El culto del uro
Entre los ogros, existe un grupo de caníbales que se hace llamar el Culto del uro. Se trata de ogros que reverencian a los uros, unos inmensos bóvidos que llegan a alcanzar los dos metros a la altura de la cruz. Los ogros los consideran un símbolo de honestidad, nobleza, bravura, fuerza y ferocidad. Afirman que los ogros se han apartado de los valores tradicionales de su raza, confraternizando con seres inferiores (es decir, todas las demás razas). Para ellos, muchas tribus han diluido su esencia tanto que incluso hacen tratos con razas enemigas, como los mendwan, los dwaldur o los tikkis. Creen que si sus antepasados, los ogros que lucharon en las guerras Raciales, pudieran ver ahora cómo ha degenerado su linaje, ocultarían su rostro por vergüenza.
Los miembros del culto son fácilmente distinguibles por los enormes cráneos de uro que lucen sobre la cabeza. Son capaces de entrar en un estado de furia incontrolable, que les otorga una fuerza y una resistencia descomunales. Por desgracia, en este estado a veces no son capaces de distinguir a amigos de enemigos, y en ocasiones han llegado a atacar a sus propios camaradas. A veces su estado de alteración es tal que incluso comienzan a devorar vivos a los caídos en plena batalla.
El culto no goza de buena reputación entre los ogros, que los consideran un grupo de peligrosos radicales, aunque también unos guerreros imparables. Muchos creen que, si todos los ogros tuvieran las mismas ideas, al día siguiente volverían a entrar en guerra contra las demás razas del continente. Sin embargo, entre algunas de las tribus más violentas y belicosas su opinión es respetada y, por desgracia, cada vez tenida en cuenta más a menudo. Algunos rumorean que el Culto al uro mantiene contacto con los temidos ogros grises y unos pocos afirman que, de hecho, son ellos quienes lideran secretamente a la secta.
La mayoría de los miembros del culto son varones, ya que las mujeres son consideradas meros instrumentos para la satisfacción sexual y la procreación. Realizan sus ceremonias de sacrificio en torno a toscos altares levantados con huesos y cráneos de anteriores víctimas. Los cautivos destinados al sacrificio son heridos en repetidas ocasiones al tiempo que los demás ogros cantan y bailan y la sangre es derramada poco a poco sobre el altar. La celebración culmina cuando el ogro que dirige la ceremonia le arranca el corazón del pecho, mientras los demás devoran su carne.
El corazón de la víctima sacrificada recibe un tratamiento especial: tras la ceremonia, cuando todos los presentes han llenado la panza, es hervido en agua junto a ciertas hierbas secretas. Con él preparan un té sanguinolento, que los comensales beben a modo de postre ligero. Este té les hace entrar en una especie de trance alucinógeno, durante el cual su consciencia viaja hasta un lugar más allá de la carne, en donde entran en contacto con el gran espíritu astado, al que consideran la fuente de su poder.
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