Editorial
Esta mañana, antes de empezar la revista, ha llegado, por fin, el agua al nuevo local. Esto, que debería haber sido un trámite sencillo y rápido, nos ha consumido casi seis meses de tiempo. La culpa es mía por haberme fiado de una persona que, al final, resultó ser uno de los mayores bichos con los que me he topado en mi vida (y me he topado con bastantes). Una persona tóxica y egoísta que nos había sumido en una especie de tinieblas desesperantes. Exceso de burocracia que nunca dominas y metes la pata de fiarte de terceros. Por fortuna, rompimos con esta mujer y contratamos a otra persona y fue como pasar de uno de los círculos de Dante a una campiña verde e iluminada por el sol, de la oscuridad a la luz. En menos de una semana, la licencia estaba presentada y el agua contratada. Ahora lamento no haber tomado la decisión antes.
Este hecho, el agua, marcará un antes y un después en nuestra forma de trabajar y dejaremos de tener las cosas en dos sitios y hacer viajes de un lado para otro. También tendremos más sitio y podremos plantearnos los proyectos con un enfoque diferente. Espero que el cambio empiece a notarse y que en un tiempo pueda decir, pues sí que se ha notado lo de tener agua.
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