Monedas francesas en la Guerra de la Independencia
La invasión francesa de parte del territorio español en 1808 trajo aparejada la necesidad de gastar dinero en esos territorios. Los franceses disponían de su propia moneda (en realidad dos) y, claro, quería utilizarla también en vuestro país. Eso llevo a la necesidad de establecer unos tipos de cambio entre unas y otras, tipos que no se mantuvieron estables todo el conflicto.
Empecemos primero por las monedas francesas que entraron en España al principio de la guerra. Los franceses tenían dos monedas, una previa a la revolución francesa y una posterior y en 1808 aún estaban en un proceso de emitir la nueva moneda e ir retirando la antigua. La anterior a la revolución era la libra tornesa y la posterior era el franco. Las monedas de oro de 24 y 48 libras se conocían como luises, por el rey Luis, y los francos de oro de 20 y 40 eran napoleones (por el emperador Napoleón).
La cosa no era mucho más sencilla en España donde convivían: doblones, reales y maravedíes. Todo se complica un poco porque además estaban los vellones. No eran una moneda real, sino que se usaba como una equivalencia, lo que se conoce como moneda de cambio (algo parecido a lo que hacíamos con los duros y las pesetas). El valor de las monedas dependía del material en el que estuvieran hechas (oro o plata) y su peso. Por eso el vellón o real de vellón era un artificio para las equivalencias entre las monedas (un real de vellón equivalía a medio real de plata). La cosa se complica un poco más porque el real de vellón no se usaba en toda España y había sus propias monedas de equivalencia: la libra catalana, la libra valenciana, la libra mallorquina, la libra aragonesa, el peso de Menorca y el peso de Navarra. Ser cajero de banco en esa época era un trabajo a jornada completa y cuando entraron los escudos, la cosa no se simplificó.
Desarrollaremos las monedas españolas más en otro momento, pero el párrafo anterior es solo una muestra de las dificultades de comparar ambos sistemas monetarios, dificultades que los franceses encontraron para comerciar en España durante esos años.
Al entrar en España, los franceses establecieron un tipo de cambio derivado del cambio que ya se producía en el comercio entre ambos países. Un franco de oro equivalía a unos 3 reales y 51 maravedíes, mientras que una libra de oro equivalía a 3 reales y 47 maravedíes. Por otro lado, un franco de plata equivalía a 3 reales y 25 maravedíes y una libra de plata a 3 reales y 46 maravedíes.
Cuando José Bonaparte va camino de Madrid para tomar posesión de su puesto de rey, empieza a hacer cambios administrativos y uno de ellos fue la acuñación de monedas. Mantuvo las monedas existentes (doblones, reales y maravedíes), pero además de cambiar el escudo y poner el suyo añadió el equivalente en reales de vellón de cada una de las monedas (no confundir con los reales normales). Y una de las consecuencias posteriores de ello es que se cambió el tipo de cambio de las monedas francesas y se expresó en reales de vellón, no en reales de plata. Una forma nada sutil de devaluar nuestra moneda casi un 50%. Los tipos de cambio eran los mismos, más o menos, pero con reales de vellón: el franco de oro equivalía a 3 reales de vellón y 26 maravedíes, la libra de oro equivalía a 3 reales de vellón y 23 maravedíes, un franco de plata equivalía a 3 reales de vellón y 24 maravedíes y una libra de plata a 3 reales de vellón y 22 maravedíes.
En la parte de España controlada por la Junta Central no dieron por válidas las monedas del "rey intruso" y establecieron su propio cambio para las monedas francesas. Según la Junta el tipo de cambio se estableció en:
Franco de oro = 3 reales de vellón y 28 maravedíes
Libra de oro = 3 reales de vellón y 21 maravedíes
Franco de plata = 3 reales de vellón y 14 maravedíes
Libra de plata = 3 reales de vellón y 10 maravedíes
Las diferencias no son muy grandes entre el tipo de cambio en la zona francesa y española, pero en esta última era más favorable a los intereses españoles.
Tras la Guerra de la Independencia, la paulatina separación de las colonias americanas de la corona española, hizo que la plata y el oro escasearan con lo que España no podía acuñar moneda y aquello lastró la economía durante buena parte del siglo XIX. Fernando VII intentó establecer un tipo de cambio fijo, pero la moneda francesa fue incrementando su valor en reales de vellón (una moneda ficticia, recordemos) y los tipos no duraban mucho. La llegada de moneda portuguesa, inglesa y acuñada en las antiguas colonias complicó aún más el difícil panorama del cambio de moneda en España.
Los tipos de cambio comentados en el artículo hay que tomarlos como "oficiales". Lo que quiere decir que cada puesto de cambio, tendero, suministrador aplicaría sus propios criterios. Estos cambios serían los del ejército, pero fuera él serían parecidos, pero no los mismos.
|