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jueves, 28 de marzo de 2024


 

El clan fantasma

Incapaces de eludir al clan fantasma y capturados por ellos, la compañía de Lobo deja que los guíen por caminos secretos hacia unas grutas en medio de un paraje desconocido. El agua circula por el interior y la caverna se abre pocos pasos después a un valle secreto con abundancia de vida y vegetación sobre una tierra tan negra que no parece natural. Aarthalas miraba con asombro y sus ojos se iluminaban como nunca antes lo habían hecho, no parecía la misma.

- Es el clan secreto de los dwandir. Las leyendas de mi pueblo dicen que proceden del río Púrpura, pero que desaparecieron hace cientos de ciclos.

- Bien -preguntó el pragmático Lobo-, ¿crees que nos dejarán salir de aquí con nuestras cosas?

- ¿Quieres irte de aquí?

Aarthalas se estaba comportando de una forma rara, aún más rara de lo que en ella era habitual cuando una enorme ave sin plumas ocultó el sol sobre sus cabezas. Lobo extrajo su arma de forma instintiva. Hay muy pocas cosas en el mundo que vuelen y no intenten comerte, pero su acto no pasó desapercibido y, en ese mismo instante, decenas de arcos le apuntaron.

Lobo, que no había sobrevivido a los caminos siendo un estúpido, volvió a esconder su arma en la vaina de cuero blando en la que viajaba. El animal volador se posó a pocos pasos de ellos y pudo apreciar que tenía unas dos varas desde las patas hasta los hombros donde se le unían las alas y donde viajaba una dwandir. Tenía cierta edad, aunque no la suficiente como para no derribar a quién lo insinuara. Sus ropajes eran muy elaborados con símbolos y pictogramas de muy diversos colores y en sus manos portaba un arco ceremonial sin tensar con varias conchas y cristales que tintineaban al agitarlo.

Se bajó del ave y andando con cierta dificultad se acercó al grupo de comerciantes. Patas se agitó inquieto ante la cercanía del ave, pero las otras dos bestias de carga mantuvieron la dignidad, incluso más que Imvo que murmuraba: no me gusta, no me gusta.

- Lobo de los caminantes -dijo la dwandir como si le conociera-. No te extrañes que sepa quién eres medwan. Desde las cimas de nuestro viejo volcán -aquello explicaba la tierra negra-, se ven muchas jornadas a la redonda y no es la primera vez que te vemos cruzando estos parajes, aunque sí es la primera que te acercas tanto.

- ¿Es una invitación a comerciar con vuestro pueblo? -se aventuró Lobo quién siempre intentaba sacar provecho de las situaciones más complicadas.

- Sólo si respondes a una pregunta...

- Adelante -respondió confiado.

- ¿Quién está envenenando el cielo?

 

 

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Cita

«Si perdemos esta guerra, que Dios tenga piedad de nosotros.»

Goering