El cruce del río
[C]El río Yorne, principios de septiembre de 1944
El río no estaba muy crecido en aquella época de año, pero, aun así, era necesario capturar un puente para que los vehículos de transporte y de logística que deberían pasar después. El mando pensó que en vez de capturar uno largo que cruzara todo el río, era mucho mejor capturar dos, una hasta una isla intermedia y otro desde esta hasta la otra orilla. Que la isla estuviera edificada y tuviera una iglesia en su centro con un alto campanario que dominaba la zona a varios kilómetros a la redonda, no parecía un gran obstáculo.
Y ahí estaba la Sangrienta Siete, de nuevo voluntarios sin quererlo, esperando en la fría mañana que se diera la señal de partida. Y esta llegó con el sordo ruido de los cañones por encima de sus cabezas. Las bombas de humo blanco cayeron sobre la otra orilla y la isla y parecieron agarrarse al terreno por efecto de la humedad. Las aguas se cubrieron de una falsa niebla perezosa.
Su turno, subieron a los botes de lona, seis en cada uno de ellos y remaron en silencio para que los alemanes, que debían imaginar que algo iban a hacer, no les descubrieran haciéndolo. La bruma le daba a la isla un aspecto fantasmal, como la ciudad de Avalon extraída de las leyendas y el humo era la respiración del dragón que esperaba su llegada. Palada a palada, golpe de reme o golpe de remo se fueron acercando a esa ciudad envuelta en la calígine de la mañana.
El plan era sencillo. Tropas de infantería atacarían desde la cabeza del puente con morteros y ametralladoras. Una maniobra de distracción para que ellos pudieran tomar el otro extremo del puente y el campanario de la iglesia (esta, en concreto, era la misión de la Sangrienta Siete).
-Jefe -susurró Gonzalez al poner pie a tierra-, cada día estoy más convencido de que lanzan dados para hacer los planes en el Estado Mayor.
La respuesta del sargento Rogers se perdió en el estruendo de las primeras salvas de los morteros.
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