Nº: 74 . 3ª época. Año VI
Jornadas: Som Con Uno Cero Por: Matt el viajero
 
 
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Som Con Uno Cero

Mis viejos pasos me dirigieron en esta ocasión a las Som Con Uno Cero, unas jornadas de juegos de rol organizadas por la propia editorial, por Sombra. Era un poco como jugar un partido de fútbol en tu propio estadio con los cuatro árbitros comprados, pero allí me dirigí.

Llegué tarde; las jornadas empezaron a recibir gente a las 18:00 horas, pero sé que algunos llegaron antes y sé que se echaron algunas partidas de Guerra de los Mundos y de CEP. Esta última fue bastante numerosa, así que debió ser interesante. ¿Me quedaría con las ganas de jugar a CEP?

Lo primero que vi de las jornadas fue una cadena cruzando un camino en un sitio muy oscuro. Allí estaba esperándome una persona de la organización en un coche un poco mafioso (un modelo muy popular en Cunia, sospecho). Y me llevó hasta el recinto por un camino que estaba flanqueado por árboles (creo que pinos mediterráneos pero esto de la botánica no es lo mío), ciertos arbustos (que yo habría confundido con maleza) y diversas zonas con humedales. Mi guía me informó que era peligroso salirse del camino, sobre todo de noche, pues algunas de esas inocentes charcas en realidad escondía arenas movedizas. No me creí una palabra. Llevo muchas jornadas en estos cansados huesos y sé que los organizadores inventan estas cosas para dar ambiente. Sin embargo, debo confesaros que me asusté. Estaba en medio de ninguna parte, perdido en un camino oscuro y en mi cabeza empezaron a formarse las imágenes del pantano de fuego de la Princesa Prometida. Me sorprendí a mí mismo diciéndome: "tenemos posibilidades, ya conocemos dos de los peligros del pantano de fuego..."

El Casal (que es como tienen a bien denominar aquí a los albergues) estaba escondido tras un recodo, era más grande de lo que había imaginado y lo suficientemente civilizado para que se extinguieran mis temores. Nada más llegar, me encasquetaron un sombrero (literal), me regalaron lo que dijeron era una bolsa de dados (ahora la uso para otras cosas) y diverso material que usaría durante las jornadas (bendito lápiz que siempre se me olvida en casa). Me asignaron una habitación y me dijeron que ya se estaba sirviendo la cena. En otras palabras, dejé la mochila en la recepción y me encaminé al comedor donde ya había buen ambiente, muchos saludos de gente que se conocía y mucha camaradería. Allí me enteré que habían jugado ya a CEP. Lástima...

Esto del comedor y la comida fue una constante en las jornadas y haré sólo referencia ahora, al principio de mi relato. Nos daban de comer varias veces al día. Desayunábamos y a media mañana la organización aparecía con bebidas y bocatas; Comíamos y a media tarde, más bocatas y bebidas; Cenábamos y, por la noche, más bebidas y comida. Creo que había un plan secreto para cebarnos a todos y entregarnos en sacrificio al dios del pantano.

Por la noche, tras acomodarme rápidamente en el alojamiento, bajé a la sala de juego a jugar, que era a lo que había venido. Las dos actividades principales de la noche fueron una conferencia sobre Rol Negro, Cunia y cómo se podían adaptar diferentes series de televisión al juego (bastante interesante a tenor de los comentarios posteriores en las jornadas y en la lista de correo del juego) y el vivo oficial de Exo, que era al que yo le tenía más ganas. La verdad, después de jugarlo, no sé cómo esta gente de Sombra sigue dejando la galaxia en manos de gente tan irresponsable como nosotros. Ellos hablarán de las consecuencias, pero me temo que hemos dejado a los tyranos muy mal para el futuro. Hubo otras actividades, no programadas, pero no les presté mucha atención (creo que vi un Ciudadelas y un Guerra de los Mundos, pero el recuerdo es borroso).

La noche fue algo dura para la gente. Las camas no estaban mal, pero uno (o algunos) de mis compañeros de cuarto decidieron sacar del interior todo lo que llevaban dentro a modo de ronquidos. Afortunadamente para mí, uno es perro viejo en estas lides y me llevé unos tapones para los oídos (de esos que venden en las farmacias). Por la mañana me preguntaban: "¿cómo pudiste dormir?" (y yo les sonreía como un estúpido porque se me había olvidado quitarme los tapones y no les oía nada).

La mañana tuvo su momento interesante; tras el desayuno, fui a estirar un poco las piernas y a mirar los alrededores que me parecieron menos atemorizantes que la noche anterior. De hecho, tuve la ocasión de ver algunos conejos y algunas perdices. Considerando que soy un "urbanita", creo que eso es lo más cerca que he estado de la fauna salvaje. Algunos asistentes decidieron irse de excursión a la Albufera (era una de las actividades propuestas por la organización). Allí vieron los arrozales, alguna barraca, viajaron en barca y, según sus propias palabras, se lo pasaron bastante bien. Yo preferí quedarme jugando. Habíamos venido a jugar. "¿Te gusta jugar?" decía el eslogan de las jornadas y yo estaba dispuesto a cumplirlo. Finalmente me decidí a probar un nuevo juego de mesa que los de Sombra habían llevado. Era una adaptación de un juego muy antiguo de Avalon Hill, pero era muy sencillo de aprender y de jugar. Se trataba de una "guerra" en el Sector Libertad y cada jugador llevaba a alguno de los intereses políticos en la zona (tyranos, refeperos, comerciantes). Me lo tomé como una continuación del vivo (una de las cosas que se decidió era la intervención de los tyranos en el sector libertad). Al final, me dieron para el pelo, me lo pasé bien, pero tal vez me hubiera ido mejor en la partida simultánea de Exo: Dos naves, dos DJ, una misión...

Por la tarde, comprobé que la lección aprendida en la mañana tendría que aplicarla en más ocasiones. Había muchas actividades que me llamaban la atención. La presentación de 1808 tiraba de mí y el autor se presentó con una pantalla tan interesante, pero finalmente me decidí a probar un juego de Pel·les. Era un juego de cartas, aunque se jugaba sobre un tablero. No era complicado y bastante rápido. Al final no conseguí pasar del empate: ¡está claro que en estas jornadas no iba a ganar! Me hubiera ido mejor en la partida de Comandos.

Por la noche, pensé en acercarme a la observación astronómica, pero el frío y mis viejos huesos no son buenos compañeros de viaje, así que decidí encaminarme a la sala de juegos tras la cena. Algunos estaban preparando un CEP para echar unos tiros antes de la Exocita y hacia allí me fui de cabeza. ¡Por fin conseguí volar en un caza y que me derribaran! La Exocita me sorprendió. Juan Carlos reunió a todos los interesados (que acabaron siendo la mayoría de los asistentes) en torno a una mesa con un plano de la galaxia y allí les explicó algunos de los detalles de la Unión Pangaláctica y la difícil relación entre los aioll y los Nheti:narâ. Sin embargo, la parte más interesante, desde mi punto de vista, fue la que vino después. Existe una norma en las exocita y es que al final se pueden hacer preguntas de cualquier tema de Exo y siempre se responden. Yo no pregunté nada, pero los asistentes estaban preparados. Así me enteré que cual es el origen de los doce planetas cromter o qué se está cociendo en el brazo Curete. Lo contaría, pero temo decir cosas que no debo.

Tras la charla, muchos fueron encaminándose a la cama, pero otros nos quedamos charlando, una conversación entre amigos, aunque a muchos los había conocido el día anterior. Aprovechando que había allí editores, autores, ilustradores, tenderos, la charla derivó en el ya clásico "estado del rol", pero fue muy interesante porque esa sensación de camaradería, las horas de la noche, desató la lengua de muchos y me enteré de cosas sobre tiendas, distribuidores y editores que nunca pensé saber. Nos acostamos a las cinco de la mañana, pero muy contentos.

Levantarse por la mañana fue un poco complicado. Disimulé mi estado quebradizo (a pesar del café generosamente distribuido por los organizadores) fijándome en el stand de Sombra y mirando las partidas. En el primero, me hice con un Exobichos y conseguí que me lo firmara Juan Carlos, Oscar y Eduardo (los dos últimos incluso me hicieron estupendos dibujos de un verriano y un dragón). Los tres se habían acostado a la misma hora que yo y ahí estaban con una sonrisa (creo que toman "cosas" en secreto). Respecto a las partidas, nuevamente me enfrenté a un dilema: Comandos o Pangea. Acabé decidiéndome por el primero (una partida con la Guardia Suiza en el Vaticano en la Segunda Guerra Mundial tenía buena pinta), pero me arrepentí de no haber estudiado más el poder ese de la polilocación.

Tras la comida, llegó el momento triste de la despedida y en mi artículo, de las reflexiones. Me lo pasé muy bien. No puedo decir que jugué todo lo que quise porque jugué más de lo que esperaba. La organización te perseguía y te sentaba en las mesas. "Hemos venido a jugar" era una de sus frases favoritas al principio de cada uno de los turnos. Tengo la impresión de abandonar las Som Con habiendo hecho nuevos amigos y habiendo formado parte, por unas horas, de un fantástico mundo creativo. Tuve la sensación de estar en el lugar donde se toman las decisiones, donde se forjan los "Furis de la Rosa" y esa sensación me gustó. El año que viene tienen intención de repetirlas y, Ayuntamiento mediante, repetirlas en el mismo sitio. Yo volveré, primero porque espero volver a encontrarme con todos de nuevo y segundo porque espero hacer nuevos amigos. Si has llegado a este punto del artículo, es posible que te sorprenda lo que te voy a decir: no te recomiendo las Som Con, es mejor que no le digas a nadie que has leído este artículo y que no hagas planes para el año que viene. Si las Som Con crecen demasiado, no podrán mantener ese grado de camaradería, de complicidad y sus organizadores no podrán mantener ese nivel de atención a los asistentes. Eso ha hecho a las Som Con algo diferente y prefiero que lo conserven, aunque sea manteniendo su existencia como un secreto, mío, sólo mío, mi tesoro...

No debería decirlo, pero si queréis ver más fotos del evento, pulsa en la siguiente imagen:

Som Con Uno Cero

 
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