Eriloe – Secreto entre libros

Xalîn, Lluvio 1547

Emblema de los Cinco de Ôs

—Sólo un loco se adentra en una olvidada ruina sin haber estudiado antes su origen y las leyendas locales.— Estas fueron las sabias palabras de Roba y la razón por la que los Cinco se adentraron en la biblioteca de Xâlin antes de acercarse a ver la maravillas de las cadenas de Pel.

Los eruditos del lugar les recibieron con esa fría cordialidad de aquel que piensa que les estás interrumpiendo el trabajo con tonterías. Las leyendas sobre las cadenas son tantas como ancianos de las islas. Cada uno se ha inventado una y estas han pasado de generación en generación, pero nuestros aspirantes a eruditos no desesperaron y consiguieron permiso para consultar los polvorientos legajos, cuanto más viejos, mejor, por supuesto.

¡Ay! La lectura no está hecha para todos los seres y no Tempesta y Valtar no tardaron mucho en encontrar otra ocupación. ¿Cuántas habitaciones crees que puede tener este sitio? Y, naturalmente, se perdieron y se toparon con un misterio más antiguo quizás que aquel que sus compañeros aplicados estudiaban en la sala de lectura. Sigue leyendo

Eriloe – El Cazador de Dragones

Xalîn, Lluvio 1547

Emblema de los Cinco de Ôs

El secreto de la Tumba de los Susurros quedó al descubierto y el triste destino del hijo del anciano de Xâlinsu quedó desvelado. Nunca más volvería a verle, pero, al menos, ya podría descansar tranquilo. El hijo llevaba un anillo en uno de sus índices y entregárselo fue la prueba que necesitaba para creer lo que le contaron. Con lágrimas en los ojos y agradeciéndoles la cortesía, les habló de un misterio aún más grande que el de la Torre de los Susurros.

A su padre se la había contado su padre y a este el padre de este y así desde una época que todos parecían haber olvidado a conveniencia. En esos años, las grandes criaturas del Vacío aún rondaban las islas como esperando que se fueran a precipitar y así devorar a quién en ellas habitaba mientras caían. Pero también fue en esa época cuando llegó del norte Curansu de quién se decía que era hijo de un hombre y una gigante y que había heredado la fuerza bruta de ella y la astucia de él. Curansu se ganó cierto renombre como cazador de bestias y aún solo era capaz de enfrentarse a los osos y a los lobos en solitario. Algunas criaturas salvajes se extinguieron en esos años gracias a su hacha barbada de largo mango, pero que manejaba con una sola mano como si fuera tan ligera como una pluma. Sigue leyendo

Eriloe – La Tumba de los Susurros

Xalîn, Lluvio 1547

Emblema de los Cinco de Ôs

Habían malgastado parte del mes siguiendo rumores e indicaciones infalibles que acababan en sucios agujeros malolientes generosos de criaturas, pero tacaños en dadivas. Conocían el macizo central de la isla de Xalîn como su propia mano y empezaban a creer que haber viajado hasta las islas había sido una pérdida de tiempo. No son muy grandes y cualquier cosa interesante ya habría sido saqueada por los lugareños. Gorusa, sin embargo, estaba convencida que los xalinianos era un pueblo cobarde, no acababan de caerle bien, y que no se atreverían a profundizar en los verdaderos misterios de la tierra. La oportunidad surgiría, tan solo tenían que ser pacientes.

Y la espera dio su fruto de la mano de un anciano de una taberna de Xâlinsu. Les relató cómo su hijo menor acompaño a unos extranjeros a un valle escondido en las montañas del sur de la isla al que se accedía siguiendo una senda que partía de Pel y que nunca más volvió. De esto hacía varios años, pero no había encontrado todavía a nadie en Xâlin que hubiera querido acercarse para saber qué había sucedido con su hijo o con los desdichados extranjeros. Sigue leyendo

Eriloe – Llegada aciaga

Xalin, Nova 1547

Los viajes por el vacío son siempre horribles y si, además, viajas en los barcos de la compañía de Ôs, apenas unas cáscaras de nuez que se balancean peligrosamente por el exceso de carga, todo se complica. Fue así como los Cinco llegaron al puerto de Câfar. De una apariencia lujosa desde la distancia, pero con cierto olor a hacinamiento y podredumbre en las cortas distancias. Había mercado; es posible que aquellas gentes hicieran un mercado cada vez que llegaba un barco. Los puestos eran variados y variopintos, pero tuvieron que sujetar a Gorusa cuando descubrió que en uno de ellos se vendían esclavos. «Respetemos las costumbre locales» le recordó Roba al oído. Un mantra que le habían repetido todo el trayecto desde que salieron de Ôs.

La oferta era abrumadora y los vendedores ofertaban la mercancía de sus puestos y también intentaban comprar aquello que los visitantes mostraran. Sin embargo, como pronto descubrieron, aquel interés por armaduras, bolsas o trajes solo era una estrategia para que te acercaras y así hablarte de sus propios objetos. ¡Oh! De lejos me pareció una armadura forjada por enanos. ¿Queréis probaros esta mía que tengo aquí? Os sorprenderá lo ligera que es. Sigue leyendo