Nº: 151 . 3ª época. Año VI
Rojo y Oro: 2x04 - Un día en la ópera Por: Don Toribio Hidalgo
 
 
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2x04 - Un día en la Ópera

Rojo y Oro

El sol despunta en los viejos montes y sus luces traen los primeros sonidos de las botas sobre los embarrados caminos. Clop, clop, una vieja letanía de opresión, azul y blanca. Están brillantes, acicalados. Deben haberse levantado a primera hora para presentarse en el pueblo bajo el son de una cabalgata de valkirias. Llegan a la plaza del pueblo y esperan marciales mientras el sargento empieza a dar órdenes y los soldados a escucharlas. El francés no suena bien dando órdenes; el francés nunca suena bien, opina Chaparro, mientras les ve evolucionar desde la ventana de la compañía.

Un oficial, se nota en la perfecta hechura del uniforme, entra en el cuartel de la Hermandad y mira a los tres allí, ociosos. No le gusta lo que ve, pero no dice nada. Entra en el despacho del jefe sin anunciarse y allí, en un endiablado francés (que hasta Chaparro reconoce su valía) el recién llegado protesta; el jefe intenta poner un contrapunto, pero no se le oyen más que algunos monosílabos y el rechinar de las bisagras. El francés no alza la voz, más parece una diva relatando sus incomodidades. Tras una larga sucesión de tonos elevados, el francés, sale, cierra la puerta de golpe y sale sin añadir palabra.

Los tres, veteranos, empiezan a aparentar estar haciendo cosas. Leyendo un informe, colocando unas cajas, limpiando la mesa y su superior no tarda en aparecer, malhumorado, triste. Les cuenta que, al parecer, unos bandoleros de la localidad han robado suministros militares de su unidad y que va a dejar allí a unos cuantos de sus hombres a hacerse cargo de la seguridad. Dice, confiesa, que ese petimetre le ha llamado payaso y le ha dicho que no se daría cuenta de la infidelidad de su mujer hasta el final del primer acto.

Tras la incomoda confesión de su jefe, los tres miembros de la hermandad salen a intentar atrapar a los responsables para que las tropas francesas desaparezcan cuanto antes, pero, en vez de patear las calles y los campos aledaños, acaban en la taberna de El Cojo donde el sargento Padilla acaba por derrumbarse y echarse la culpa a sí mismo. Debió haber pensado en ello dice, debió haberlo previsto. Sus compañeros intentan animarle y Chaparro, con su habitual tacto, le dice que parece una madame lamentándose de que su marido haya ido a la guerra.

El objetivo de su compañero es enfadarle, claro, pero le conoce y sabe que con el enfado llegará la resolución. Le mira a los ojos agradeciéndole, luego mira a los parroquianos que con las noticias de la llegada de los franceses se han reunido en la taberna, como un refugio para enterarse de las noticias. El sargento sonríe y explica:

-Que nadie duerma, que nadie duerma. Nadie sabrá su nombre y si tenemos, ¡ay!, que morir, que se disipe la noche, que se apaguen las estrellas, al alba venceremos...


Este episodio musical de Rojo y Oro tiene la siguiente banda sonora:

Entrada en la villa: Cabalgata de las Valquirias (Ver)
Perorata del capitán: Casta Diva (Ver)
Lamento del jefe: Vesti la Gubia, Ridi Pagliacci (Ver)
Lamento de Padilla: Madame Butterfly (Ver)
Arenga del sargento: Nessum dorma (Ver)
Títulos de crédito: Obertura de Carmen (Ver) - por supuesto.
 
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