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viernes, 29 de marzo de 2024


 

Oirwaga contuvo la respiración. En ese momento, el maestro Ertapew se encontraba en la posición más difícil de la Ooilkag, la quinta forma superior del Solun. Muy pocos estaban llamados a conocerla en la práctica, por lo que Oirwaga comprendió rápidamente que se hallaba ante un momento importantísimo de su vida. El maestro se encontraba justo en la que más concentración exigía: aquella en la que, permaneciendo sobre una sola de las piernas, se adopta la forma con la que una estrella que, con un terrible salto con giro en el aire, se convierte en el cometa que aniquila al enemigo... al mismísimo infinito que el espíritu percibe dentro del ser con los ojos cerrados.

Aguardó unos minutos mientras su preceptor finalizaba tan rítmico ejercicio. Sólo cuando el preceptor abrió los ojos embebidos de la paz de la Ooilkag y se fijó en él, entendió que tenía permiso para hablar.

- Que la serenidad del Solun te guíe, venerable Ertapew. Aunque ya percibo, por la belleza y corrección con la que ejecutas su mensaje físico, que nunca te abandona del todo -la voz de Oirwaga estaba desprovista de cualquier artificio-

- Saludos, mi joven amigo -la voz del anciano sonó serena y amable-Eres demasiado gentil. El tiempo ya no perdona y aunque me encuentro en mayor serenidad, mi cuerpo no soporta ya tan fácilmente la disciplina.

Ambos se dieron unos segundos para que los halagos mutuos no quedaran en la mera formalidad. Ertapew recogió su túnica de una de las ramas de un Pwsaoi, el Árbol Sereno, que todo sheller tiene en su jardín. Se sentó a su sombra y miró a su discípulo y secretario con interés. Era la señal de comienzo.

-Tenemos noticias.

La atención de Ertapew seguía fija en él. Parpadeó dos veces.

-¿Desde dónde? -la voz del anciano transmitía la serenidad del mismo cielo.

- No registró el planeta, pero la señal provenía del sistema Erkupi -fue la escueta respuesta.

Esto sorprendió a Ertapew. Su agente había sido enviado al sistema Loan en el Sector Syl-1235 y aunque eran sectores de la galaxia relativamente cercanos, le pareció raro que el solitario qatariano atravesase Cahir con La Marca y el Sector Libertad marcándose la sombra.

Bastantes complicaciones se barajaban en Mass-Krm como para añadir la de un agente sheller inmiscuyéndose en otro conflicto armado.

-¿Qué hace allí?- la pregunta era de esperar.

-Afirma que se ha sumado a la tripulación de un carguero ligero que ha escapado. Al parecer…

-Continúa -el tono de Ertapew asomaba la oscura impaciencia provocada por la certeza del advenimiento de una mala noticia. Sólo se "escapa" de peligros.

-Kipo se ha achicharrado. Una explosión nuclear.

-¿Y el objetivo?- la fuerte mirada con la que Ertapew miró al horizonte desvelaba que ya no se encontraba en la paz de la meditación sino en el cálculo infinito de los problemas y pasiones que latían en la galaxia… un cálculo que todo aquel encargado de la seguridad de los suyos debe ejercitar casi tanto como la respiración.

-Desaparecido. Nuestro hombre no consigue localizarlo, pero cree que pudo haber huido antes de la explosión. No se quedó en la estación orbital, eso seguro. El peligro…

Ertapew dejó tranquilo el horizonte para clavar su mirada en el joven analista. La pregunta estaba en el aire, no hacía falta formularla.

-Al parecer -continuó Oirwaga- el planeta fue objeto de la incursión de un grupo de cazarrecompensas Boron. Nuestro hombre cree que el objetivo de éstos era otro, pero que la acción pudo haber desatado la crisis energética y todo lo que vendría después. Un terrible efecto colateral.

Así que era eso: el agente había perdido el objetivo y, lejos de rendirse, se aseguraba de permanecer cerca de la posible causa del problema para intentar entender algo. Eso era mejor que atravesar la galaxia dando palos de ciego en busca de un mibu condenado al ostracismo.

La reptiliana lengua de Ertapew chasqueó la contrariedad de una oportunidad diplomática que ya empezaba a hacer aguas.

Bien. Si era así poco podían hacer salvo enterarse de qué había pasado, de por qué habían llegado tarde. Sin embargo la presencia de los perros de los iroiendi tan lejos de sus amos era algo raro… a medias.

Algunas bandas Boron vagan por la galaxia dedicándose al a piratería y el pillaje, pero si su hombre había mencionado su presencia en kipo era porque su actividad parecía algo más organizada, dirigida a un objetivo concreto. Algún encargo o misión.

-¿Ha dicho algo más acerca de los Boron? -preguntó sabiendo ya la respuesta.

-No, excelencia. Se le ha pedido que permanezca en Erkupi a la espera de que otro de los nuestros contacte con él.

Era de esperar. El qatariano era reservado en extremo y sólo compartiría información que fuera realmente relevante. Estaba esperando a saber más, y por eso se había unido a ese grupo de zarrapastrosos.

Y el joven Oirwaga había entendido lo suficiente como para mantener al agente en activo y alerta. Aprendía rápido.

-Bien. Que comunique en cuanto sepa algo del objetivo principal. Dale unos días. Si no descubre nada, envíale a realizar alguna pesquisa a Syl-1235 por si hubiera alguna pista de su paradero.

-De acuerdo, Excelencia. ¿Algo más?

Ertapew volvía a dejarse hipnotizar por el horizonte.

Era todo.

Pero la serenidad se había esfumado.

 

 

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«Gobernemos gracias al amor y no gracias a la bayoneta.»

Goebbels