1808 – El Pronunciamiento de 1820

No acababa de despuntar el nuevo año cuando el mismo 1 de enero de 1820 el teniente coronel Rafael de Riego, al mando de un importante contingente de tropas destinadas a combatir la insurgencia en Las Américas, leía una proclama en Cabezas de San Juan en la que abogaba por la reinstauración de la Constitución de 1812. No era el primero en actuar de esta forma, pero si fue el que, a la postre, acabo teniendo éxito y por tanto pasando a la historia como el desencadenante del más adelante llamado trienio liberal.

Rafael Riego

Rafael de Riego. Fuente: Wikipedia

Para entender las causas detrás de esta revolución solo hay que detenerse en dos hechos en principios independientes pero íntimamente relacionados. Por un lado tenemos la relegación de los veteranos militares liberales a puestos de escasa relevancia. Tras las vuelta de Fernando VII y la abolición de la constitución de 1812 y, por tanto, la vuelta al absolutismo, los militares con tendencias más reformistas que habían hecho carrera gracias la Guerra de la Independencia se vieron relegados a puestos menores y alejados del gobierno, generando mucho descontento. Por otro lado tenemos las insurrecciones en las colinas americanas, que hacían necesario el envío de tropas para intentar apuntalar el maltrecho imperio español. Una misión poco agradable a la que se veía poco sentido, aún entre los militares más tradicionalistas. Además de estos dos factores principales hay que conjugar un país desgastado por la guerra, que veía que la paz no había traído ninguna mejora sustancial, lo que provocaba un descontento importante, sobre todo en las clases más acomodadas.

Así, desde el primero intento de golpe de estado o «pronunciamiento» orquestado por el general Milans de Boch en Valencia en 1814, se sucedieron hasta un total de 8 pronunciamientos que buscaban, de alguna u otra manera, instaurar una monarquía moderada y liberal. Todos ellos fracasaron, pero en general fueron reprendidos con tibieza, siendo por ejemplo muestra de ello que cuando el general Llauder capturó al general sublevado Lacy en 1817 su principal reproche no fue que se hubiera alzado contra su rey, sino que se hubiera dejado atrapar tan fácilmente.

El último capítulo de esta levantisca histórica se vio aderezado con la intervención de un actor más, las logias masónicas. Una de las consecuencias de la ilustración y la defensa de la libre circulación de las ideas en un ambiente de censura absolutista había sido la proliferación de las sociedades secretas, donde sus miembros podían darse el lujo de hablar de política en un entorno controlado. Una de las más activas e importantes era la Logia Masónica, a la que numerosos miembros del ejército pertenecían, así como importantes personalidades de las posesiones americanas. Fue a través de estas logias que los criollos hicieron presión para evitar la salida de las tropas de España, un ingrediente más al crisol de la rebelión que a mediados de 1819 comenzó a bullir de nuevo. A pesar de que un nuevo intento de pronunciamiento había sido abortado en julio de ese año, la simpatía que en Enrique O’Donell, encargado en esa fecha de comandar la expedición a América, provocaban los soldados que no querían marchar a la guerra y sus lazos con la masonería hicieron, una vez más, que la represión del movimiento no fuera excesivamente dura. Y así, una nueva conjura comenzó a gestarse, de manos de Alcalá Galiano, Antonio de la Vega y Álvarez de Mendizabal. Aunque en un principio los conjurados masones eran de todas las inclinaciones políticas, poco a poco los liberales que querían reinstaurar la Constitución de 1812 iban ganando peso. Esta vez para comandar el pronunciamiento se escogió al brigadier Quelín, pero lamentablemente murió en un brote de fiebre amarilla, lo que retrasó los planes. En la búsqueda de nuevos jefes militares los conjurados pusieron sus ojos en el coronel Antonio Quiroga los tenientes coronel Rafael de Riego y Miguel López Baños, todos comandantes de batallones destinados a embarcar rumbo al nuevo continente. El 27 de diciembre los conjurados se reunieron para decidir el plan de acción, Riego tomaría sus tropas en Cabezas de San Juan y marcharía sobre Arcos, Quiroga saldría desde su acantonamiento en Alcalá de los Gazules y marcharía directamente hacia Cádiz y Baños tomaría control de la artillería de Osuna y marcharía también sobre Cádiz. Su objetivo principal era tomar esta ciudad y capturar a Baltasar Hidalgo de Cisneros, capitán general de la expedición. La fecha de inicio de la operación se fijó para el 1 de enero de 1820. Y así, la mañana de ese día Riego leyó un pronunciamiento que a la postre quedaría ligado a su nombre. De ideas liberales el teniente coronel no solo increpó a las tropas a subordinarse contra la marcha a las colonias, sino que también proclamó la reinstauración de la Constitución de 1812 y el fin del absolutismo. Tomó Cabezas de San Juan y marchó sobre Arcos, como estaba previsto. Sin embargo su proclama no tuvo demasiado éxito y de los 20.000 hombres que formaban la fuerza expedicionaria solo se le unieron unos 5.000.

Por su parte Quiroga, una vez confirmado la sublevación en Cabezas de San Juan, marchó hacia Cádiz, pero el día 2 en lugar del 1 como estaba previsto. Este retraso y la bisoñía de sus tropas supuso a la postre que fuera incapaz de tomar Cádiz en el plazo previsto, aunque sí consiguió capturar a Hidalgo de Cisneros. Finalmente todos los sublevados reunieron sus a las puertas de Cádiz el 7 de enero, habiendo sufrido muchas deserciones. Tras fallar en la toma del arsenal de La Carraca comenzaron a empezar las tensiones entre los militares, ya que Quiroga no estaba de acuerdo con implantar la Constitución, prefiriendo una monarquía más moderada, mientras que Riego era fuertemente constitucionalista. Esta discrepancia hizo que pasaran varios días sin que las tropas intentaran mucho avance.

El alzamiento fue recibido con bastante tibieza por la población, sin que hubiera una declaración a favor o en contra de los sublevados, ni mucho menos muestras espontáneas de apoyo a la Constitución. De hecho el propio rey Fernando VII le restó importancia al motín, pensando que era un mero alboroto producido por el descontento de ir a América. Envió al general Manuel Freire con 20.000 soldados, pero este, no queriendo iniciar una lucha fratricida, decidió situarse en las proximidades de las tropas rebeldes y simplemente vigilar sus movimientos.

Finalmente el 12 de enero los sublevados tomaron la Carraca y aseguraron sus posiciones en la Isla de León. Intentaron tomar Cádiz pero fracasaron nuevamente. Ante el estancamiento de la situación y la falta de apoyo recibido, Riego decidió marchar con 1.500 hombres por Andalucía para levantar a la población y proclamar finalmente la Constitución. Salió un 27 de enero y comenzó un periplo que le llevó por toda Andalucía, siendo vigilado en todo momento por el general Freire y sus tropas

Revolucin de 1820 en España

Alzamientos de 1820. Fuente: zonu.com

La marcha de Riego no consiguió los efectos deseados. A pesar de recabar simpatías y alguna otra ayuda en el avituallamiento de la tropa, no consiguió que nadie se uniera a su causa. De hecho conforme pasaban los días iba perdiendo cada vez más soldados. Para cuando llegó a Córdoba solo le quedaban 300 hombres. Fue entonces cuando pasó por Fuenteovejuna cuando Freire decidió pasar a la acción y atacó. Riego no tuvo más remedio que huir con tan solo 50 hombres, hasta que llegó a Bienvenida donde decidió disolver el grupo el 11 de marzo. Parecía que su pronunciamiento había sido un nuevo fracaso.

Sin embargo su marcha había prendido la mecha de la revolución. El 21 de febrero, en La Coruña, un grupo de ciudadanos habían tomado la Capitanía General y creado una Junta Provisional soberana. Más poblaciones se sumaron y para el 25 de febrero solo Santiago y Orense se mantenían fieles al rey. A finales de ese mes Murcia y Oviedo se sumaron a la causa y a principios de marzo Zaragoza, Pamplona, Barcelona, Cartagena, Tarragona, Gerona, Mataró, Sevilla… El alzamiento se estaba generalizando. Fernando VII ya visiblemente preocupado, convocó el Consejo de Estado el 3 de marzo que decidió preparar unas Cortes Generales para hacer una nueva constitución más continuista y moderada que la del 1812. Aún no habían preparado el contenido de esas Cortes cuando Fernando VII las convocó el 6 de marzo. Un día más tarde, Enrique O’Donell, el mismo general que había reprendido a los sublevados en julio del año pasado, proclamó la Constitución de 1812 en Ocaña. Ante el cariz que estaba tomando la situación ese mismo día Fernando VII juró la Constitución, dando inicio al Trienio Liberal.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *