1x09 - El Inquisidor
A la localidad llega, acompañado por tres hombres de armas, D. Francisco Jiménez de Cuesta, un religioso de gran nivel, modales duros y mirada fría. Sin saludar y mirando a los aldeanos con aire de superioridad, se dirige a la iglesia y al no hallar al párroco interroga a unos pobres niños cercanos quienes, más temerosos que curiosos, parten raudos a la taberna donde, sin duda, el párroco apura su primer almuerzo de la mañana. Don Manuel, perdido el resuello, consigue llegar a la plaza y saludar casi adecuadamente a su extraño visitante. Sólo entonces, D. Francisco baja de su caballo y al quitarse el sayo se le ven los símbolos de una orden religiosa. Dicha información no tarda en circular por la localidad y todos creen que es algún tipo de obispo o cardenal viajando de incognito. Sólo un cura de alto rango, dicen, viajaría con tres soldados.
D. Francisco se aloja en la casa del párroco quien, pobre de él, debe renunciar a más viandas de las que quisiera y a más visitas a la taberna de las que le gustaría. Los tres hombres de armas se alojan en la taberna sin hablar y sin relacionarse con nadie. Pasan el día con su pagador, cenan en silencio y se acuestan pronto para acudir a la iglesia con las primeras luces. Todos los intentos de sonsacar a D. Manuel acaban con este colorado e intentando marcharse de la conversación. "Son cosas del señor que no competen a los pobres mortales" responde sin convicción alguna.
El segundo día, cuando los parroquianos ya debaten si tomar al asalto la casa del párroco y sacarle la verdad con vino (o con golpes, como proponen los más curiosos), D. Francisco Jiménez de Cuesta acude a ver al oficial de la Santa Hermandad. No pasa mucho tiempo para que éste llame a Padilla a su despacho donde le presenta a su visitante como miembro del Santo Oficio y le explica el problema. D. Francisco acusa a Doña Camilla, una dulce y simpática ancianita de la localidad, de realizar prácticas que atentan contra la dignidad de la Iglesia Católica, no sólo no acude a la iglesia [cierto] sino que tiene en su casa indecencias heréticas [Nota: el marido de Doña Camilla, ya fallecido era un antiguo pintor sin mucha fortuna] y de pasar las noches con espíritus demoniacos [Nota: para desgracia de Doña Camilla es sonámbula, pero esta enfermedad aún no estaba muy estudiada]. Padilla, a quién el recién llegado no le gusta nada, argumenta:
- Señor, la Inquisición fue abolida tanto por los franceses como por las Cortes de Cádiz.
- Pero no por su Majestad Fernando VII.
- ¡Pero él está en Francia!
- Por ahora…
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