En el artículo de hoy vamos a tratar otro instrumento de navegación muy usado en la
actualidad. Su descubrimiento, al contrario de lo que sucedió con los otros instrumentos,
no es fruto de la casualidad, si no de un cuidadoso estudio por parte de los entonces
mayores eruditos de su tiempo. El 7 de Largo de 1228 tuvo lugar una reunión un tanto
atípica del Consejo Rector de la Fundación Jion Mater. Atípica porque uno de los
asistentes no era miembro del consejo, sino un amigo personal del fundador. Este amigo no
era otro sino Eric Samoeno, el imparable gobernador de Cargrum, que por aquel entonces
estaba sentando las bases de lo que sería el mayor imperio de la historia de Eriloe. Eric
acudió al consejo con una idea clara. Necesitaba una herramienta que le diese ventaja en
los futuros conflictos aeronavales que su naciente imperio iba a acometer. Ya en su mente
se forjaba la idea de extender sus dominios más allá de los territorios cercanos, para
lo cual necesitaría un arma aeronaval moderna y con todos los adelantos científicos
posibles. Fruto de esta reunión salieron muchos proyectos, como el navío sub-cero o la
ballista de cadena, pero hoy nos fijaremos en el que se dio en llamar el tubo de velocidad
Tras esta reunión se crearon varios grupos de estudio que trabajaron en el más
absoluto secreto. Uno de ellos estaba presidido por Tyarien Mater, lejano familiar de
fundador. El Consejo Rector le había encomendado la tarea de diseñar un sistema que
permitiese medir con precisión la velocidad de los navíos. Hasta entonces se usaba
anemómetros rudimentarios, muy sensibles a los efectos del viento, que dependían de la
experiencia del capitán para discriminar entre la velocidad medida del viento y la del
navío propiamente dicha y mediciones de velocidad por triangulación de accidentes
geográficos observados en la costa, inútiles en el Vacío profundo o en circunstancias
de poca visibilidad. Desde un principio Tyarien tuvo claro que el objetivo era medir la
velocidad del navío respecto al aire que lo rodeaba, ya que no existían otros puntos de
referencia fiables. Sabía que con esa premisa el sistema iba a estar siempre influido por
el viento, pero tenía la esperanza en conseguir reducir esa influencia a un mínimo
aceptable.
Los cargrumenses ya conocían de hacía tiempo el anemómetro de azogue. Este artilugio
era empleado por sus primos de Cuivien para medir la presión atmosférica y así poder
prever el clima futuro. Este instrumento consistía en un estrecho tubo de vidrio en U con
un extremo cerrado y otro abierto al aire, y en cuyo interior se alojaba una pequeña
cantidad de azogue líquido. Cuando el aire se hacía más liviano, como ocurre antes de
una tormenta, el azogue ascendía por el tubo. Se tenía comprobado que si ambos extremos
estaban abiertos el azogue se mantenía en reposo, independientemente del clima. Los
cuivienenses no conocían en profundidad los fenómenos implicados en el funcionamiento
del anemómetro de azogue. Su uso se remontaba a una época anterior a la guerra de los
portales, y por tanto no se tenían registros del porqué de su funcionamiento.
El grupo de Tyarien dedujo que el origen del movimiento del azogue estaba en el peso
del aire sobre él. Fue una consideración un tanto aventurada, ya que la observación
directa nos demuestra que el aire apenas pesa, pero supusieron que sobre nuestras cabezas
existe una cantidad importante de aire, lo que, en suma, provocaría un peso total
medible. También llegaron a la conclusión de que este peso aumentaría en el caso de que
el aire estuviese en movimiento, y se preguntaron si ese aumento de peso se podría medir
también con el anemómetro de azogue.
Construyeron pues un primer modelo experimental en el que la boquilla abierta de un
anemómetro estandar se orientase en la dirección del movimiento y lo montaron sobre un
sistema de giro que le imprimiese una cierta velocidad bajo circunstancias controladas de
laboratorio.
Efectivamente comprobaron que la columna de azogue ascendía conforme la velocidad
aumentaba, empujada por el peso, o presión, aumentado del aire en movimiento.
Sin embargo el sistema aún no estaba completo. A pesar del júbilo inicial pronto se
dieron cuenta de que el sistema dependía de la presión atmósferica. Se sugirió
instalar un anemómetro convencional junto al recientemente bautizado tubo de velocidad
para que el capitán del navío pudiera calcular que incremento de la altura del azogue
era debido a la presión del aire y cual a la velocidad. Esta solución fue aceptada en
principio a regañadientes, pero un investigador del equipo cuyo nombre no ha trascendido
sugirió abrir el extremo cerrado del anemómetro y colocarlo en las proximidades del
orificio que estaba en línea con la dirección de avance. De estas forma se
equilibrarían las fuerzas producidas por la presión del aire en ambos puntos,
dependiendo por tanto el aumento de altura del azogue solo de la velocidad del aire.
El sistema estaba terminado, a falta de probarlo fuera del laboratorio. Atrás quedaba
casi un año entero de pruebas y de cálculos. El primero prototipo de tubo de velocidad
se montó en el Amanecer En Cargrum, una galera de guerra de la armada real. Durante medio
año se realizaron numerosas salidas en secreto, tratando de posicionar el tubo en un
lugar que le reduciera la influencia del viento en él. Finalmente se ubico entre el palo
mayor y el castillo de popa, ya que ambos elementos resguardarían el tubo del viento en
casi cualquier dirección. Gracias a este avance los navíos de Cargrum consiguieron
ejecutar maniobras con una precisión antes imposible, llegando incluso a poder calcular
las velocidades de navíos enemigos por triangulación. Algunos dicen que la guerra de
Mandrupial, el conflicto que enfrento al Imperio con Cuivien por el control de la franja
costera de ese reino, se ganó gracias al empleo del tubo de velocidad. Sea como fuere
tras la caída del Imperio Samoeno el tubo de velocidad dejó de ser un secreto militar
para pasar a formar parte integrante de cualquier mercante.
Un tubo de velocidad es relativamente barato, unas 200 po, y casi todos los navíos
suelen incluir uno de serie. A efectos de juego un tubo de velocidad, empleado por alguien
instruido en su uso (mínimo 4 rangos en Oficio (aeronauta)), otorga un modificador de
capacidad de +2 a las tiradas de Intuir la Dirección (Supervivencia o Saber (naturaleza)
para la 3.5) cuando se intenta fijar el rumbo de un navío. Este modificador se apila con
otros instrumentos que ayuden a la navegación, como un giroscopio o un sextante, pero no
con aquellos que provengan de sistemas que permitan saber la velocidad de la nave, como
cálculos trigonométricos usando la costa de referencia o anemómetros. También otorga
el mismo modificador a las tiradas de Oficio (aeronauta) en los que conocer la velocidad
suponga una ayuda, como persecuciones o maniobras de combate.
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