DESDE EL SÓTANO
Nº: 37 . 3ª época. Año III
Encuadernación Por: Juan Carlos Herreros Lucas
 

Recuperar un libro desencuadernado

Las encuadernaciones de los libros nunca fueron pensadas para el trato que le damos los jugadores de rol. Una encuadernación está pensada para una serie pequeña de aperturas (una, dos si nos ha gustado el libro o cuatro o cinco si se lo prestamos a los amigos) y el resto del tiempo permanecerá en una estantería sin que nadie lo toque. Posiblemente los libros infantiles sean los únicos con un trato semejante (o peor) a los manuales de rol, pero a diferencia de estos a nadie le extraña que nuestro sobrino de 4 años acabe con las páginas en la mano. Además, las encuadernaciones de los libros son muchas y variadas, pero, en general, es un procedimiento que aún mantiene cierta artesanía. Es cierto que hay máquinas que han agilizado y simplificado parte del trabajo, pero, al final, coger las tripas del libro, unirlas y pegarlas a la cubierta no es un trabajo de precisión milimétrica.

Nada de lo dicho anteriormente justifica que compres un libro y se te desencuaderne a la semana. Si pasa eso, puede deberse a muchas causas (un error en el proceso de encuadernación, un error al elegir el tipo de encuadernación, todas ellas nos darían para un largo artículo), pero ninguna de ellas es responsabilidad del comprador. Si un libro se desencuaderna nada más comprarlo debes llevarlo a la tienda o a la editorial y que te lo cambien (o que te devuelvan el dinero).

Sin embargo, como señalábamos al principio, los libros de rol los usamos mucho (más de lo normal para las encuadernaciones) y es posible (no pasa siempre, ojo) que, con el tiempo, nos quedemos con las hojas en la mano. ¿Qué hacer en estos casos cuando ya no podemos cambiar el libro en la tienda o en la editorial? Este artículo te guiará sobre los pasos a seguir para recuperar tu libro.

Así teníamos el libro

1º Separar las hojas

El primer paso es eliminar completamente la encuadernación anterior. Debemos separar la cubierta y, casi seguro, tengamos que separar algunas hojas empeñadas en permanecer juntas. Este proceso es muy destructivo y puede darnos cierta aprensión destrozar del todo el libro para luego arreglarlo. Si es así, esperad un poco y el libro acabará por desencuadernarse sólo. Cuando un libro empieza a desencuadernarse y se sigue usando ya nada detiene el proceso.

Hay que tener cuidado con los dos procedimientos de alzado. Aunque ambos vamos a recuperarlos igual, en el caso de tripas cosidas, no debemos separar cada hoja sino sólo los pliegos. Es fácil distinguir los libros que están cosidos, las hojas están plegadas por el centro. En estos caso no hay que romper los pliegos y separar las hojas, sólo separar cada pliego (sin cambiarlos el orden).

Es posible, en las encuadernaciones a guillotina principalmente, que algunas hojas del libro estén pegadas a la cubierta. Si este es el caso, es mejor dejarlas con la cubierta que intentar despegarlas. Si lo hiciéramos podríamos romper la cubierta o las hojas.

2º Levantar las tripas

Separaremos la cubierta y nos olvidaremos de ella hasta el final. Cogeremos todas las hojas y sin desordenarlas las pondremos en un montón. Es muy importante que las hojas queden alineadas por arriba y por abajo y por la parte exterior. En las imprentas, la alineación no importa porque luego le pasan una guillotina y quedan todas igualadas, pero nosotros en casa, no tendremos una de estas guillotinas y, por tanto, tendremos que golpear la tripa contra la mesa hasta conseguir que todas las hojas queden alineadas.

Si os fijáis, sólo debemos alinearla por la parte exterior de la tripa, la parte interior, la parte que va pegada al lomo de la cubierta, es difícil que podamos alinearla. Restos del corte o de la alineación previa de la imprenta nos lo impedirán.

Una vez alineadas tenemos que sujetar la tripa para que no se pueda mover en el resto de los procesos. Hay muchas formas. Si os fijáis en las fotos, en mi caso he recurrido a dos maderas con unos tornillos de apriete (es mi prensa particular), pero se puede hacer igualmente con pinzas de estas grandes utilizadas para sujetar los periódicos en los quioscos, con gatos de bricolaje o, incluso, con otros libros pesados que tengáis por casa. La idea es que la tripa no se mueva en los siguientes procedimientos

3º Acanalar el lomo

En la encuadernación a guillotina o a tope (es decir, todas las hojas cortadas una a una) se realizan una serie de ranuras para permitir que el pegamento entre y que cada hoja tenga más superficie de agarre. En la encuadernación cosida o plegada estas ranuras no suelen practicarse, pero sí se hacen, no estorban.

En el libro que nos ha servido para ilustrar este artículo (encuadernado a guillotina), descubrimos que el lomo no tenía apenas canales, los tenía muy poco marcados. Es posible que esta sea la razón por la que, tras años de uso, las hojas terminaran por fallar. A una novela esa encuadernación le hubiera durado toda la vida, pero no a un juego de rol.

Si el lomo no tiene ranuras o las tiene poco marcadas, tendremos que hacérselas. Yo las he realizado con una sierra de modelismo, pero, en teoría, valdría casi cualquier cosa: una segueta de madera, una sierra para cortar hierro o un cuchillo de cocina. Lo ideal es que el corte no sea muy grueso (1 ó 2 mm). Si cogéis un serrucho de madera, que suelen tener los dientes abiertos para ampliar el corte, destrozareis el lomo.

Las ranuras de cerca.

Si veis las ranuras de un libro encuadernado a guillotina, veréis que son cortes finos de unos 2 mm de profundidad, colocados cada 4 o 5 mm. En nuestro caso, manual, no podemos hacer cortes tan precisos ni tantos. Realizaremos los cortes con una profundidad similar (incluso menor), más gruesos (nuestra sierra tendrá un milímetro de espesor o más) y más espaciados (uno cada centímetro o así está bien).

4º Acodar el lomo

Tal y como está el libro en este momento, podríamos pegar las hojas y pasar a la última fase y nuestra encuadernación funcionaría, pero, tratándose de un libro que queremos usar con asiduidad, vamos a reforzar un poco más el lomo. Para ello, en cada una de la ranuras que hemos hecho vamos a introducir un hilo. Este hilo crea una superficie de agarre de las hojas a lo largo de todo el lomo y al ser continuo refuerza la resistencia de éste al doblado.

Podéis coger cualquier tipo de hilo. Yo me he inclinado en esta ocasión por un hilo de algodón que "sustraje" de la caja de la costura de casa. Es interesante que el hilo sea poroso (un hilo de nailon, tipo caña de pescar, podría darnos problemas), que sea grueso, pero no tanto que no entre en el agujero. Si sólo disponemos de hilo fino (tipo costura) podemos coger varios y enrollarlos antes de introducirlos en cada ranura.

El lomo con los hilos que formarán los codos.

Cubriremos el lomo con pegamento y entonces iremos introduciendo, antes de que se seque el pegamento, los hilos en cada ranura. En el mercado existen un sin fin de pegamentos especiales para papel, incluso hay pegamentos especiales para encuadernación. Sin embargo, cuando me decidí a escribir este artículo, pensé utilizar elementos que todos pudiéramos conseguir en nuestra casa y que no fuera necesario comprar nada especialmente complicado. Por eso he optado por utilizar cola blanca (también llamada cola blanca de carpintero o cola blanca de madera). Si hacéis maquetas, tendréis con seguridad esta cola entre vuestras herramientas y si no, es muy fácil encontrarla en muchos tipos de tiendas (ferreterías, droguerías, papelerías, etc.). La cola blanca es muy flexible y trasparente al secarse, lo que nos viene bien para nuestro trabajo. No es muy tóxica y para el trabajo que vamos a hacer no necesitareis una ventilación especial; y tarda bastante en secarse, lo que nos facilita trabajar con ella. Podríais optar por una cola de contacto (por ejemplo), pero, en general, son más rígidas que la cola blanca y aunque son más adhesivas (pegan más), ese exceso lo pierden por su rigidez.

Detalle de los hilos.

Una vez seca la primera capa de pegamento, debemos poner una segunda capa. Ésta nos cubrirá los hilos por el exterior y nos igualará todo el lomo. Extender bien el pegamento para que forme una superficie más o menos uniforme. Es fundamental que no nos queden grupos o pegotes porque si no se notarían en la cubierta al final del trabajo. El pegamento, si es cola blanca, podéis extenderlo con un dedo (se limpia bien), pero si os da reparo, utilizad una espátula o un cuchillo de cocina de untar.

Echando la segunda capa. Antes de igualar el pegamento.

Si el lomo a reparar es especialmente grueso (500 páginas) o luego va encuadernado sobre tapa dura, es recomendable reforzar un poco más. En nuestro caso no lo hemos hecho, pero el proceso es sencillo: sin que se seque esta segunda capa de pegamento, coged una venda del botiquín y poned sobre el lomo un trozo. Habrá que apretar un poco para que se hunda en el pegamento recién echado. Si la venda no es muy tupida, podéis poner dos trozos. Ojo, la venda no puede ser ni elástica (son demasiado gruesas) ni de estas de escayola (la escayola fragua y el lomo queda inservible).

5º Preparar el lomo

Una vez seco y trasparente el pegamento, tendremos un montón de hilos (y venda) sobrantes por los laterales del lomo. Debemos proceder a cortarlos con unas tijeras lo más cerca de los bordes que podamos.

preparando el lomo.

Posteriormente cogeremos una lija para suprimir los pequeños grumos de pegamento que nos puedan haber quedado en las esquinas del lomo. Tened en cuenta que justo sobre la primera página y última de la tripa es donde la cubierta va a hacer su giro. Si hay irregularidades pueden acabar por romper la cubierta. Por ello, hay que coger el lomo y con la lija suavizar la parte superior e inferior, redondeándola todo lo que podamos. No es necesario presionar fuerte con la lija (nos comeríamos el pegamento), sino con suavidad.

Al final de este paso, las tripas ya estarán preparadas. Podéis comprobar su resistencia sacándolo de las fijaciones y abriéndolo sin miedo.

6º Pegar la cubierta

Pegando la tripa y la cubierta.

Si es un libro en rústica, pegar la cubierta será tan sencillo como echar pegamento en el lomo de la cubierta (la cola blanca se puede usar para ello), colocar la tripa y cerrar la cubierta. Finalmente debéis golpear un par de veces el lomo del libro contra la mesa para que el pegamento se reparta y para que todas las burbujas de aire salgan. Tras esto, ponéis el libro bajo algún peso, otros libros y esperáis a que se seque (darle 24 horas). Solamente tenéis que tener cuidado en dos cosas:

- No pongáis pegamento en exceso. Si lo hacéis saldrá por la primera y última hoja de la tripa y hará que estas se peguen a la cubierta.
- Alinear la parte superior e inferior de la tripa y la cubierta. Para ello, si os habéis desviado, podéis corregirlo dando unos golpes ligeros contra la mesa hasta que ambas partes estén correctamente alineadas.

Detalle del lomo antes de pegarlo a la cubierta.

Los libros en tapa dura son un poco más complicados, pero no deberían suponer un reto. La dificultad está en que el lomo donde debemos pegar las tripas no es el lomo de la cubierta. Tendremos una tela intermedia unida a unas cuantas páginas que habrán quedado pegadas a la portada y a la contraportada de la cubierta. El procedimiento es el mismo, pero como las cubiertas suelen ser mayores que las tripas, tendremos que hacerlo con mucho cuidado porque no podremos corregir la alineación de la tripa. Además, un exceso de pegamento podría provocar que la tripa se pegara al lomo de la cubierta. Para evitarlo, una vez pegado el lomo y dejado para secar, levantar ligeramente una de las tapas, esto separará el lomo de la cubierta lo suficiente para evitar que se pegue.

Espero que este pequeño artículo os permita recuperar alguna de las joyas de vuestra biblioteca.

« Pág. anterior Subir Pág. siguiente »
Versión imprimible DeS. © Ediciones Sombra