Nº: 44 . 3ª época. Año VI
Operaciones: Bombardeo lanzadera Por: Juan Carlos Herreros Lucas
 
 
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Misiones de bombardeo Lanzadera

Un B-17 en vuelo

Los Aliados consiguieron establecer un efectivo sistema de bombardeos estratégicos con base en Gran Bretaña y aquello tuvo una consecuencia inmediata en la planificación del esfuerzo de guerra de los alemanes. Cada vez con más frecuencia, las industrias clave eran evacuadas de las zonas occidentales (el Rhin y Francia) y enviadas al interior de Alemania e, incluso, a Europa oriental. Aunque en tierra las tropas soviéticas eran un terrible enemigo, en el aire la Luftwaffe aún podía mantenerlas a raya y la ausencia de bombarderos estratégicos era una garantía para la seguridad de las instalaciones.

Esto implicaba que los puntos a bombardear estaban cada vez más lejos de Gran Bretaña. En muchas ocasiones los cazas no podían acompañar a los bombarderos y en otras el objetivo estaba tan al límite de la capacidad que cualquier error de navegación hacía imposible corregir el rumbo, alcanzar el destino y, sobre todo, volver. Mientras los Aliados no pusieran un pie en Francia (y ellos sabían en 1943 que aún tardarían un poco), las zonas más orientales estaban a salvo... aparentemente.

Una de las posibles soluciones a este problema hubiera sido establecer una fuerza aérea de bombardeo estratégico en la Unión Soviética. Además de los enormes problemas logísticos (abastecer a toda una fuerza aérea en la URSS), había un problema material, la capacidad de producción estadounidense era buena, pero sacarse una nueva fuerza aérea completa (incluyendo no sólo aviones sino tripulaciones) estaba más allá de su capacidad en ese momento. Es decir, esta solución requeriría muchos años para llevarla a cabo.

El bombardeo lanzadera no es una forma de arrojar las bombas sino que hace referencia a una táctica de vuelo. Uno de sus principales defensores fue el general Arnold (jefe de las Fuerzas Aéreas estadounidenses) y su concepto era, en realidad, muy simple. La idea era que los aviones despegaran de sus bases en Gran Bretaña, atacaran un objetivo en Alemania y luego continuarán volando hasta la Unión Soviética. Allí repostarían y descansarían las tripulaciones y realizarían un vuelo de vuelta a los pocos días bombardeando un segundo objetivo a la vuelta. Esta idea presentaba dos grandes ventajas: la primera es que permitía alcanzar objetivos más lejanos y la segunda es que los cazas alemanes tendrían más complicado interceptarles a la vuelta. En el bombardeo de ida y vuelta, la defensa antiaérea estaba alerta a la vuelta y era más fácil que derribaran los aparatos que a la ida.

El lector seguramente recuerde la operación de bombardeo de Tokio llevada a cabo por B-25 sobre Tokio dos semanas después del ataque a Pearlharbour. Estrictamente hablando, aquella operación fue una misión "lanzadera", aunque ninguna fuente la reconocerá como tal. En aquella ocasión los aviones despegaron de la cubierta de un portaaviones, bombardearon Tokio y aterrizaron (o cayeron) en China. Aunque muy propagandística, la misión sobre Tokio fue un fiasco militar, pero su concepto de aterrizar en otro sitio diferente al del despegue para así poder alcanzar al objetivo, es el mismo que el de las misiones de bombardeo lanzadera.

Las operaciones lanzadera encontraron un obstáculo bastante duro en la política. Aunque la U.R.S.S. y EE.UU. eran aliados contra Alemania, mantenían criterios bastantes distintos sobre la forma de conducir la guerra. Para los rusos, que tenían un ejército de millones de personas y absorbían casi todo el esfuerzo bélico alemán, el bombardeo estratégico era una prioridad menor. Para ellos, la petición de bases aéreas para que los bombarderos pudieran aterrizar y luego despegar de nuevo a sus bases principales era un engaño, un intento de los estadounidenses de justificar su esfuerzo bélico. A ojos de los soviéticos, aquello solo era maquillaje. El general Arnold, entonces, se vio obligado a recurrir a las más altas instancias políticas. Resumiendo, al final fue el propio Molotov, Ministro de Asuntos Exteriores, quien les dijo a los militares soviéticos: hay que preparar unas bases para los yanquis.

La decisión política tardó tanto que las circunstancias de la guerra permitieron a los Aliados disponer de un segundo punto de aterrizaje para sus misiones: el Mediterráneo. A diferencia de la Unión Soviética, las bases en la zona ocupada del norte de África y, más tarde, Italia no tenían tantas trabas políticas. Las misiones desde o al Mediterráneo tuvieron bastante éxito, no así las dirigidas a la Unión Soviética.

Las misiones lanzaderas a la Unión Soviética recibían el nombre clave de Frantic y, en total, hubo siete misiones. La primera, a principios de Junio de 1944, fue un éxito total y los alemanes fueron pillados completamente por sorpresa. Pero los Aliados subestimaron la capacidad de reacción alemana y cuando la operación Frantic II se puso en marcha, consiguieron bombardear en el viaje de ida, pero la Luftwaffe, que había identificado los aeródromos que usaban los bombarderos, atacó la base aérea cuando todos los aviones estaban en tierra. En una época en la que Alemania andaba necesitada de victorias, el bombardeo de la base soviética de Poltava fue vendido como un gran golpe militar y la prensa Aliada se hizo eco del mismo en sentido contrario.

Durante el bombardeo alemán a la base aérea, sólo un caza soviético estuvo en el aire defendiendo las instalaciones. Esto provocó que el mando de las operaciones Frantic se planteara la necesidad de contar con cobertura aérea propia en las bases de destino. Esto provocó nuevas decisiones políticas y retrasó aún más las operaciones hacia la Unión Soviética.

Las misiones Frantic se fueron espaciando en el tiempo y muchas veces chocaban con los planes estratégicos soviéticos. Los Aliados debían pedir permiso a los soviéticos para bombardear algunos objetivos y estos, a veces, los denegaban sin ninguna explicación y provocaba retrasos en las misiones. Más tarde se supo que en muchos casos, los puntos a bombardear por la USAF eran, a la vez, el objetivo de futuras ofensivas soviéticas y que estos querían evitar alertar a los alemanes de sus planes estratégicos.

La última de las misiones lanzaderas a la Unión Soviética coincidió con el levantamiento en Varsovia. Los Aliados quisieron utilizar las misiones Frantic para abastecer a los sublevados, pero los mandos soviéticos (que no deseaban el triunfo de los sublevados) se negaron a ello. Se realizó una misión de abastecimiento con un pobre resultado y Stalin prohibió, a partir de ese momento, nuevas misiones Frantic.

Las misiones lanzadera en el Mediterráneo fueron más sencillas políticamente hablando y cosecharon bastantes más éxitos que las orientales. Sin embargo, fueron raras las misiones con grandes formaciones y, por tanto, la efectividad estratégica es bastante discutible.

Resumiendo, las misiones lanzadera fueron una idea interesante para poder alcanzar objetivos en el interior de Alemania y obligar a los alemanes a desperdigar sus escasas unidades antiaéreas aún más. Sin embargo, las complicaciones políticas y logísticas hicieron que su influencia sobre el transcurso de la guerra fuera más bien menor.

 
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