Paracaidistas falsos
Rupert era el nombre amistoso con el que los responsables de las misiones de engaño del día D se referían al Dispositivo de camuflaje nº 15 o paradummy (paracaidistas falsos para despistar al enemigo sobre los verdaderos objetivos de la misión). Se suele creer que fue un invento británico, pero la verdad es que los alemanes ya utilizaron algo parecido en los Países Bajos en 1940. Cierto que Rupert es genuinamente inglés y que estaba algo más perfeccionado que sus predecesores alemanes.
Este Rupert se exhibe en el museo de Merville (Francia). Imagen de dominio público.
Rupert tenía 85 centímetro de alto, su envoltura era de arpillera y se rellenaba con paja y otros restos vegetales. A corta distancia no engañaba a nadie, pero en el cielo nocturno parecía verdaderos paracaidistas. Cierto que estaban inmóviles, pero eran mucho los paracaidistas que se esforzaban por permanecer inmóviles y así no atraer el fuego enemigo (haciéndoles suponer que estaba herido o muerto); es decir, su delatadora inmovilidad no era tan grave.
Además del paracaídas, los Rupert llevaban un mecanismo que les hacía arder al llegar al suelo. El objetivo de esto era engañar al enemigo y que creyera que estaba ante los restos de un desafortunado paracaidista que no sobrevivió al salto. No pasaría un examen detallado, pero si ves tres cuerpos quemados en la noche francesa, quizás no te acerques a comprobar y como solo son tres, crees que el resto de la división ya se ha ido de la zona (o ha caído en otro sitio cercano). En realidad, el número era tan bajo porque no lanzaron muchos, entre 50 y 200 en cada sitio.
Fotografía de los tres modelos de Rupert. Imagen de dominio público.
Había tres modelos de Rupert, el primero que se autodestruía, un segundo que además disparaba algunos proyectiles de fúsil (con la intención de hacer ruido no de dar a nadie) y un tercero que explotaban algunas granadas (con la misma intención). Algunas fuentes ponen en duda la existencia de los dos últimos, pero la fotografía encima de este párrafo parece indicar que su existencia está probada.
Como comentario final, dada el diseño autodestructivo de Rupert, durante algunos años después de la Segunda Guerra Mundial se creyó que no quedaba ningún ejemplar entero, pero luego aparecieron algunos en un almacén del ejército y fueron repartidos en varios museos del mundo y entre particulares. De vez en cuando aparece alguno en alguna subasta (el último alcanzó la nada desdeñable cifra de 3.000 dólares).