Jean-Francois Darlan
El 7 de Agosto de 1881 nacía en Nérac (Francia) el que sería una de las figuras clave de la política y de la Armada francesa en los años de la Segunda Guerra Mundial. Se graduó en la academia naval francesa (École Navale) en 1902. Tras realizar varias funciones en la Armada, vivió la Primera Guerra Mundial como Comandante de Artillería en una batería naval. Tras la guerra, a diferencia de muchos compatriotas, permaneció en el ejército.
En 1925 es nombrado oficial de enlace con el Ministerio de marina. Aquel fue su primer contacto con la política y los políticos. Se le encargó la misión de reorganizar la flota francesa; lo que realizó con bastante acierto al promover la construcción de nuevos acorazados clase Richelieu y acelerar la construcción de los portaaviones Joffre y Painleve. Bajo su dirección se construyeron también varios cruceros, destructores y submarinos. Todo este rearme francés naval buscaba como objetivo no ya defenderse de los alemanes, sino igualar a los británicos. Darlan era un convencido antibritánico y su ambición secreta era tener una armada que pudiera equipararse a la británica. Sin embargo, también era un hombre práctico y a pesar de sus sentimientos aceptó la colaboración británica para instalar tecnología (el sonar por los hidrófonos antisubmarinos y los radiogoniómetros franceses).
Mientras reorganizaba y modernizaba la Armada francesa, alcanzó el grado de de contralmirante en 1929 y el de vicealmirante en 1932. En 1934 volvió al servicio activo como Comandante de la Flota del Atlántico y en 1936, Leon Blum lo nombra almirante jefe del estado mayor de la Armada y en 1937, almirante de la flota y comandante en jefe de todas las fuerzas navales francesas. Hay que señalar que este nombramiento es merecido. No sólo era un marino con mucha experiencia, sino que, además, era el responsable directo de que la Armada francesa fuera el arma más moderna y mejor adaptada a los nuevos tiempos de todo el ejército francés. Mientras otros colegas dilapidaban sus presupuestos en obras faraónicas como la Línea Maginot, Darlan lo había utilizado con inteligencia.
Respecto a la guerra que se avecinaba, Darlan tenía claro, y así lo indicó, que Alemania, Italia y Japón serían los enemigos, aunque había que hacer todo lo posible para no iniciar la guerra ya que esta sería larga y despiadada (influencia, casi seguro, de su experiencia en la Primera Guerra Mundial). Opinaba que la derrota de Alemania provocaría el derrumbamiento del resto de los enemigos y estaba a favor de tácticas que atacaran directamente el corazón enemigo (tácticas opuestas a las que luego siguieron los Aliados). Respecto a España dijo que prefería una España beligerante a la que derrotar que una España neutral a la que tener vigilada, lo que, de alguna forma, influyó en su opinión de no intervenir en el conflicto español.
Tras la derrota francesa en la Segunda Guerra Mundial donde la Armada apenas tuvo tiempo de intervenir, Darlan ocupó el cargo de Ministro de Marina tras apoyar a Petain como presidente de la República. Desde su puesto, su primera prioridad fue salvar la armada francesa, para ello ordenó que abandonara los puertos franceses metropolitanos y se refugiara en la colonias. Con esta medida, consiguió que éstos no cayeran en la voraces manos alemanas. Sin embargo, no les dio libertad para intervenir en los acontecimientos y obligó a los comandantes a jurar lealtad al nuevo gobierno de Vichy.
Más tarde, Pierre Laval dejó de ser viceprimer ministro y Darlan ocupó su lugar sin abandonar la cartera de marina. Se convertía así en el sucesor de Petain y en el segundo hombre fuerte del país. También acaparó las carteras de Asuntos Exteriores, Interior y Defensa. Se convertía así en el hombre más poderoso de la Francia de Vichy.
Darlan era un colaboracionista sin tacha y su gestión se caracterizó por un alto grado de entendimiento con los alemanes. Sin embargo, éstos sospechaban de él. Creían que su lealtad era muy maleable (muy ajustable a las circunstancias) y, en cierta medida, aún no le habían perdonado la jugada de los barcos. En Enero de 1942 forzaron a Vichy para que le nombrara Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas francesas y Alto Comisionado en el norte de África. Aparentemente, el nombramiento parecía un ascenso, pero en la práctica alejaba a Darlan de Vichy (como querían los alemanes) y lo trasladaba a Argelia, obligándole, además, a dejar sus cargos en el gabinete, cargos que fueron ocupados de nuevo por Laval (que para los alemanes era mucho más confiable).
Quisieron las circunstancias que el contraataque Aliado se iniciara en Argelia (operación «Torch») y Darlan se vió envueltos en ciertas conspiraciones Aliadas. El Almirante Juin (comandante en jefe de las fuerzas francesas en el norte de África, segundo al mando tras Darlan en la zona y que había pactado en secreto con los Aliados la rendición francesa) y el consul Murphy (embajador estadounidense en la zona ya que los EE.UU. aún mantenían relaciones diplomáticas con la Francia de Vichy), atrajeron a Darlan a una reunión donde le hicieron prisionero. Tras enterarse de la inminente invasión dijo:
«Hace mucho tiempo que sé que los británicos son estúpidos, pero siempre he creído que los norteamericanos eran mucho más inteligentes. Al parecer, ustedes tienen el mismo genio que los británicos para cometer errores colosales.»
Sin embargo, la jugada no les salió del todo bien y Juin y Murphy terminaron prisioneros de Darlan, pero este, que no estaba en su cuartel general, no tenía comunicación ni con el gobierno de Petain ni con la mayoría de los cuarteles franceses en el norte de África. Su información sobre lo que estaba sucediendo era escasa, cuando no contradictoria. Más tarde, con la operación Antorcha en marcha, Darlan volvió a estar en manos de los Aliados (en concreto bajo las manos del general Clark). Darlan era reacio a ordenar el alto el fuego a las tropas francesas por varias razones: la principal que esa orden provocaría la invasión alemana del sur de Francia y la segunda que dudaba que las tropas obedecieran esa orden (lo que ridiculizaría su autoridad en el futuro). Sin embargo, al final se aceptó las condiciones (posiblemente amenazado por la llegada de Giraud al norte de África). hay que entender la mentalidad de los políticos franceses en ese momento. No sólo estaban decidiendo sobre la marcha de la guerra, sino que sabían que sus decisiones afectarían a su futura carrera política. Dar la orden de alto el fuego y que nadie la obedezca sería tan trágico para la carrera de Darlan como seguir fiel a Petain y a los alemanes.
Aceptando, Darlan mantenía su cargo de jefe de las fuerzas francesas de Vichy, lo que le enfrentaba al otro jefe de las fuerzas francesas: De Gaulle. ¿Quién de los dos quedaría como tal en la futura Francia?
En los días siguientes, tal y como temían los alemanes, la lealtad de Darlan sufrió un repentino cambio y de ser leal a Vichy pasó a ser un pro-Aliado convencido ordenando a las tropas y mandos franceses que combatieran junto a los Aliados contra el enemigo. La ocupación alemana de la Francia de Vichy fue suficiente excusa para Darlan para justificar su proceder.
Pero la disputa con De Gaulle (en Londres) se mantenía. Al parecer, por lo escrito por el propio Churchill, Darlan era el favorito británico, posiblemente porque a De Gaulle lo había sufrido de cerca los últimos años y porque Darlan ostentaba un poder ratificado por el gobierno francés, cosa que De Gaulle, no.
Todas estas dudas se evaporaron en la nochebuena de 1942. Ferdinand Bonnier de la Chapelle, que había llegado al norte de África como parte de un comando británico, asesinó a Darlan. Las circunstancia de la época, la guerra, impidieron una investigación en condiciones, lo que ha convertido a la muerte de Darlan en uno de los misterios de la Segunda Guerra Mundial. ¿Ordenó su muerte De Gaulle para evitar un rival político en la futura Francia con la que soñaba? ¿Ordenó su muerte los Aliados para trabajar con personas más asequibles como Juin o Giraud? ¿Ordenó su muerte Petain en represalia por su traición? ¿Ordenaron su muerte los alemanes para evitar que pasara información a los Aliados? O, como apunta Peter Tompkins en su libro «The Murder of Admiral Darlan», pudo fallecer por intentar restaurar la monarquía borbónica en la nueva Francia.
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