La Torre de Alabastro
Sus 20 metros de altura, se erigen imponentes hacia el cielo en una torre cuadrangular, siempre con sus grandes puertas abiertas, invitando a extraños a pasar en busca de consejo. Al entrar, se encuentra una gran sala de regias columnas, repleta de velos de vaporosos colores, colgando entre columna y columna, como si trataran de indicar el camino que ha de seguirse para encontrar a quién escuchará tus palabras. Tras caminar por el suelo embaldosado se llega a una pared repleta de puertas que, dependiendo si están abiertas o cerradas, indican si se puede entrar o no.
Todo el edificio tiene un porte regio interiormente. No hay ningún cuadro y apenas esculturas, salvo en el primer piso, donde hay un gigantesco busto de un Dast, una salvaje criatura del vacío, justo antes de los cuartos donde la fortuna se adivina. Las puertas son todas de madera y el suelo en los pisos superiores al menos parece recubierto del mismo material, haciendo que cada paso suene como un quejido y haciendo que cualquier caminar pueda ser detectado por unos buenos oídos.
En estas seis habitaciones suelen estar los Adivinadores, escrutando los designios del cielo. Todas esas habitaciones dan a un gran pasillo en el que se encuentra una estrecha escalera de madera que asciende al segundo piso así como unas puertas que dan un claustro ajardinado, fuera de la torre propiamente dicha oculto como una atalaya tras los edificios que conforman las aulas y el comedor, regentado por el viejo Daga y su hija Aisa.
En la segunda planta, se encuentran los aposentos de los estudiantes, divididos en grupos de seis, habiendo cinco habitaciones con tres literas cada una, así como una pequeña biblioteca de consulta común para todos ellos. Aparte, hay otras tantas habitaciones para los miembros ya consagrados pero, eso sí, indivudales.
El pasillo donde aparece la escalera desde el piso anterior también es por el que se asciende al siguiente piso, con la diferencia que la puerta que existe entre el segundo y el tercer piso siempre suele estar cerrada e incorpora un par de cerraduras mágicas y conjuros de protección buscando como fin más que evitar posibles intromisiones exteriores, intentar que los alumnos no suban más allá del cuarto piso.
En el tercer piso, se encuentra la Gran Biblioteca de la Torre de Alabastro, ocupando casi todo el espacio del piso y llegando directamente desde las escaleras. A ambos lados del cuarto, existen dos habitaciones, la que encara al este es el lugar de reunión y de charla habitual de los Adivinos y Maestros Malvefianos mientras que el otro es un gran laboratorio en el cual pueden estar varios magos al mismo tiempo. Desde la Biblioteca también se asciende al cuarto y último piso.
Allí están los aposentos privados de los Tres Primeros y, como no, de Lovirat. Son cuatro grandes cuartos que dividen el piso proporcionalmente. Cada uno cuenta con una copiosa cantidad de tomos y estrambóticos objetos. Rara vez son visitados por alguien que no sean los propios dueños, por lo que siempre hay una cortina de polvo cubriéndolo todo. En cada habitación, hay una gran ventana de ojiva desde la que se puede observar casi todo Ôs, pudiendo dividir fácilmente en un vistazo los barrios.
En esa ventana, se suele poder ver a Lovirat, el elfo, que apenas sale de sus aposentos personales y rara vez visita las aulas o el comedor. En cuanto a los Tres Primeros, Daila aún acostumbra a pasar largos períodos de tiempo lejos de La Torre de Alabastro, mientras que Noram suele estar recluído estudiando y experimentando. Por el contrario, Guris suele estar siempre paseando, observando la vida y las rutinas de Adivinos, Maestros y Estudiantes, siendo habitualmente la eminencia a la que recurrir en caso de necesitar juicio o consejo.
Pero no todo es trabajo y, aunque hay normas, sólo se es especialmente estricto con la obligación de pasar desapercibidos a ojos no mágicos. En el edificio, se exige rectitud aunque no es extraño que se haga la vista gorda por los pecados menores de los jóvenes. Sin embargo, a medida que alguien va envejeciendo, tanto sus responsabilidades como sus obligaciones se multiplican, siendo normalmente mucho más severos con aquellos que ya han acumulado la experiencia que con aquellos que aún la están buscando. Eso sí, las advertencias que se dan a los estudiantes son muchas pese a que normalmente no les haga falta recordar que fuera de las paredes del claustro y más allá del cielo que todos los días ven, hay un mundo donde no son bienvenidos.
La Torre de Alabastro es un lugar de secretos pero, sobre todo, de convivencia. Convivencia entre la juventud, la vivacidad y la actividad de los Aprendices, frente a la rectitud de los Maestros más viejos. A veces, en el claustro o en los dormitorios, domina la algazara adolescente, los juegos, los sueños, sonrisas y susurros que, en cualquier otro lugar de Eriloe, les son negados a los magos. Tal vez por ello, cuando se penetra en El Oráculo de Malvef, parece rondar un espíritu de escuela más que de una terrible torre de magos videntes que controlan los designios de la ciudad más importante.
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