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viernes, 29 de marzo de 2024


 

Frío

Lobo

Ni la luz mortecina que se filtraba en la cueva ni la helada brisa eran motivos suficientes para despertarlo, sin duda sabía que ya era el momento. Su estómago gruñía ya que casi desde la anterior druma que no había ingerido alimento, cuando el frío había empezado a afianzarse.

La escarcha de la madrugada se había congelado en su pelaje, así que le constaría un poco librarse de él a base de agitarse y moverse. No le apetecía para nada el ponerse en movimiento, estaba recogido y calentito dentro de la cueva, pero como líder de la manada era el lobo que tenía que dar ejemplo a los demás y ponerlos en marcha. Comenzó a estirar sus largas piernas y agitar su torso, intentando que las esquirlas de hielo se desprendieran de su cuerpo, sabía que no se irían todas pero cortantes y frías por no decir que con el tiempo se volverían húmedas y molestas. Sus músculos no respondían tan bien como debieran, la inactividad hacía mella en ellos, sabía que a su edad tampoco se podían esperar milagros pero espera poder seguir en plena forma un par de invierno más. Unos saltitos le ayudaron a volver a recuperar el tono y librarse del entumecimiento de los miembros, ya estaba listo. De repente, se detuvo. Algo atrajo su atención, miró y olfateó a su alrededor, pero no era eso... Había un efluvio extraño, pero muy lejano. Sus orejas se orientaron y lo volvió a oír, al principio era algo lejano y difícil de identificar que había percibido más por el instinto que por haberlo oído conscientemente, pero ahora podía reconocerlo perfectamente. Era un grito, parecía el alarido de uno de los dos-patas, y sabía lo que eso significaba.

Tras un tiempo sin ninguna presa a la vista los dos-patas además de un peligro inminente representaban una oportunidad, la época de los hielos estaba volviendo otra vez y casi todos los animales se ocultarían en su madriguera a hibernar huyendo del Wukran, cada vez sería más difícil encontrar alimento. Corrió como si llevara todo el día haciéndolo, el hambre aguzaba su forma física y se encontraba en plena forma cuando llegó al risco. No se iba a arriesgar solo. Se subió a la mejor posición y lanzó el aviso, sabía que su aullido sería escuchado más allá incluso del valle y las montañas, pero también sabía que los que lo oyeran sabrían quienes deberían acudir a la llamada y quienes harían mejor en no acercarse. Por suerte, aún era respetado y temido.

Sin esperar a la respuesta partió en dirección a donde había el grito, quería ver lo que sucedía antes de meterse en problemas...

(Basado en un fragmento original de "Kopoli, el reno guía" y adaptado a Pangea)

 

 

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Cita

«...y yo le enseñaré dónde crecen las cruces de hierro.»

Sgto. Rolf Steiner