La verdad es que estos son unos hechos demasiado recientes como para aparecer en esta sección que sólo habla de cosas vetustas y perdidas en el tiempo, cosas llena de polvo y carcomidas por su propia iniquidad. Tampoco es que nos venga mal un poco de perturbadora jovialidad, sin excesos. Digamos que el anterior gobernador de Ôs, cuyo nombre ha tenido a bien olvidar la gente, tenía una mujer hermosa de nombre Elban. A diferencia de otras mujeres de su condición social y de su extremada belleza, Elban era un espíritu inquieto, dominada por una pasión sólo reconocible en los mejores escritores románticos que ahora están tan de moda en la ciudad. Su vida la estrangulaba poco a poco y decidió ponerle remedio. Por la mañana era la decorosa mujer del gobernador, pero por la noche, abandonaba sus habitaciones y enfundada en ropas masculinas y un antifaz se dedicaba a realizar pequeños (y no tan pequeños) hurtos. No, no, no... no vayáis a pensar que luego se dedicaba a repartir el producto de sus tropelías entre los pobres. Elban era un espíritu inquieto, pero no tanto. Ella robaba las cosas que le interesaban o que le llamaban la atención y su objetivo era quedárselas. Eso sí, sus víctimas no eran vulgares comerciantes de los mercados pobres de Ôs, sino que sus actos iban dirigidos siempre contra los más pudientes (no debe sorprender ya que éstos son los que tienen las cosas más hermosas a ojos de una esposa del gobernador) y siempre estaban dotados de cierta astucia y elegancia (es decir, sin víctimas). Eso supuso dos cosas: que la alta sociedad de Ôs pusiera la cabeza como un bombo al ignorante gobernador exigiendo la detención del criminal y que se corriera cierto rumor "romántico" por la ciudad sobre la existencia de un enmascarado que hacía la vida imposible a los ricos.
Ante la insistencia de los nobles y sabedor de que la tarea exigía un conocimiento del submundo que del que la Guardia Metropolitana carecía, el gobernador decidió contratar los 'servicios' de la Compañía Grisazul, que por aquel entonces estaba en manos de Karius. La persecución de la Compañía Grisazul fue tan implacable como inefectiva y la enmascarada empezó a coger confianza sobre sus actividades. Ello le llevó a bajar la guardia en una visita que realizó a la posada "El Martín Pescador". Enamorose, como sólo se puede enamorar un espíritu inquieto y en su adultero acto fue descubierta por su marido. Aquello llevó al desafortunado amado a un viajecillo por la legión extranjera y a ella a ser encerrada en su habitación para siempre.
Fue aquel un periodo en el que desapareció el enmascarado de las calles y en el que la Compañía Grisazul tuvo un descanso, pero no se puede mantener encerrado eternamente algo nacido para saltar de tejado en tejado. Las andanzas del enmascarado volvieron y como su vida diurna se había convertido en la tortura de un encierro, la vida nocturna se convirtió en una locura. El enmascarado era cada vez más y más atrevido y más y más imprudente. Al final, como suele pasar en estos casos, la enmascarada fue detenida y llevada ante la autoridad y cuando su rostro fue revelado a la multitud que allí esperaba (la mayoría víctimas de sus actos), el gobernador sentenció su carrera política. Él dimitió, pero su mujer fue encerrada en un penal de por vida.
Sin embargo su encierro no habría de durar demasiado. El vulgo, como siempre ansioso de grandes hazañas, comenzó a revolverse. Quien sabe cuales fueron las motivaciones de aquel hombre corriente anónimo que le llevaron a ponerse una máscara y realizar las mismas aventuras que Elban, pero el caso es que cuando se supo que un nuevo enmascarado estaba en las calles muchos otros lo siguieron, y pronto un pequeño ejército de enmascarados asolaba las casas de los pudientes. La masa comenzó a enardecerse. De aquí a allá el vulgo comenzó a cometer pequeños actos de rebeldía, destrozos en casas de comerciantes, robos menores, insultos a la autoridad. Pero la bomba estalló cuando los enmascarados decidieron por fin unir sus fuerzas y asaltar la cárcel de Ôs para liberar al Elban. El golpe fue todo un éxito. Tanto que propició una fuga masiva de la cárcel. Pero la cosa no acabó ahí, los prisioneros fugados se mezclaron con los descontentos y se formó una auténtica algarada. Las casas de los ricos comerciantes fueron asaltadas y muchos de ellos acabaron linchados en los salones de sus ricas mansiones.
Dos días estuvo la ciudad en estado de levantamiento popular, conocido ya como la Rebelión de los Enmascarados. Al final se tuvo que recurrir a mercenarios para ayudar a las desbordadas Guardia Metropolitana y Compañía Grisazul. Cuando todo pasó tan solo unos cuantos de los enmascarados fueron detenidos y ejecutados. De Elban nada más se supo, pero sin duda su afán de aventura se ha visto colmado o ha decidido saciarlo en otra parte, porque no se ha vuelto a saber nada del enmascarado.
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