Ahora mismo, en algún lugar de Eriloe, un Erradicador se dirige a
una oscura caverna del bosque, buscando acabar con el terrible licántropo que, según
cuentan los aldeanos ha sido visto por la zona. Las habladurías cuentan la historia de un
enorme oso que actúa de manera extraña, atacando a las caravanas de viajeros y
llevándose sus más valiosas posesiones. Unos dicen que se debe al agua envenenada de
algún arroyo, otros que se trata de un oso amaestrado por los medianos ambulantes de la
zona, pero el Erradicador conoce bien su oficio, y distingue claramente los signos de la
licantropía cuando los ve. Ya en la caverna le asalta un fuerte olor a animal y carne en
descomposición. Su entrenada vista, en cambio, no percibe más habitantes que un cuerpo
encogido en un rincón. Al aproximarse comprueba que se trata de una aterrada muchacha.
Lleva la ropa hecha jirones y signos evidentes de haber sido golpeada. Casi sin poder
hablar masculla unas palabras de agradecimiento. Sin embargo el cazador de monstruos
desconfía. Sin decir una palabra clava sus espadas en el suelo mientras rebusca en sus
bolsillos una pequeña onza de un material rojizo mientras la doncella lo mira extrañado.
Afanado en su tarea el Erradicador extrae también una ramita yesquera y aplica la llama a
la pastilla, que al instante empieza a arder, expidiendo un humo rojizo, prácticamente
inodoro. No obstante, cuando los vapores llegan a la muchacha está se arquea sacudida por
una fuerte náusea. Comprendiendo al instante lo sucedido, el cazador desclava sus espadas
y se apresta para el combate mientras la doncella emite un rugido imposible y comienza a
retorcerse al tiempo que sus músculos se hinchan y su vello crece.
El Incienso del Durmiente es sin duda la mejor herramienta del cazador
de magos y monstruos. Los secretos de su manufactura se pierden en el tiempo, en la época
tumultuosa de la Guerra de los Portales. Los primeros en usarlos fueron las gárgolas de
la Orden del Ojo Cerrado. Los pocos eruditos capaces de saber algo de tan hermética orden
se sorprenden de que unas criaturas tan tecnológicamente atrasadas como las gárgolas
pudiesen hallar un compuesto tan maravilloso. Algunos sostienen que fueron los Antiguos
los que en su origen entregaron el Incienso a la Orden, aunque puede que sea debido tan
solo a que no entienden la esencia de la Orden y piensan que tan solo son un hatajo de
enormes gárgolas con un profundo odio a toda la magia.
Sea como fuere, cuando la Guerra de los Portales finalizó y la Orden
del Ojo Cerrado dejo de actuar abiertamente el Incienso del Durmiente dejó de verse. Sin
embargo en algún momento se estableció algún contacto entre la Orden y los
Erradicadores y el secreto del Incienso se filtró. Esto tuvo sus consecuencias, tanto
positivas como negativas. Por el lado bueno el Incienso permitió a los Erradicadores
actuar con más eficacia. Además, como los Erradicadores no eran una organización tan
hermética como la Orden, el proceso de fabricación del Incienso se extendió, estando al
alcance de otros grupos con animosidad para la magia. Las consecuencias negativas, no
obstante, fueron también notables. Al generalizarse el uso del Incienso las criaturas
sobrenaturales tomaron conciencia de su existencia y aprendieron a temer las compactas
pastillas rojas. También supuso el principio del fin de la cobertura del la Orden del Ojo
Cerrado, dando a conocer a sus enemigos que la Orden seguía actuando por todo Eriloe.
Los efectos del Incienso son bastante leves. Está alquímicamente
diseñado para producir una reacción en aquellos magosensibles. El proceso de
fabricación del Incienso no necesita magia alguna, y cualquiera lo suficientemente
versado en las artes de la alquimia es capaz de confeccionarlo. Cuando el humo rojo
alcanza al mago este se ve invadido por un fuerte olor que le causa nauseas, vómitos y
mareos. Este efecto suele ser poco acusado, y las criaturas más fuertes simplemente
arrugan el morro ante el olor. Sin embargo al cazador que lo usa le vasta con ver la más
mínima señal de desagrado para certificar que se halla frente a una criatura del
submundo.
Para usar el Incienso se necesita de una acción de asalto completo
para encenderlo y otra acción estándar para hacer que el humo llegue hasta el objetivo.
El humo viaja en un círculo de 10 pies de radio. Una pastilla tarda en consumirse un
minuto, pero cualquier magosensible será capaz de percibir su olor característico a 30
pies de distancia, 60 si el viento sopla a favor y 15 si sopla en contra. Cualquier
magosensible que se encuentre en el área del círculo deberá hacer una tirada de
Fortaleza CD 13 o estar nauseado durante un asalto. Sin embargo los cazadores que usan el
Incienso suelen estar espacialmente atentos a la reacción al olor, por lo que tanto si se
consigue la tirada de Fortaleza como si no la criatura resulta delatada. No obstante
aquellos que sean conocedores de las propiedades del Incienso pueden intentar disimular
sus reacciones, realizando una tirada de Engañar contra el Averiguar Intenciones del
cazador, aunque lo mejor es evitar el humo en sí o atacar al cazador antes de que pueda
prender la llama.
El Incienso tiene otra propiedad que pocos conocen. Si un magosensible
se somete a él de forma continuada sus sentidos mágicos se van abotargando hasta que
finalmente se convierte en un Sonámbulo. De hecho si un Sonámbulo o un Durmiente
empleasen a menudo el incienso jamás desarrollarían todo su potencial mágico, quedando
ciegos a la magia mientras continúen empleando el incienso.
Una onza de incienso vale 50 po y su CD de fabricación es de 25.
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