Nº: 132 . 3ª época. Año VI
Sistemas: El cementerio de Sago Por: Sergio Jurado
 
 
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El Cementerio de Sago

Sago es un planeta del sistema Vettera que carece de agua y atmósfera, un mundo completamente yermo. Aquí se encuentra el Cementerio Federal de Sago, el lugar en donde la RFP entierra a sus militares y héroes caídos.

El cementerio, también llamado "bosque de Sago" o "bosque negro" por los militares republicanos, se extiende durante kilómetros por la superficie del planeta. Interminables hileras de estelas funerarias de dos metros de altura forman un bosque artificial de árboles negros. Sago está deshabitado; y el cementerio es vigilado por una "guardia de honor" formada por única decuria mixta de hombres y mujeres procedentes de todas las ramas de la Armada. Servir en la guardia del cementerio, algo que es considerado un gran honor, es ofrecido solamente a diez militares que hayan actuado con un grado extremo de heroísmo en defensa de la República.

La guardia de Sago luce un uniforme propio, una variante del de la Armada con casaca blanca y pantalón del mismo color. La duración del servicio en este destino es voluntaria; cada guardián puede optar por seguir sirviendo en la guardia del cementerio durante tanto tiempo como desee, pudiendo en cualquier momento reincorporarse a su cuerpo de origen. En cualquier caso, también obtienen el derecho de lucir sobre su uniforme un brazalete blanco que los señala como antiguos guardianes de Sago.

Historia

El planeta Sago es un mundo yermo perteneciente al sistema Elión, cuyo planeta principal es Vettera, la brillante capital de la RFP. Sago es un mundo yermo, carente tanto de atmósfera como de agua, una roca desnuda que flota en el vacío. Probablemente fuera visitado por primera vez por sondas no-tripuladas de los aolha, aunque por desgracia los registros sobre esta época se perdieron, por lo que actualmente se ignora si realmente llegaron a poner el pie en este mundo.

La primera referencia escrita a Sago la encontramos en la obra Breve descripción astronómica de Elión, de mediados del siglo I a.V. Esta obra era una minuciosa descripción del sistema Elión, firmada por un tal Enzo Komayashi, que en la introducción afirma ser miembro de un club astronómico vetterano. En todo caso, tiene mayor importancia el hecho de que, apenas unas pocas décadas más tarde, una mujer llamada Ginny von Havnor, quien al parecer capitaneaba una de las escasas naves estelares que conectaban Vettera con otros sistemas cercanos, presentase una reclamación formal sobre Sago ante las autoridades vetteranas, convirtiéndose así en la primera propietaria legal de esta roca y reivindicando para sí misma el título de baronesa de Sago.

El cementerio se creó mucho después, el último año de la guerra contra los veddios, con el objeto de que se convirtiera en un lugar en donde enterrar y honrar a los caídos sin una familia que reclamase sus restos mortales. Ya incluso entonces el suelo en Vettera resultaba caro de adquirir. De hecho, los técnicos municipales estimaban que en el transcurso de pocos siglos llegaría a edificarse por completo su superficie (tal y como efectivamente ocurrió). Por este motivo, hacía ya tiempo que el consistorio vetterano había prohibido las inhumaciones, sustituyéndolas por cremaciones. Sin embargo, todavía subsistía el problema ético de qué hacer con los restos de los militares sin una familia que se hiciera cargo de sus cenizas. En el caso de los difuntos ordinarios el consistorio no se andaba con contemplaciones: se libraba de las cenizas junto con los residuos ordinarios. Sin embargo, en lo tocante a los heroicos soldados de la Armada que luchaban contra los esclavistas veddios, el gobierno consideró que debía actuar con una mayor sensibilidad.

Afortunadamente, la solución se presentó por sí sola cuando el vecino planeta Sago fue legado a la Armada de la República de Vettera por su propietario legal, Luc von Havnor, en ese momento el barón de Sago, con la condición de que jamás fuera enajenado, arrendado o transmitido a terceros, ni en todo ni en parte.

El propio barón Havnor, militar él mismo y un ferviente nacionalista vetterano, había fletado con cargo a su propio peculio una corbeta y adquirido una patente de corso con la que actuaba contra los odiados veddios. Tras su trágica muerte durante el asalto final al sistema Extrema, el barón legó el planeta a la Armada y se convirtió en el primer militar sepultado en Sago (en un modesto panteón), que hasta entonces había sido propiedad exclusiva de la familia Havnor.

Desde entonces, millones de soldados de la República han sido enterrados aquí. De hecho, incluso se ha convertido en una arraigada tradición militar: muchos militares estipulan en su testamento que desean ser enterrados en Sago y no en su planeta natal. En realidad, no se llevan a cabo enterramientos sino que los cuerpos, si es que han podido ser recuperados, son cremados y sus cenizas mezcladas con un compuesto cerámico indestructible al que se da la forma de una brillante estela negra de tres metros de alto por uno de ancho y un grosor de 30 centímetros. Dentro de la estela se introduce una caja con un memblock (o el dispositivo de datos que estuviera vigente en el momento), el cual contiene una copia de la hoja de servicios del caído. En la estela se graba a láser el símbolo de la República, y ésta es colocada exactamente a un metro de la anterior, formando interminables hileras que se extienden durante cientos de kilómetros.

Desde el final de la 1ª guerra Verriana viene siendo costumbre que los ciudadanos particulares que lo deseen donen dinero para que, el día de la República, la Armada compre pequeñas coronas de flores, que son colocadas alrededor de las estelas (cientos de robots se encargan de esta tediosa tarea durante días).

Además del área reservada para los funerales, el crematorio y el cementerio propiamente dicho, el complejo consta de numerosos mausoleos, panteones, monumentos, un anfiteatro e incluso el Museo Federal de la Armada, el cual contiene una copia de todos los datos desclasificados de los archivos de la Armada.

Actualmente, el cementerio está dividido en 640 secciones, formadas por cuadrantes de idéntico tamaño. Las secciones están organizadas en forma de damero, de modo que cada una es designada por un código alfanumérico.

El anfiteatro de Sago, con capacidad para más de 15.000 personas, es el lugar en donde se llevan a cabo los funerales de estado, los actos solemnes de reconocimiento y otras ceremonias oficiales relacionadas con la Armada de la República. La gran estructura, con forma vagamente ovalada, fue levantada sobre una cámara que contiene un fragmento del casco de cada una de las naves de la Armada que ha sido destruida en combate (y que ha podido ser recuperado), así como una reseña de las circunstancias de su pérdida. Las naves desaparecidas o cuyos restos aún no han podido ser recuperados también tienen su hueco en la exposición a la espera de que, algún día, puedan unirse a sus hermanas. La Armada ofrece una recompensa económica para cualquiera que pueda ofrecer información sobre el destino de las naves perdidas, así como por un fragmento o restos de las mismas. No hay ni que decir que los militares se toman muy a mal cualquier intento de engaño con respecto a este tema; los estúpidos que lo han intentado ofreciendo restos falsos han sido acusados de estafa y, incluso tras cumplir su pena o librarse de los cargos, tienden a sufrir un malsano interés por parte del SAR, la OTE y otras agencias oficiales (inspecciones sorpresa de sanidad, del fisco, etc.) durante el resto de su vida.

La tumba de los soldados sin nombre

Entre los numerosos mausoleos y monumentos del complejo, sin duda el más famoso de todos es el llamado "tumba de los soldados sin nombre". Situada en el recibidor del anfiteatro, consiste en una magna obra escultórica realizando por la celebérrima artista Ecco Varolinka, en el año 2855 d.V. La obra, realizada en carburotitánio, refleja las siluetas de varios seres en los que se esbozan los rasgos característicos de las especies más comunes en la RFP: humanos, olieros, úkaros, cromter… Recientemente ha surgido cierta controversia debido a que Varolinka no incluyó una figura veddia en el conjunto escultórico, hecho que ha sido denunciado en diferentes ocasiones durante los últimos siglos. Hasta ahora, la respuesta oficial a la propuesta de modificar la obra de Varolinka, una de las escultoras más famosas de todos los tiempos, había sido negativa. Los motivos aducidos eran técnicos y artísticos, aunque es indudable que la negativa no estaba exenta de cierto especismo, puesto que los veddios nunca han sido ni es probable que lleguen a ser una especie popular entre los ciudadanos de la RFP. Sin embargo, a raíz del reciente acuerdo de paz firmado con los Piratas Veddios y la anexión del pueblo lixnel, el debate ha vuelto a estar de nuevo al candelero, y no son pocas las voces que sostienen que el conjunto debería modificarse para reflejar la realidad actual de la sociedad republicana.

La tumba, que inicialmente iba a llamarse "del soldado anónimo", contiene los restos de un soldado de cada uno de los conflictos bélicos en que se ha visto inmersa la RFP a lo largo de su historia, cuyos restos no hayan podido ser identificados (algunas armas de destrucción masiva pueden afectar incluso al ADN, haciendo imposible la identificación).

Un único soldado custodia la tumba en todo momento, siguiendo una meticulosa rutina de veintiún pasos frente a la tumba, giro a la izquierda, pausa de 21 segundos, giro a la izquierda, veintiún pasos en sentido contrario y repetición. Después de cada giro, el guardia ejecuta un rápido movimiento de cambio de hombro del arma, situando la misma en el hombro más alejado de la tumba. Las guardias frente a la tumba de los soldados sin nombre duran dos horas y no se interrumpen jamás. De hecho, la vigilia de la tumba es prácticamente la única función de los diez soldados destinados aquí, ya que casi todas las demás funciones de vigilancia o mantenimiento están automatizadas o son realizadas por sistemas automatizados. Cuando llegan a Sago visitantes (parte del complejo está abierto a reducidos grupos de visitas un día a la semana) o invitados a alguna ceremonia, el contingente es reforzado con miembros de la OGR o de un servicio de seguridad privado.

Una vez al día se lleva a cabo una sencilla ceremonia en la que cinco de los guardias destinados en Sago arrían la bandera de la República, la cual ondea a media asta durante una hora en recuerdo de todos sus camaradas caídos en batalla.

PNJ

Miwa Ceres

La capataz Ceres es el miembro de la guardia de Sago que más tiempo lleva destinada en su puesto. Esta adusta tecno lleva sirviendo en Sago desde la guerra Verriana, durante la cual fue una de los dos únicos supervivientes de la RFP Deliberance, un crucero abordado en el sector Bedia. El capitán de la Deliberance actuó imprudentemente, permitiendo que una fragata enemiga les abordase y los verrianos masacraran a los defensores. Durante la batalla, un infante armado con una ametralladora SH20A mantuvo su posición durante más de veinte minutos, acompañado por Miwa como apoyo y servidora del arma. Cuando se les acabó la munición, ambos huyeron hacia una cápsula de salvamento, aunque para lograrlo tuvieron que luchar cuerpo a cuerpo contra varios verrianos que les cerraron el paso. Lo lograron, y aunque Miwa sufrió varias heridas, lo realmente grave fueron las secuelas psicológicas, de las cuales jamás se recuperó totalmente.

Desde entonces, la capataz Ceres ha servido ininterrumpidamente en Sago, habiéndose convertido, de facto, en jefa de la guardia del cementerio.

Miwa Ceres es una mujer de mediana edad. Su rostro y su torso luce las cicatrices de las heridas que recibió durante el abordaje de la Deliberance. Podría haberlas eliminado mediante cirugía pero prefiere conservarlas. Son un continuo recordatorio de sus camaradas. Aún mantiene contacto con el inmo superviviente, el cual sirve como sargento instructor en el Stalag-2, de la 2ª Flota.

 
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