Nº: 63 . 3ª época. Año VI
Razas: d20 - Dacrónidos en Eriloe Por: Ignacio Conesa Zamora
 
 
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DRACÓNIDOS EN ERILOE

Nota: Este artículo sirve para introducir a los dracónidos dentro del mundo de campaña de Eriloe para aquellos jugadores que se hayan pasado a la 4ª edición. En breve publicaremos un artículo similar para los tiflins.

Todo el mundo en Eriloe sabe que, casi siempre, raza es sinónimo de nación. Aunque es normal que una sola raza tenga varias naciones, raro es encontrarse a una raza que no tenga nación propia. Es cierto que, hasta hace poco, las razas conocidas despectivamente como humanoides (orcos, gnolls, kobolds y trasgoides) carecían de una organización digna de definirse como nación, pero la llegada del Emperador cambió esto, dejando pocas razas sin una tierra que pudiesen llamar hogar. En general las razas sin nación son poco conocidas, causando un malestar y desconfianza entre el resto de razas tan solo superado por el trato despectivo que lo sobrenatural tiene entre las gentes de Eriloe. Sin embargo existen dos honrosas excepciones a esta norma, dos razas que, sin tener un estado mayoritario formado por ellas, tienen, hasta cierto punto, el respeto del resto de habitantes de Eriloe. Estamos hablando de los tiflins y los dracónidos.

Respecto a los últimos sería injusto decir que no tienen nación. Realmente no tienen nación en la superficie de Eriloe ni, en cierta medida en el interior de esta. Los dracónidos tienen sus asentamientos colgando directamente bajo las masas continentales de Eriloe. Por lo poco que se sabe sus ciudades se construyen arracimadas en los enormes acantilados verticales que se asoman al Vacío sin fin, por debajo de la línea de flotación del tillium. No existe manera de llegar hasta estas ciudades verticales si no es empleando bestias aladas que no teman sumergirse en lo más profundo del Vacío. Según su historia, los dracónidos siguieron hace eones a los dragones en su emigración al Inferior de las masas continentales, llegando a vivir en una especie de relación de provecho mutuo. Las condiciones del trato original se han perdido hace mucho. Lo que si se sabe es que antaño todos los dracónidos estuvieron unidos en un solo imperio, gobernado por un emperador dragón. A la muerte de este se produjo una intensa guerra civil, que desgranó el imperio en varios reinos, algunos gobernados por dragones, algunos directamente por dracónidos. El número actual de reinos se desconoce, aunque todos dependen en mayor o menor medida de los dragones, como gobernantes, y sus primos semi-inteligentes, los dracos o wyvernas, como bestias de carga, alimento y medio de transporte.

El primer contacto ampliamente conocido de los dracónidos con la superficie fue en tiempos del imperio Samoeno. Eric, en su afán de conquista, trabo conocimiento de la existencia de los dracónidos y mandó una embajada para conseguir su alianza. El trato no fue muy fructífero, ya que los dracónidos tienen poco interés por los asuntos de la superficie, pero consiguió reclutar una compañía de mercenarios a los que hizo su guardia personal. Las Escamas de Obsidiana, como era conocida esta compañía, fue un sinónimo del poderío militar de Samoano y causaban el terror de sus enemigos y el orgullo de sus aliados. Cuando el Imperio cayó, las Escamas se disolvieron, asentándose en poblaciones dispersas a lo largo del antiguo imperio. Actualmente aún quedan restos de aquellos pueblos, estando la mayoría concentrados en la República de Philrun, a la que muchos dracónidos emigraron por compartir los ideales de caballería de esta nación.

El segundo contacto fue mucho más reciente y bastante más trascendental. Con la venida del Emperador se produjo una masiva emigración de dragones y dracos a la superficie. Los motivos de esta emigración son desconocidos, hasta por los propios dracónidos. Los pocos reyes dragón que se dignaron a dar un motivo a sus súbditos dijeron simplemente que "el momento había llegado". Sea como fuere los dracónidos se encontraron con que sus rebaños y sus gobernantes les abandonaban, dejándoles sin medios para subsistir y sin mano que los guiase. Algunos siguieron a sus reyes, como el caso del rey dragón Arjhanamun, un dragón dorado que se instaló junto con sus súbditos en una región al poniente de Ahorat. Otros siguieron los rebaños de dracos, en una penosa ascensión a través de túneles olvidados, abriéndose paso a través de la Infraoscuridad y las terribles bestias que la habitan. De los que llegaron a la superficie la mayoría acabo siendo contratada como mercenarios para hacer frente a las temidas hordas del Emperador. Al terminar la contienda, los dragones, resignados, volvieron a sus anteriores dominios, aparentemente desilusionados con la conclusión de un conflicto en el que apenas intervinieron. Sin embargo algunos de ellos se quedaron, esperando quizá a que "el momento" del que hablaban llegase finalmente. También muchos dracónidos se quedaron, fascinados por las maravillas del mundo de la superficie, siendo recibidos en todas las naciones que se enfrentaron al Emperador como héroes de leyenda.

 
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