Piriggal
De cómo Piriggal se ganó su nombre
Hace muchos, muchos años, nació en Akkad la primera mula, hijo de una yegua y un asno. Era un animal extraño, terco y, por encima de todo, demasiado inteligente para trabajar sin protestar, igual que hacían sus padres. A la menor ocasión se escabullía de su amo o lo lanzaba al suelo si intentaba montarlo.
Finalmente, harto de tener que pelearse a diario con el animal, su amo lo abandonó en el bosque.
- ¡Ojala te devoren los leones, maldita bestia! - le gritó mientras se marchaba.
El animal, nervioso y sin saber muy bien qué hacer, se puso a rebuznar con la mala suerte de que despertó a un león que dormía plácidamente a la sombra de un árbol.
El fiero león, irritado, se acercó para castigar a quien hacía un ruido tan molesto pero, al ver a la mula, se quedó mudo. Ahí estaba un animal al que no conocía, ¿no sería peligroso atacar a este extraño y desconocido animal de largas orejas?
- ¿Quién eres tú? - le preguntó el león.
- Yo soy... el señor de los leones - contestó la mula - ¿Acaso no has oído mi rugido de desafío?
- Sí - repuso el león -. Pero no hay necesidad de que luchemos. Seamos amigos y viajemos juntos.
Empezaron, pues, a caminar, y llegaron a la orilla de un río de rápida corriente. El león lo cruzó de un ágil salto, pero la mula tuvo que pasarlo a nado y, por cierto, lo logró a duras penas.
- ¿Cómo? ¿pero es que no sabes nadar? - le preguntó el león.
- ¿Nadar? Pues ya lo creo. Nado estupendamente ¿No has visto cómo he cogido con mi cola un pez enorme, cuyo peso me empujaba hacia abajo hasta casi hacer que me ahogase? Pero te he visto tan impaciente por seguir la marcha que al final lo he tenido que soltar.
Poco después llegaron ante un viejo muro semiderruido. De nuevo, el león la saltó de un brinco pero la mula puso encima sus dos patas delanteras, quedándose a mitad de camino balanceándose mientras agitaba las patas.
- ¿Qué haces ahora? - interrogó el león.
- Me estoy pesando. Quiero saber si la parte anterior de mi cuerpo es tan pesada como la posterior.
Después de terribles esfuerzos, la mula consiguió pasar a la otra parte.
- Estoy pensando que en realidad no eres ni fuerte ni ágil. Te desafío.
- Como gustes - repuso el burro -. Pero hagamos antes una verdadera prueba de fuerza. Cuando voy solo, nunca salto los muros sino que los derribo. Veamos si también puedes hacerlo tú.
Empezó el león a golpear la pared con sus garras, dejando profundos surcos en los viejos ladrillos de adobe. Sin embargo, se magulló las patas de tal manera que hubo de desistir de su intento tras romperse varias garras. Entonces fue el turno de la mula. Ésta coceó furiosamente las piedras con sus cascos posteriores y el deteriorado murete cayó pronto por tierra.
- ¡Vaya! Ya veo que eres realmente fuerte - dijo su compañero lamiéndose las garras lastimadas -. Realmente debes ser el señor de los leones.
Al día siguiente se reunieron todos los leones del valle al pie de la colina del León. Muchos entre ellos no pensaban que la extraña criatura fuera un rey adecuado para ellos pero la mula, con paso majestuoso, los condujo a un barranco lleno de cardos y de espinas.
- ¡No pases por ahí! - le gritaron aterrorizados los leones -. Nadie lo ha cruzado nunca ¡Las espinas te lastimarán las patas!
- ¡Bah! ¡qué cobardes y miserables sois! - dijo en tono despectivo la mula -. Miradme.
Y, con gran asombro de la concurrencia, no solo entró con paso firme en el desfiladero sino que, para horror de los leones, comenzó a comerse los cardos y plantas espinosas. Al punto la mula fue aclamada con el nombre de Piriggal ("gran león" o "león sabio"), el señor de todos los leones, y como nunca reclamó para sí las piezas que cazaban sus súbditos, a éstos les agradó mucho más que todos los demás reyes que hasta entonces habían tenido. Pero éste no fue el final de sus aventuras...
Este es un cuento popular que muchas madres, ya sean awilu, mushkenu o cimmerias, narran a sus hijos. Existen muchas otras historias sobre Piriggal, la primera mula, desde las más mundanas a las más inverosímiles, si bien en todas ellas la mula termina superando todos los obstáculos mediante su astucia. De hecho, hay quienes afirman que Piriggal protagonizó muchas más aventuras hasta que, finalmente, prestó un importante servicio a los viejos dioses y éstos le recompensaron otorgándole la inmortalidad...
Y sin embargo, los esclavos palatinos susurran que algunos poderosos nobles del más alto rango, tras haber fumado demasiada hierba-de-la-risa, se atreven a ir más lejos y afirman que el mito de Piriggal no solo es real sino que el mismísimo Sargón lleva siglos tratando de capturarle.
Idea de aventura
La mula que los PJ compraron el otro día tiene un brillo extrañamente inteligente en los ojos. Observad cómo mira fijamente esas tablillas de arcilla, casi parece que las estuviera leyendo, ¿qué tontería, verdad? De hecho, si no se tratase de una estúpida mula diría que el animal les está manipulando sutilmente para que se embarquen en una misión suicida, pero eso es absurdo, ¿no?
El cuento que sirvió de inspiración directa para este artículo (y que he retocado para adaptarlo a Akkad) puede encontrarse en: http://www.escolar.com/... -
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