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jueves, 28 de marzo de 2024


 

LA ARMADA JAPONESA

(1ª parte)

200

En 1854, lo japoneses se vieron obligados a abrir su país a los extranjeros a los que veían casi como demonios. Unos 90 años después, la armada japonesa (y el mismo Japón), habían afianzado el poder sobre Corea (en larga disputa con China), habían humillado a la Rusia del zar, se había apropiado de las colonias alemanas en el sudeste asiático y estuvieron a punto de derrotar a la todopoderosa Estados Unidos.

Cuando Japón se abre al mundo exterior y comprende dicho mundo, se da cuenta que la única manera que tiene de sobrevivir es controlando una zona lo suficientemente amplia que le garantice un mercado de consumo para sus productos y, a la vez, una fuente de suministros. También comprende que para poder conseguir eso debe tener una Armada que sea capaz de conquistar, mantener y defender esas posiciones. Como referencia de la importancia que daban a este hecho, en 1921, mucho antes de que los militares entraran en el gobierno, se gastaron más del 32% de la reserva nacional en la armada y de este presupuesto más de la mitad fue en nuevas construcciones.

La guerra ruso-japonesa (1904-1905) y la Primera Guerra Mundial (1914-1919) permitieron que el prestigio internacional de Japón creciera y le permitieron participar en la Conferencia de Washington en términos de potencia naval. En dicha conferencia se limitó el tonelaje y número de los grandes buques de guerra y si bien Japón obtuvo una "cuota" menor que la de Gran Bretaña o la de Estados Unidos, no es menos cierto que estos países tenían dos océanos que vigilar, mientras que Japón sólo atendía uno. De esta forma, aunque no era la nación con la Armada más grande sobre el papel, sí lo era en términos prácticos sobre el Pacífico. Su flota no era más grande que la Estados Unidos y Gran Bretaña juntas, pero en aquella época las Islas Británicas no eran un enemigo natural de Japón, sólo EE.UU lo era. Oficialmente, la enemistad con EE.UU, tiene su origen en las cada vez más restrictivas leyes de inmigración estadounidenses, que los japoneses veían como un insulto. En realidad, la enemistad tenía un origen económico. Los estadounidenses, con su fuerte presencia en Filipinas, eran considerados un rival en los mercados del sudeste asiático.

La situación entre ambos países era bastante tensa (mucho antes de a guerra). Por ejemplo, en 1921, Estados Unidos comenzó a fortificar una base naval que tenía en Filipinas y los japoneses dijeron que si continuaban las obras, les declararían la guerra. La amenaza fue efectiva porque la base nunca terminó de fortificarse.

Sin embargo con Gran Bretaña, la situación era de amplia colaboración, muchos constructores navales británicos viajaron a Japón para compartir sus conocimientos con los armadores de la isla. Fruto de esta colaboración es la fabricación del primer portaaviones japonés (Hosho ). La relación, por otro lado, se fue enfriando poco a poco cuando los británicos descubrieron que los japoneses no eran tan amigos de compartir o desvelar sus secretos navales. Para finales de los años 20, la colaboración casi había desaparecido y los constructores navales japoneses debieron enfrentarse solos a los retos que el gobierno les impuso.

En 1929, la crisis económica mundial, afectó a Japón especialmente. Fruto de aquella convulsión fue el ascenso y control de los militares de todos los aspectos de la política nipona. No es que antes no hubieran estado en el gobierno, sino que su control no era tan efectivo ni tan global.

En 1930, hay una nueva conferencia para limitar la fuerza naval en Londres. Los japoneses se muestran cautos en dicha conferencia, pero enérgicos. Aunque la conferencia trata de los buques de línea nada más, consiguen mantener su hegemonía en el Pacífico y, en algunos casos, como en submarinos, consiguen tener la paridad con Estados Unidos, aunque, en su momento, como veremos más adelante, no le dieron importancia a este hecho.

Los militares japoneses tienen claro que la mayor dificultad de Japón es su falta de suministros y que si iban a iniciar una guerra (no tenían duda que lo iban a hacer) tenía que ser una guerra ofensiva y contundente. Esta doctrina, sin embargo, obvió conceptos tan importantes como la defensa de los suministros (los japoneses nunca se plantearon la navegación en convoyes al nivel del Atlántico) ni el ataque a las líneas de suministro enemigas (el arma submarina nunca tuvo prioridad en Japón). Había dos doctrinas en el gobierno: la llamada "golpe norte" que postulaba un ataque masivo contra la parte oriental de  la Unión Soviética y la llamada "golpe-sur" que defendía un ataque en dirección a Malasia y las Indias Orientales. Hoy sabemos que ganaron los del sur, pero la invasión de Manchuria, además de una forma de asegurar un mercado y garantizar la seguridad de Corea, también puede "leerse" como un preparativo inicial para el "golpe-norte".

En 1934 se propuso una nueva conferencia para renovar los acuerdos navales. En dicha reunión, Japón apareció con unas peticiones inaceptables: paridad con Estados Unidos y Gran Bretaña (lo que le hubiera dado superioridad naval en el Pacífico contra los dos simultáneamente) y prohibición de todas las armas navales ofensivas (es decir, la aviación embarcada y los submarinos). Sus pretensiones no fueron aceptadas, la conferencia fracasó y en 1936, cuando los tratados de Washington y Londres expiraban, Japón, como quería, quedó libre para desarrollar la Armada que deseara.

Como hemos comentado, los constructores japoneses, celosos de sus secretos, se habían quedado sin las aportaciones extranjeras a sus desarrollos navales. Eso hizo que Japón improvisara ideas y desarrollos diferentes a los de otras naciones y que ignorara algunas evoluciones tecnológicas (como el radar). El gobierno quería que los barcos tuvieran un poder de fuego considerable y una capacidad de combate naval grande (siempre dentro de la doctrina del ataque ofensivo y demoledor). Sin embargo en la construcción naval hay una regla de oro: armamento, defensa y velocidad, no puedes aumentar dos sin perjudicar a la tercera. Es decir, si el gobierno quería barcos rápidos y poderosos, los cascos no resistirían el impacto de un torpedo. Aún así, hay que decir que los constructores consiguieron barcos decentes a base de reducir la habitabilidad del buque. Es decir, buena protección, buen armamento, motores potenciados para hacer frente al exceso de peso, pero con espacios para la tripulación incómodos, estrechos y, a veces, problemáticos en situaciones de combate. Además, el sobrepeso provocaba problemas de estabilidad y de resistencia estructural del armado del navío.

La idea de los constructores japoneses no era del todo mala y debería haber dado barcos, comparativamente con los de su época en otras naciones, mejores. Sin embargo, el proceso de fabricación no estaba muy perfeccionado. La falta de suministros era, a veces, suplida con ingenio (pero no siempre correctamente) y, como ejemplo, en todos los preparativos para la guerra nunca activaron un sistema de producción en masa para los elementos comunes de todos sus barcos. Esto, sin duda, habría abaratado el coste, habría homogeneizado los suministros posteriores y habría mejorado el producto final.

A pesar de lo dicho, cuando la flota japonesa atacó Pearl Harbour en 1941, su tamaño y composición era enorme, tanto que las naciones que se le enfrentaban recibieron un buen susto. Del que no se recuperarían hasta tiempo después.

 

 

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Cita

«Vivimos en un mundo de ficción y la labor del escritor consiste en rescatar la realidad.»

J. G. Ballard