Recurro nuevamente a este medio para comentaros las cosas que ocurrieron en Eriloe
antes de que tuvierais noticias de ello. Esta vez me han pedido que os hable de un
singular personaje: Covelin el Navegante o, más concretamente, de los motivos que le
impulsaron a abandonar Ulad y marchar hacia el sur, fundando de paso la Gran Federación.
En esta le tienen en bastante estima, pero me temo que mis palabras y revelaciones no me
granjearán muchos amigos allá en la gran y desconocida tierra de los enanos. Ante todo
debéis entender que estamos hablando de unos sucesos que ocurrieron antes de la Guerra de
los Portales, con lo que las fuentes históricas son bastante escasas y la mayor parte de
lo que sé tiene la misma credibilidad que lo que cuenta una meretriz de la taberna del
puerto. Por otro lado, tenéis que tener en cuenta que hablamos de los herméticos enanos
y sus paranoicos secretos. Así pues, haced caso a Luxor y no le deis a lo que sigue mucha
más credibilidad de la que merece. Lo primero es reconocer la situación de aquella
época. Ulad ya era un reino con algunos años de próspera monarquía enana a sus
espaldas y Ôs no era más que un agujero en la roca donde, si vivía alguien, no debía
hacerlo sobre dos piernas. Los enanos de Ulad, probablemente el primer asentamiento enano
civilizado de Eriloe se consideraban una de las culturas más pujantes de su época:
refinados en el arte de la arquitectura, la escultura, la cerámica y la herrería.
Gracias a sus logros manufacturados, Ulad era el objetivo de muchos comerciantes que
llevaban sus productos a la cada vez más numerosa población. Ya no sólo grano, frutas,
carnes y otros artículos de primera necesidad elaborados en su mayoría por primitivos
humanos, sino sedas, perfumes, joyas que los, en aquella época, menos altivos elfos
elaboraban. Ulad nunca tuvo una gran flota porque, en realidad, nunca consideró que fuera
necesario tenerla. Los demás reinos, interesados en sus logros manufacturados debían
costear las flotas que hicieran los arriesgados viajes por el Vacío. ¡Que locura podría
atacar a un enano para adentrarse en tan peligroso viaje!
Si las crónicas no mienten, los primeros en aparecer fueron los duérgar. Hay un tapiz
en la antigua residencia real, hoy medio abandonada, que refleja el encuentro de unos
sorprendidos enanos con un duérgar en medio de un pasadizo subterráneo. El tapiz, que no
recomiendo tocar pues se caería a pedazos, no muestra que cuando los enanos de Ulad se
encontraron por primera con uno de sus parientes grises pensaron que estaban ante una
broma (o castigo) de los dioses. Se dieron muchas interpretaciones a cada cual más
peregrina. Que si eran una evolución natural, que si eran una involución anormal, que si
eran un cruce de los enanos y los dioses de la piedra, si eran un cruce de un enano y un
gólem de piedra, etc. A mis manos llegó un cuento antiguo en runas enanas que hablaba
del conjuro necesario para despertar a un duérgar de la piedra. Debo deciros que o bien
el conjuro está incompleto o nunca funcionó. Sin embargo, independientemente de esto,
ninguna de las interpretaciones respondía a la pregunta: ¿Qué eran los duérgar? ¿Eran
enanos? Los duérgar sí se sentían enanos, pero éstos no estaban dispuestos a aceptar
una raza que consideraban una involución, un paso atrás en su desarrollo. Sin duda hubo
enfrentamientos, en la tumba de Orkei el pétreo hay una bajorrelieve muy significativo de
una batalla de enanos contra enanos, pero no debieron ser muy numerosos o muy
significativos porque no hay ninguna referencia a guerras civiles en Ulad en ese periodo.
Es posible que los enanos acabaran aceptando a los duérgar como una casta inferior en su
estructurada sociedad. ¿Quién mejor que un habitante de la oscuridad para perforar la
montaña en busca de más materia prima? Parece ser que la simbiosis social funcionó
bastante bien. Los duérgar eran esclavos, pero esclavos enanos y eso, por ahora, les
valía.
Pero llegaron los derros. La cada vez más exquisita sociedad de Ulad no podía
asimilar una nueva degeneración de la raza. Además, en esta ocasión no había dudas en
el origen de la raza: ¡eran un horrible cruce con los primitivos humanos! ¿Qué sería
lo próximo? ¿Un cruce con elfos?
Es en esta época en la que aparece Covelin (más tarde apodado el Navegante). Covelin
es un enano de la Alta sociedad enana cuya instrucción intelectual era bastante superior
a la media y tenía un gran don de palabra (esta es una explicación, algunas fuentes
posteriores a la Guerra de los Portales decían que usaba grandes cantidades de magia para
engañar a sus oyentes). El caso es que Covelin empezó, tímidamente al principio, a
culpar a la sociedad enana de su propia degeneración. Al principio su discurso era muy
sencillo: «tenemos problemas, pero tienen solución». Pero su discurso se fue
radicalizando según fue ganando adeptos y casi sin darse cuenta, Covelin estaba acusando
de los problemas a terceros. Primero a las naciones extranjeras que envidiaban el progreso
de Ulad. Especialmente cargó sus tintas contra los elfos (a los que veía como unos
bárbaros sin Gobierno, Estado ni Ley) y contra los Antiguos (a los que acusaba de ser el
poder menguante de Eriloe envidioso del progreso de Ulad). Lo más curioso es que su
discurso, a pesar de ser un discurso muy aristocrático, arraigó mucho en las partes de
la sociedad enana más humildes e incluso, al principio, algunos derros y duérgar
llegaron a estar de acuerdo. Hablaba un lenguaje confuso ya que pretendía volver a las
antiguas glorias del Reino enano de Ulad donde éste dominaba el mundo, aunque, en
realidad, si esa época existió no está reflejada en ningún lugar. Pero era pegadizo:
«cualquier tiempo pasado fue mejor».
Aunque nadie pareció comprenderlo al principio, el tiempo pasado era un tiempo de
pureza racial enana, un tiempo sin derros ni duérgar. hay que decir que Covelin, al menos
así parece, nunca dijo públicamente que se perjudicara a estas razas. Sin embargo,
perdieron derechos, perdieron propiedades, eran apaleados en la calle sin que los no
partidarios de Covelin llegaran a hacer nada por evitarlo. Muchos murieron en aquellos
convulsos días, pero muchos más huyeron a otros reinos, incluso cruzando el Vacío.
Aquella actitud destrozó la economía de Ulad. Sin mano de obra no cualificada para
extraer el mineral y con las relaciones con otras naciones en franco deterioro, su riqueza
y su poder económico fueron precipitándose a un abismo sin fondo.
Sorprendentemente, Covelin tenía la respuesta. Si Ulad hubiera sido un reino con un
sistema de elección no hereditario, Covelin hubiera alcanzado el poder y hubiera llevado
a su nación a alguna absurda guerra para justificar su incapacidad como gobernante (su
incapacidad de prever las consecuencias de su discurso). Hubiera sido una cruenta guerra.
Sin embargo, Ulad era una monarquía y aunque muchos miembros de la Casa Real eran
partidarios a Covelin, el Rey y muchos de sus allegados, estadistas bastante más
capacitados, sabían que la "estrategia Covelin" les llevaría al desastre y se
negaron a adoptar algunas de las medidas que este individuo solicitaba. Acusó al Rey y a
la Realeza de estar corrompidos, incluso aseguró que alguno de ellos tenía un pariente
derro o duérgar. Pero el sentimiento de lealtad hacia la Realeza estaba fuertemente
arraigado en la mentalidad enana y el ataque de Covelin no fue tan aclamado por sus
seguidores. Sí, el Rey estaba actuando en contra del clamor popular, pero ¡era el Rey!
A pesar de lo que pueda parecer, Covelin no era estúpido. Se dio cuenta en seguida de
su errada maniobra y la modificó convenientemente: dónde dijo rey, hablo de reino. Ya no
era el rey el que estaba corrupto, sino la propia Ulad, la Ulad que había dado a luz a
los duérgar y a los derros, que había dado nacimiento a las abominaciones. Si los enanos
querían volver a prosperar como antaño, debían olvidarse de Ulad. Para muchos
empobrecidos enanos, aquellas palabras, fuera de toda lógica, fueron como la promesa de
la tierra prometida. No hay ninguna fuente documental que aseguré la siguientes palabras
de Covelin, pero la leyenda las ha hecho llegar hasta nosotros:
«He tenido una visión. Unas montañas elevadas, las montañas más altas de
Eriloe. Lejos, allende el Vacío, allá donde ningún enano ha viajado jamás»
Es imposible saber si Covelin había visto de verdad esas montañas, había oído
hablar de ellas o, simplemente, acertó de casualidad. Lo que ocurrió a continuación de
sus palabras fue lo que se ha conocido como el Exodo. Covelin y sus seguidores se
dirigieron a los puertos de Ulad, se apropiaron de todos los barcos que iban llegando y
obligaron a las tripulaciones a permanecer en ellos (en calidad de casi esclavos). Como
ningún barco salió de Ulad en varios días, fueron muchos los barcos que entraron en el
puerto sin saber el destino que les aguardaba. No todos los seguidores de Covelin se
subieron a los barcos, ni siquiera es viable que capturara barcos para todos. Dicen
algunas leyendas que muchos enanos prefirieron arrojarse al Vacío que quedarse en la
tierra impía de sus antepasados. Otros aseguran que la guardia real les animaba a dar el
salto con largas picas una vez Covelin hubo marchado. Sin embargo, antes de su marcha,
Ulad aún habría de ser testigo de la última locura del profeta: para impedir que los de
Ulad pudieran seguirle, ordenó la completa destrucción de todas las instalaciones
portuarias.
El daño causado por la "fiebre Covelin" fue enorme, a la disminución
drástica de la población (con el éxodo, la expulsión de duérgar y derros y la bajada
de la natalidad ante el temor a las mutaciones impías) y la caída del sistema
económico, se unió el bloqueo de las demás naciones que consideraron a Ulad una zona
peligrosa en la que atracar a partir de entonces. Tras la partida de Covelin, Ulad nunca
volvió a encontrar el esplendor de antaño.
La enorme flota de Covelin arribó a las tierras que hoy se conocen como la Gran
Federación y Covelin (ahora El Navegante) se convirtió en uno de los fundadores del
reino y enano reverenciado entre la población. Curiosamente, con los años, los derros y
los duérgar aparecieron en la Gran Federación. Posiblemente habían llegado allí antes
huyendo de Ulad o, quién sabe, Covelin se había llevado la corrupción mutágena que
tanto aborrecía con su gente. |