros compañeros del turno, hasta una gasolinera en medio de una meseta nevada donde hayan acordado un encuentro. El apartamento de la joven en Oslo es otra opción, pero es probable que la urgencia les lleve a encontrarse en exteriores.
Nieves sabe muy poco de lo que ha pasado. Tuvo los pocos contactos que ya sabemos a través de Ferrán, pero por lo demás ha permanecido aislada en los últimos tiempos y será el grupo de personajes el encargado de darles malas noticias. No ha sabido tampoco nada de Iren, lo cual podría parecerles un poco extraño, a ellos no les ha costado tanto dar con ella. Si Iren Danielsen pudo hablar con Ferrán, ¿cómo no logró dar con Nieves?
Nieves puede contar que su padre intentó contactarla hace dos meses (vaya, cuando nombraron a Almirall) y hace dos semanas (vaya, cuando Marco Pelayo fue apuñalado, si es que los hermanos sobrevivieron a las historias anteriores). En ambos casos ella no quiso coger la llamada.
Está dispuesta a acudir al despacho de Iren para resolver el tema de la herencia y desde luego a ayudar a recuperar la documentación que tantos problemas está dando.
En algún momento durante la conversación con Nieves o durante el viaje al siguiente destino, como la casa de esta o el despacho de Danielsen, la ahora protegida de los personajes recibirá una llamada de un teléfono con número oculto. Se lo mostrará a los personajes y, si estos no lo sugieren, la pondrá en manos libres.
Imagen de Jan Vašek. "Smartphone, Teléfono y Llamada". Imagen con licencia de contenido Pixabay.
Al otro lado sonará una voz de hombre distorsionada que en español con acento del levante exige que se le escuche atentamente. Sin identificarse, dirá que sabe que Nieves y sus "amigos" tienen una documentación que ellos necesitan y van a obligarles a entregarla, originales y cualquier copia que tengan. Si no lo hacen, prometen ir con todo a por ellos, borrarles del mapa, asegurarse de que nadie se atreva siquiera a recordarles. Y si es necesario, dice, irán a por sus padres, en una clara referencia a los de Ferrán y Nieves. Lo mismo si intentan buscar ayuda en las autoridades, recalcará. Nieves quedará paralizada por el susto y será cosa de los personajes decidir cómo contestar.
Si inician una negociación para entregar la documentación, el interlocutor colgará y llamará un par de minutos después para darles una fecha, en dos días, una hora, las once de la noche y una dirección: Hospital Psiquiátrico de Lier, carretera de Fossbakken. Lier es un municipio a media hora de Oslo. Una búsqueda rápida en internet determinará que se trata de un Hospital Psiquiátrico, sí, pero abandonado desde 1985. No aceptarán otros lugares de encuentro y amenazarán con acabar la negociación e ir a por ellos en cuanto se nieguen.
Es fácil que los personajes no quieran negociar o que la negociación acabe mal. En ambos casos, el interlocutor acabará colgando tras sugerirles que hagan testamento o algo similar. A partir de entonces no habrá más contactos.
Desde luego Nieves no tiene intención de que maten a su padre pero tampoco de quedarse indefensa sin documentación frente a quienes les están amenazando. Quedarse sin al menos una copia o el original de la información de su padre no le parece la mejor de las ideas en este momento. Sin embargo, no sabe muy bien cómo actuar, por lo que confiará de nuevo en el grupo de investigadores a partir de este punto.
A estas alturas ya será evidente lo que ha ocurrido, pero vamos a rellenar los huecos en la información para la Dirección de Juego.
Josep Carles Almirall era el cabecilla del grupo de policías que se dedicaba a blanquear armas, en teoría perjudicada por el negocio de Alberto Buendía. Sin embargo, sin que lo supieran los compañeros de Almirall pero sí este, a veces hacían de intermediarios en la venta de armas usadas de las bandas criminales. Por eso el nombre de Almirall salía en los papeles de Buendía. Es decir, al final, Almirall y los suyos blanqueaban armas e intervenían en el negocio de Buendía pero simularon ser perjudicados por este último para presionar al armero y obligarle a cederles parte de los beneficios. Buendía vio clara la jugada pero no se atrevía a enfrentarse a un grupo de policías corruptos, motivo por el que accedió a entregar la documentación.
Almirall tiene ahora un puesto importante y no le parece estar lo bastante a salvo con que los papeles anden dando vueltas por Noruega. En consecuencia, pidió a los hermanos Urquiza "cerrar el negocio y limpiar" (o a otros mercenarios expolicías, si estos no están disponibles). Los Urquiza son ambiciosos; tras presionar a Buendía y que este les hable de la información que hay en los papeles, intentan negociar al alza con Almirall, lo que hace que Marco tropiece y caiga varias veces sobre el filo de una navaja. Pelayo (o el mercenario contratado por Almirall) decide que más le vale hacer lo que le dice Almirall y parte a Noruega para encargarse de los chavales y robar la documentación.
A la vez, Buendía contrata a Samuel para que viaje también allí y haga lo mismo, liquidar a Ana y Ferrán, pero sin dañar a su hija. Es Buendía quien, buscando pistas sobre Ana, encuentra referencias a Iren, quien además de albacea de su ex, le llevaba los papeles de inmigración, impuestos, etc. Por una buena cantidad de dinero y con alguna amenaza de por medio, logra la colaboración de Iren para localizar a su hija. Cuando Samuel mete la pata y mata a Ana de forma tan poco discreta, le pide a Iren que falsifique la documentación para atraer a los personajes y que sean estos quienes la busquen. Le dice a Samuel que se esté quieto hasta nuevas órdenes y espera que los personajes lleven a su hija hasta Iren y entonces actuar. Porque, sin que lo sepa nadie, él ya está en Noruega bajo identidad falsa.
Los personajes querrán encontrarse en algún momento con Iren Danielsen para pedirle cuentas y mirar qué pasa realmente con la herencia. Quizás incluso para recuperar la documentación del guardamuebles, si no lo habían hecho antes.
El encuentro, sea donde sea (su despacho, su casa, un lugar público…), no durará mucho. Los personajes empezarán a interrogarla y ella, muy nerviosa, dará algunas respuestas vagas, como si estuviera haciendo tiempo. Apenas un par de minutos después de empezar la conversación, entrará en escena Alberto Buendía. Si Samuel estaba libre, también aparecerá con él.
Su apariencia ya no es la del animal a punto de ser atropellado, sino uno que ya lo ha sido y ha sobrevivido de milagro, estando ahora dispuesto a lo que sea para salir del asfalto a rastras. Su ropa está limpia pero arrugada, su pelo mal peinado, pesa como diez kilos menos y su tono de piel ha pasado del ligero bronceado al de una ceniza lechosa. Los ojos abiertos de par en par, una mano temblorosa y otra siempre dentro del bolsillo, se dirigirá a los personajes alternando tensión y sonrisas, intentando siempre hablarle a su hija, si está presente.
La conversación puede ir por muchos derroteros distintos, dependiendo de lo que los personajes estén intentando o de la paciencia que les quede. Por tanto, es importante que la Dirección de Juego tenga los objetivos de Buendía en mente durante la conversación.
La situación ideal para Buendía sería volver a Cunia con su hija, enviando los papeles a Almirall por adelantado e intentando negociar con él su supervivencia y la de su hija. Como alternativa, desaparecer es una opción pero siempre y cuando sea sabiendo que su hija está a salvo, idealmente con él, tras haber enviado los documentos a Almirall. Es decir, sin enviar los documentos no se va a quedar tranquilo en ningún caso y tiene un arma en el bolsillo para intentarlo como sea. Es imposible saber si se va a poner violento. Sin embargo, es posible que se avenga a negociar y a trabajar con los personajes. De ellos dependerá, principalmente.
Si se le advierte de que tienen una cita en teoría para el intercambio de papeles, se dará cuenta de que hay una tercera parte y supondrá que es Almirall quien les habrá enviado. Esto le aterroriza y se avendrá mucho más a trabajar junto a los personajes, pero insistirá mucho en que hay que entregar los papeles. Ir al encuentro no le parece mala idea pero con mucho cuidado, incluso dejando a su hija al margen del encuentro.
Mientras preparáis la siguiente sesión, repartís experiencia, etc, puedes volver a utilizar el tema de salida habitual de esta serie:
No parecía haber otra salida. Por más que intentaban dejar el pasado atrás, por más que intentaban estar a salvo huyendo de los problemas, por más que sacasen arena de los zapatos, la piedra más grande, la que tenía verdadero poder para hacerles tropezar, seguía allí. O continuaban huyendo de las piedras o las enfrentaban de una vez con un martillo.