Los encargos que Enrique Romero, el espía del CNI, le «propone» a Clara a veces son de lo más rocambolescos. Ya está curada de espantos y no se extraña de nada. Ni cuando implica cobrar en especies, un viaje de fin de semana romántico con Alonso a Berlín.

Por lo que le ha explicado es necesaria su presencia en el aeropuerto de Cunia para proceder a cierta transacción. La tapadera será su viaje de pareja. Y para desviar posibles miradas el propio Enrique estará por allí, haciendo ver que él es la persona que debe realizar el trabajo, actuando como pararrayos.

Durante la espera previa al vuelo su misión será contactar con cierta persona para recibir de esta un pendrive. Pendrive que deberá, posteriormente, entregar a otro sujeto para que lo saque del aeropuerto y, con toda probabilidad, se lo de a Enrique. Este deambulará por el aeropuerto intentando hacer ver que es él el que tiene que recepcionar el objeto. Según ha entendido entrelineas de lo que le ha explicado Enrique, el contenido del pendrive tiene que ver con cierta información de la que se hackeó semanas atrás a la NSA.

Pasan Clara y Alonso el tiempo deambulando por el aeropuerto; el bar, el kiosco, las tiendas,… dudando de toda la gente con la que se cruza y esperando localizar al contacto para, de forma muy discreta, recoger el objeto.

Y estando en ello, parada delante de uno de los tablones de vuelos, mirándolo aburrida, siente que una corriente la sacude en todo su cuerpo. Se envara, abre los ojos como platos y exclama en voz alta «Ya sé que significan los número del post-it que tenía en su poder mi hermano cuando lo asesinaron…!!!»

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